Si alguna vez hemos sufrido la pérdida de alguien que convivía con un perro, resulta inevitable preguntarse si el animal es consciente de lo que ha pasado. ¿Los perros entienden la muerte del mismo modo que nosotros? ¿Cómo reaccionan a este cambio que afecta a sus vidas?

La respuesta rápida es que los perros pueden entender la muerte; y es más, son capaces de sentir cuando alguien está a punto de morir. Gracias a su olfato, perciben señales que para nosotros resultan imperceptibles, como cambios en el olor que se producen cuando una persona está muriendo e incluso cuando padece ciertas enfermedades como el cáncer. Debido a su naturaleza empática, muchas veces reaccionan con cambios en su comportamiento y se muestran más apegados a la persona enferma; una conducta que también se ha observado en otros momentos como el embarazo.

Sin embargo, los perros no perciben la muerte de la misma forma en que lo hacemos nosotros, y ni siquiera del mismo modo que lo hacen los animales salvajes. El motivo es que raramente experimentan ese momento directamente y, por lo tanto, no pueden relacionarlo con la desaparición de una persona. Más que de forma conceptual, la entienden a partir de sus consecuencias.

Cómo perciben los perros la muerte

Antes que nada, habría que discutir si los perros “entienden” el concepto de morir en el sentido que lo hacemos los humanos. En la naturaleza, los animales a menudo presencian la muerte de sus compañeros o crías; pero en el caso de las mascotas, raramente son testigos del momento en el que una persona u otra mascota fallecen. Por lo tanto su reacción no es tanto a la muerte en sí, como a la ausencia repentina y permanente de un individuo.

Los perros sí son capaces de entender cuándo alguien muere, pero depende de un factor esencial: que hayan visto a la persona una vez fallecida. Si no es así, ciertamente perciben la ausencia y al cabo de un tiempo la asumen como definitiva, pero no está claro que la relacionen directamente con la muerte. Aquella persona simplemente ha desaparecido para ellos y si se trataba de alguien importante, con quien interactuaban mucho, seguramente mostrarán signos de ansiedad y estrés, pero no por la muerte en sí, sino por la incertidumbre que les genera no saber por qué ha desaparecido.

Si por el contrario han visto a la persona una vez fallecida, la reconocen y entienden perfectamente que ya no está viva. En el momento en el que ven que el cuerpo que pueden identificar como alguien conocido – principalmente a través del olfato – no respira ni desprende calor corporal, y que no reacciona a los estímulos, entienden que ha muerto. Y no les lleva mucho tiempo comprender que ese proceso es irreversible y que no volverán a interactuar con aquella persona.

El duelo de los perros

Igual que las personas, los perros – y también los gatos – pasan por un proceso de duelo cuando alguien fallece, tanto si son conscientes de que ha muerto como si lo perciben como una desaparición repentina y definitiva. Las mascotas muestran diversos comportamientos asociados con el luto, como pérdida de apetito, apatía, alteraciones del sueño y actitud irritable. Pero cada animal reacciona a su manera: algunos buscan más que antes la compañía de las otras personas, mientras que otras se vuelven esquivas y prefieren pasar su luto en solitario.

En muchos casos existe además un factor de contagio emocional, es decir, que los perros reaccionan al luto que observan en las personas. Debido a que son animales altamente empáticos, perciben muy bien los cambios en la actitud de sus cuidadores, como la tristeza, la rabia, el estrés o la apatía, y reaccionan en consecuencia: por una parte buscan ofrecerles consuelo, pero también ellos mismos lo buscan frente a un estado emocional que entienden como resultado de algo negativo.

Como cabe esperar, este luto es distinto dependiendo de la relación que tuviera el animal con la persona difunta. Si se trataba de un cuidador – es decir, alguien que le daba de comer y realizaba actividades cotidianas con él – el duelo será más intenso y supondrá un mayor estrés para él, puesto que afecta directamente a su cotidianidad. Es recomendable mantener en la medida de lo posible sus rutinas y horarios, para ofrecerle una cierta estabilidad.

Por el contrario, si se trataba de un conviviente – alguien que vivía con él pero con quien no tenía una relación de cuidado – la reacción será probablemente distinta; especialmente si no son conscientes de que dicha persona ha muerto. De hecho, pueden llegar a sentir un duelo más intenso por otra mascota con la que tenían una interacción importante que por un humano con la que no tenían una relación especial.

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