“En hawaiano, no te llamas a ti mismo “dueño” de tu mascota: eres su kahu. Kahu tiene muchos significados, como guardián, protector, acompañante, cuidador… básicamente, alguien a quien se confía la protección de algo precioso, algo amado. Lo que un kahu protege no es su propiedad, sino una parte de su alma.”

Este texto seguramente les sonará a muchos, pues se ha hecho viral en los últimos meses a través de las redes sociales. Su mensaje resulta especialmente significativo en esta época, ya que según las estadísticas, el verano es el periodo del año en el que hay más abandonos de mascotas: un problema que persiste a pesar de las reiteradas campañas de educación, incluso en países en los que abandonar un animal doméstico es un delito punible por ley.

A estos hay que sumar los que nunca han conocido un hogar, una realidad que resulta palpable en muchos países. En México, por ejemplo, se estima que alrededor del 70% de todos los perros que hay en el país son callejeros: según datos de la Secretaría de Salud, hay entre 22 y 23 millones de perros sin hogar en todo el país, con más de un millón solo en Ciudad de México. Otras capitales latinoamericanas tienen cifras aún más alarmantes: en Lima, la capital de Perú, 4 millones de perros sobreviven en las calles.

El 26 de agosto es uno de los días designados como Día Internacional del Perro, aunque la fecha varía según el país. Unos días antes, el 19 de agosto, es el Día Internacional del Animal sin Hogar. Unas fechas establecidas para concienciar de la responsabilidad que comporta hacerse cargo de un ser vivo y de la dura realidad que deben afrontar muchos animales que, o bien han sido abandonados, o han nacido ya en la calle.

El crecimiento de la población de animales asilvestrados

En la raíz del problema se encuentran dos factores: por una parte el abandono deliberado y, por otra, la falta de medidas que limiten la multiplicación del número de animales asilvestrados. Por asilvestrado se entiende un “animal de procedencia doméstica que está establecido y se mueve libremente en el medio natural y que no vive ni se cría bajo tutela, manejo ni supervisión de las personas”. El ejemplo clásico son las colonias felinas, que se han convertido en un problema en algunas zonas, pero también los perros y cualquier animal doméstico cabe en esta definición.

En muchos países la esterilización de los animales es la excepción y no la norma: esto, sumado al hecho de que a algunas mascotas – especialmente a los gatos – se les permite deambular libremente por la calle, conduce al crecimiento descontrolado de la población de animales asilvestrados. Una gata puede tener dos o tres camadas al año y parir, de promedio, de tres a cinco crías de en cada una. Las perras en general no pasan de las dos camadas, pero el número de cachorros es muy variable.

Además del crecimiento de la población de animales sin hogar, hay que tener en cuenta que el futuro que les espera a las crías no será muy esperanzador. Si nacen en la calle, muchas no llegarán a la edad adulta a causa de la desnutrición, las enfermedades, los accidentes o las peleas con otros animales.

Aunque cada vez son más frecuentes las campañas de esterilización de animales sin hogar, resulta imposible llegar a todos. Además, hay que considerar el estrés que les produce ser retirados aunque sea temporalmente de su entorno y que son animales que no están acostumbrados a ser manipulados por las personas. Por ello, es necesario no permitir que los animales domésticos no esterilizados deambulen sin supervisión; incluso por su propia seguridad, ya que pueden salir malheridos al encontrarse con otros animales en celo.

Antes de hacerse cargo de una mascota

A la hora de hacerse cargo de una mascota, la mayoría de personas opta por una de estas dos opciones: adoptarlos en un refugio o protectora de animales, o acudir a los criadores autorizados; aunque también hay quien los ha rescatado directamente de la calle, especialmente gatos.

Desde los refugios se insiste siempre en la necesidad de dar una segunda oportunidad a los animales que han sido recogidos de la calle o abandonados, ya que en muchos casos pasan años – e incluso gran parte de su vida – en el refugio. La esperanza de ser adoptados disminuye a medida que se hacen mayores o en los casos en los que padecen alguna enfermedad o minusvalía que requiera cuidados especiales. Debido a que muchos refugios se encuentran llenos, resulta indispensable la labor de las personas de acogida que se hacen cargo de los animales de forma temporal hasta que sean adoptados.

Hay que recordar que, además de ser un acto de crueldad y escasa humanidad, el abandono de un animal doméstico es un delito en muchas legislaciones, incluyendo la española: con la reciente Ley de Bienestar Animal, está tipificado como infracción muy grave, penada con una multa de entre 50.001 y 200.000 euros y de 31 a 90 días de trabajos en beneficio de la comunidad. Además, es obligatorio que toda mascota esté identificada con un chip que permita localizar a la persona responsable, no solo en caso de abandono sino también por si el animal se pierde.

En el caso de los criadores, el principal problema en muchos países es la cría por parte de personas no autorizadas que solo buscan sacar dinero por los cachorros, a veces incluso obligando a las hembras a tener camadas continuamente, lo cual repercute gravemente en su salud. Aun así, cada vez son más los países que solo permiten la cría a personas registradas como criadores y que cuentan con la aprobación de una autoridad reconocida de cría. Es necesario cumplir con ciertos estándares y regulaciones para criar animales de manera responsable y ética, aunque los requisitos concretos para convertirse en criador pueden variar significativamente de un país a otro.

En España, por ejemplo, es necesario inscribirse en el Registro de Criadores de Animales de Compañía, estar dado de alta como autónomo o constituir una sociedad, cumplir con el reglamento de la Federación Cinológica Internacional y obtener la certificación como núcleo zoológico (para lo cual hay que presentar una memoria descriptiva de la actividad, planos de las instalaciones y un programa técnico sanitario donde quede reflejada la competencia para suplir todas las necesidades de los animales y procurarles el máximo bienestar).

Tu familia nunca te abandona ni te olvida

Al adoptar una mascota, hay que ser conscientes de que nos hacemos cargo de un ser vivo con múltiples necesidades, y preguntarse antes si seremos capaces de satisfacerlas. Implica un coste económico, que va desde la alimentación hasta cuidados médicos que pueden llegar a ser muy costosos (por eso es recomendable hacerle un seguro de salud al animal cuando aún es joven y sano, puesto que estos no cubren tratamientos relacionados con patologías ya conocidas en el momento de contratarlo).

Pero también implica una serie de responsabilidades de cuidado: ¿Podemos proporcionarle un entorno que satisfaga sus necesidades? Es fundamental que nuestro estilo de vida sea compatible con las necesidades del animal o tener la posibilidad y voluntad de cambiarlas: si por ejemplo se adopta un perro joven, tiene unas necesidades de ejercicio mucho mayores que las de un perro mayor. Si no vamos a poder sacarlo de paseo todo lo que necesitaría, un gato sería una mejor opción. Si vivimos en un lugar poco espacioso, mejor un animal de pequeño tamaño que uno grande. Estas son solo algunas de las cuestiones que deberíamos plantearnos.

En la medida de lo posible, tener más de un animal es más enriquecedor para ambos ya que pueden compartir juegos de una manera que no pueden hacer con otra especie. Y si ya tenemos un animal y queremos darle un compañero, es necesario comprobar que se lleven bien, preferiblemente en un espacio neutral para ambos. Introducir a un nuevo animal en casa es un proceso delicado y que no siempre tiene éxito.

Al hacerse cargo de un animal y de la responsabilidad que conlleva, hay que tener siempre presente el significado de kahu, así como de otro término hawaiano que hizo famoso cierta película de animación: ohana. “Ohana significa familia. Y tu familia nunca te abandona ni te olvida».

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