Lanza una carcajada cuando se le pregunta por aquel pasado tumultuoso que lo terminó depositando nada menos que en la cárcel de Villa Devoto durante 61 días, acusado por “estafas reiteradas y tráfico de medicamentos”.

Corría el año 2004 y el juez Mariano Bergés investigaba si el animador tenía algo que ver con la clínica llamada CIDENE, que dirigía su novia de entonces, Mónica María Cristina Rímolo, más conocida como “Giselle”, que cuando se plantaba ante sus “pacientes” lucía un inmaculado guardapolvo blanco con letras bordadas que rezaban “DRA. RÍMOLO”.

La muerte de Lilian Díaz, una mujer que se atendía con ella potenciaba las dudas del magistrado que ya había enviado a Rímolo tras las rejas y sospechaba que el animador financiaba la operatoria de su amada. Por eso ordenó detener también a Soldán…

Ocurrió un 2 de abril de aquel año trágico para él. Se acaban de cumplir exactamente dos décadas de lo que fue, sin dudas, el peor momento de su vida.

Silvio, que había sido alertado de que iría preso, esperó paciente la llegada de la policía sentado en el living de su casa de Belgrano. Los agentes lo sacaron esposado ante decenas de vecinos del barrio que no podían creer lo que veían.

Lo trasladaron primero a la comisaría 33, luego a una clínica de San Cristóbal porque se descompuso, y al otro día al penal de Devoto ya sin más escalas.

Hoy, a la distancia, Soldán toma con humor y prefiere no recordar demasiado esos tiempos, aunque asegura que no le afecta para nada referirse a ellos: “Lo recuerdo vagamente te podría decir –explica a LA NACIÓN-. Pasó mucho tiempo, se ve que mi mente sin que yo lo pretendiera lo fue borrando. Te diría como que pasó al olvido, siempre sentí que no tuve ni tengo nada que ver con aquello, fue un mal momento, una confusión, un error de la Justicia, impulsado por gente que decía cosas que no eran ciertas. Y ya pasó mucho tiempo, veinte años, casi no lo tengo ni en el recuerdo…

-¿Cuando habla de gente que “decía cosas que no eran ciertas se refiere a sus ex, Giselle Rímolo y Silvia Suller?

-¿Y a vos qué te parece? Si se cansaron de echarme la culpa de algo que no tuve nada pero nada que ver. Después se demostró y fui sobreseído en tiempo récord porque la justicia se dio cuenta de mi inocencia y porque mi abogado el doctor Miguel Pierri trabajó de forma tan excelente y profesional que no dejó dudas.

A propósito de Pierri, él fue quien le anticipó que lo iban a detener aquel día fatídico en el que le colocaron las esposas en el living de su hogar, algo que jamás se le cruzó por la cabeza que podía llegar a pasar: “Si una adivina me lo anticipaba me le reía en la cara, pero al final terminó pasando, prefiero no recordarlo, disculpame”, agrega.

-¿Nunca tuvo la sospecha de que Rímolo no era la médica que decía ser?

-No, solo la amé demasiado.

-Cuando lo entrevisté en la cárcel de Devoto me confesó que lloró cuando lo trasladaban rumbo a la prisión.

-Cuando iba en el camioncito sí, no te lo voy a negar, pensé que todo se acaba para mí, fue duro. Después me fui acomodando.

Aquella vez compartió dos meses en prisión en el pabellón 50, donde se alojaban los mayores de 60 años. Silvio, en aquel entonces, tenía 69. Se trataba de un espacio de unos 70 metros de largo con camas de uno y otro lado y algunas mesas y sillas para cuando los visitaban las familias o amigos.

A Silvio le dieron la bienvenida dos compañeros y, como hacía calor y él estaba vestido con jeans y camisa manga larga, le acercaron una remera blanca, un pantalón corto con el escudo de Boca y un banderín del equipo xeneize, que colgó entre sonrisas en una improvisada mesa de luz, donde se podía una estampita de la Virgen Desatanudos y otra de Jesús.

Allí no le tocó enfrentar situaciones traumáticas, sí un momento confuso donde alguien dejó entrever que gozaba del privilegio de tener un teléfono celular, cosa que no fue cierta y Soldán lo explicó ante sus pares: “Muchachos, no tengo ningún privilegio, soy uno más de ustedes”, les dijo. Y como fue de frente, su actitud sincera les cayó muy bien a todos. “Ahora vos me hacés acordar, pero lo tenía totalmente borrado, pertenece a un mal momento de mi pasado. Una experiencia espantosa. Hoy me tomo en solfa a todo eso. Es más hago chistes, tenés que ver el espectáculo…”, detalla.

-Usted me había comentado que para fiestas y cumpleaños hace un show de entretenimientos al que llama “Feliz Domingo” donde los invitados participan y se divierten con preguntas, respuestas y pruebas como lo hacía en el pasado con los estudiantes…

-Sí,sí, Feliz Domingo es uno, pero tengo varios shows, con lo cuales laburo todo el año. Además hago otros con mis poemas, con el tango… Pero éste, en el que me río de mí mismo con lo que me pasó en la cárcel o “el country”, como yo lo llamo, es otra cosa.

-¿Solo lo hace en forma privada?

-Lo hago donde me contratan, reuniones, teatros, o donde sea. No acostumbro a promocionarlo. La gente me conoce y cuando me quiere contratar lo hace sin ningún tipo de publicidad ni intermediarios. Se comunican conmigo y listo. No quiero contar nada, porque mi laburo es otro. Yo siempre me reí de mí mismo y tomé con humor y optimismo la vida. Me encanta, me cargo mucho con la edad, con todo, a la gente le fascina y yo me divierto con el público.

-Cuente más detalles.

-Nooo, nooo, déjame manejarlo así de manera informal, con el boca a boca me basta, alcanza y sobra.

-Habla de Rímolo y de Süller, me imagino.

-La imaginación es libre… Pero no me vas a hacer decir más de lo que te conté, salvo que te inviten a una fiesta o encuentro donde me contratan (Ríe).

-¿Sigue enamorado?

-Claro, sigo con “La petisa,” ella es lo más hermoso de esta última parte de mi vida. Disfrutamos mucho, cada uno en su casa. Me hace sentir bárbaro, mejoró hasta mi salud, mi bienestar. Tocó madera, cumplí 89 y estoy bien en todo sentido. Tengo diferentes variantes laborales, vivo la vida. Amo a Susana, así se llama mi pareja, la rubia que más me quiso y de verdad, sin especulaciones. Era fan mía, se acercaba casi siempre adonde yo trabajaba, me dejaba lindos mensajes por teléfono siempre muy respetuosos. Hasta que ambos decidimos dar un paso más. Por eso cuido esta relación. No nos exponemos, nuestra intimidad vale oro porque te confieso… Es la mujer de mi vida.

 

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