Cada año oímos hablar del método de las Cabañuelas, un supuesto arte adivinatorio que en base a los fenómenos ocurridos entre el 1 y el 24 de agosto, presume poder pronosticar la predicción meteorológica en meses sucesivos. El susodicho método no puede si no recordarme a un capítulo de Astérix y Obélix que mi hermano pequeño y yo reprodujimos en cinta de vídeo hasta la saciedad durante nuestra infancia, cuando todavía el DVD no había hecho aparición: El Adivino.

En este capítulo de la saga, Panorámix, el Druida de la aldea gala, se había ido a la reunión anual de druidas en el bosque de los carnutes, momento en el que hace aparición un adivino de nombre Prólix que decía poder leer el futuro en las entrañas de los animales. Pronto todos, salvo el astuto Astérix, que está convencido de que el personaje no es más que un charlatán, comienzan a llevarle alimentos, y a creer en sus adivinaciones.

Pero dejémoslo ahí y volvamos a la meteorología. En la actualidad, la predicción meteorológica se ha convertido en una de las ciencias más complejas desde que a principios del siglo XX el físico y meteorólogo noruego Vilhelm Bjerknes, conjeturara que para poder predecir el comportamiento de nuestra atmósfera habría que basarse en las propias leyes de la física. Desde entonces, esta disciplina ha evolucionado hasta establecer complejos métodos numéricos que requieren de una enorme potencia computacional, y que además beben de las ingentes cantidades de datos aportadas por estaciones meteorológicas, sistemas de medida y satélites ubicados en todas partes del globo, desde montañas y desiertos, hasta más allá de los límites de nuestra atmósfera, algo que algunos científicos se han atrevido incluso a denominar como una auténtica revolución silenciosa en el campo de la física.

Sin embargo, los avances a este respecto no se han dado solo en lo que en los ascensores nos referimos como «el parte del tiempo», el cual hoy es predicho con semanas de antelación con mucha mayor precisión de lo que podía serlo hace solo unas décadas apenas un día antes. Mucho más allá, hoy la meteorología es capaz de predecir algunos de los fenómenos meteorológicos más destructivos a los que se enfrenta la Humanidad, como puede ser la evolución de ciclones y huracanes, a veces incluso sequías repentinas, ofreciendo las pautas a seguir para salvar miles de vidas en algunos casos. En otros, como las DANAS tan características de nuestro país, o como con la reciente borrasca Filomena que dejó copiosas e inusuales nevadas en el centro de la península Ibérica en enero de 2021, proporciona a las autoridades una herramienta muy útil para minimizar los daños ocasionados.

Volviendo a la historia de Astérix, una vez toda la aldea gala estuvo embaucada por el adivino, este se las ingenió para hablar con los romanos, tras lo cual, con la escusa de que la cólera de los dioses haría que el aire de la aldea se tornase nauseabundo, consiguió que los galos abandonaran su hogar y se refugiaran en una isla desierta. Sin embargo, nuestro Astérix, siempre astuto, se quedó en las inmediaciones de la aldea y al regreso de Panorámix decidieron dar una lección al adivino y a los romanos. El druida elaboró una poción tóxica que emanaba los supuestos gases tóxicos predichos por el adivino, tras lo que los romanos abandonaron la aldea. La historia acaba como siempre, con los galos dando una nueva paliza a los romanos y expulsándolos de su campamento.

Astérix representa en esta ocasión la cara más prudente y sanamente escéptica del ser humano y nos recuerda que no es recomendable dejarse llevar por embaucadores, más si estos obtienen una compensación por sus servicios, ya se trate de un jabalí en cuyas entrañas leer el pronóstico del tiempo, u otro método más acorde a nuestros tiempos. Más cuando de estas predicciones puede depender el éxito de una cosecha, o la disponibilidad de agua tras un largo periodo de sequía. Seamos como Astérix. Cuando la ciencia tiene algo que decir, que en este caso mucho, métodos como el de las cabañuelas no deberían elevarse más allá de lo que son: un tierno ejemplo más del folclore de una época en la que no podíamos obtener una certeza de la información que necesitábamos.

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