Sin el preámbulo de “Me quiere, no me quiere”, una flor plateada empezó a deshojarse en la ciudad de Buenos Aires.

De manera más abrupta que como sucede con las margaritas, la Floralis Genérica, la icónica escultura del barrio porteño de Recoleta, quedó destrozada tras los fuertes temporales del domingo 17 de diciembre y la semana pasada, que causaron además de muertes, evacuados, severos daños, caída de cientos de árboles y cortes de luz en distintas zonas.

Concretamente, este ícono de la ciudad perdió dos de los seis pétalos que componen su estructura y este lunes empezaron las tareas para evaluar su estado general. “Esto va a permitir efectuar un cateo estructural de cada uno de sus pétalos y dimensionar los trabajos de restauración y puesta en valor, que son necesarios para recuperar la emblemática escultura”, señalaron a LA NACION desde el gobierno porteño.

Bajo la supervisión del personal del área de Monumentos y Obras de Arte (MOA), personal de la Subsecretaría de Paisaje Urbano del Ministerio Público e Higiene Urbana de la Ciudad, e ingenieros especializados en la reparación y el mantenimiento de grandes máquinas, se realizó ayer la apertura total de la Floralis para poder avanzar en un diagnóstico preciso. Esto significa poder observar detalladamente qué daños sufrió, detener su deterioro y comenzar a diagramar el plan de restauración.

“Es un paso muy importante para determinar el daño integral que sufrió la escultura y poder trazar los próximos pasos a seguir para su restauración. También nos permitirá reabrir la Plaza de las Naciones Unidas para que los vecinos vuelvan a disfrutarla de una manera segura y cuidada”, expresó Ignacio Baistrocchi, ministro de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad.

Un ícono de Recoleta

Ubicada en la Plaza de las Naciones Unidas, la emblemática escultura se convirtió en uno de los íconos de Buenos Aires, tanto para locales como para turistas y sus recorridos.

Se inauguró el 13 de abril de 2002 como un homenaje a todas las flores y fue donada por el arquitecto argentino Eduardo Catalano, quien concretó su sueño al armar una estructura a gran escala que reflejara el dinamismo del tiempo.

De acero inoxidable, 20 metros de altura y 18 toneladas de peso, la Floralis Genérica representó en sí misma una innovación al tratarse de la primera escultura en movimiento que ofrecía la ciudad. Sus pétalos metálicos se abrían y cerraban acorde con la luminosidad del día gracias al sistema hidraúlico y las células fotoeléctricas de su estructura. Recreaba así la actividad propia de las flores naturales: la escultura se abría por la mañana y se cerraba por la noche de manera automática.

Sin embargo, a raíz de otro temporal, el engranaje dejó de funcionar en 2009. Seis años más tarde, en 2015, la obra fue reinaugurada con el sistema de cierre y apertura reparado, aunque sólo se podía controlar manualmente.

Entre 2020 y 2022 se hicieron tareas de restauración de la zona que incluyeron la renovación de las veredas aledañas, la incorporación de rampas de acceso, la suma de vegetación, la incorporación de nuevo mobiliario urbano, la creación de nuevos senderos y la manutención del engranaje, el cual siguió siendo manual en lugar de automático como originalmente había sido diseñado.

 

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