Este mes de junio se cumplen 25 años del lanzamiento de la primera entrega de la saga Harry Potter, libro que marcó la infancia de toda una generación que creció ansiando, algún día, poder enfrentarse a su propio “Voldemort”. Y no es el único ejemplo: Los juegos del hambre, Divergente… Todos queríamos ser héroes, hacer justicia, ser aquel o aquella joven que cambiaba el mundo. Por desgracia, nuestra realidad es cada vez más parecida al futuro distópico que nos presentaban. Pero ahora es diferente, es real y hay mucho en juego. ¿Qué papel desempeñamos, entonces, las generaciones jóvenes?

El rol de la juventud en la sociedad siempre ha sido la renovación, el motor del cambio. Somos un recurso humano de transición social, desarrollo económico y progreso; pero nunca había recaído tanta responsabilidad sobre nuestros hombros. Hemos pasado de ser aquellos que no pensaban más que en divertirse y salir de fiesta a ser la última generación que puede poner fin al cambio climático. De ser unos “ninis” o la generación perdida a tener casi la obligación moral de luchar por la igualdad y la inclusión social. Somos los que van a enfrentarse a nuevos modelos de negocio y un mundo globalizado con acceso, incluso involuntario, a mucha más información: las redes sociales nos han dado voz y una interacción prácticamente forzosa, a riesgo de quedarnos desactualizados. Sentimos la necesidad de actuar por todo aquello que sabemos que ocurre y por la educación que hemos recibido: hemos sido conscientes desde muy pequeños de los problemas que atravesábamos y a los que nos tocaría enfrentarnos.

Las palabras “cambio climático” no tenían sentido para nuestros padres a nuestra edad, sin embargo, ya figuraban en nuestros libros de primaria. Esto tiene una parte muy positiva: el miedo viene del desconocimiento, y nosotros contamos con un refuerzo educativo que nos ha preparado para el cambio, tenemos una mentalidad más abierta y activa, queremos conocer el mundo y concebimos la vida como un regalo, un viaje que tenemos la obligación de preservar.

Conocer nuestro planeta es esencial para quererlo. Somos conscientes de que podemos cambiar el rumbo de los acontecimientos, ejemplo de ello son Malala Yousafzai, símbolo internacional de la lucha por la educación de las niñas que recibió el premio Nobel de la Paz a los 17 años; Greta Thunberg, la activista sueca icono de la lucha contra el cambio climático que movilizó a jóvenes de todo el mundo con el movimiento Fridays for future, nació en 2003; Emma Gonzáles, activista estadounidense de 23 años defensora del control de las armas; Amika George, de 21 años, logró garantizar el acceso gratuito a productos de gestión menstrual en las escuelas públicas de Inglaterra… Son solo algunos ejemplos entre muchos otros movimientos encabezados por jóvenes, que ilustran la capacidad que tenemos de generar un cambio, de solucionar problemas.

Somos una generación que ha crecido queriendo ser héroes y a la que ahora no le queda otra. Tenemos información, tenemos referentes, podemos cambiar el mundo y queremos hacerlo.

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