El temido hongo Cordyceps, protagonista de la serie The Last of Us, amenaza con convertir a la humanidad en un ejército de zombis después de sufrir una mutación debido al calentamiento global. Este género de hongos en cuestión existe, aunque, afortunadamente, no parasitan a los humanos, pero es letal en algunos insectos y otros artrópodos a los que sí que convierte en una especie de muertos vivientes. 

En la conocida producción de ciencia ficción, Cordyceps evoluciona como consecuencia del cambio climático, una posibilidad remota en la vida real, pues este proceso requeriría mucho tiempo. Sin embargo, ¿es posible que algunos hongos estén aguzando su pericia evolutiva para conquistar nichos ecológicos impensables, como, por ejemplo, la piel de los anfibios?

Es lo que uno puede imaginar al ver el sorprendente hallazgo que encontraron el ecólogo Chinmay Maliye y el especialista en humedales Lohit Y.T junto a una carretera que discurría junto a las faldas de la montaña del Kudremukh, en los Ghats Occidentales, mientras documentaba anfibios. Encontraron una rana de la especie Indosylvirana intermedia de la que parecía brotar una pequeña seta del costado, un hallazgo realmente extraordinario del que hasta ahora no se ha tenido noticia. Según describen los investigadores en un paper científico, la rana estaba viva y se movía. Los micólogos consultados por los especialistas afirmaron que la seta en cuestión pertenece al género Mycena, que engloba varias especies de hongos de varios centímetros de ancho que habitan normalmente entre la materia orgánica en descomposición.

«Que sepamos, hasta la fecha nunca se había documentado un hongo brotando del flanco de una rana viva», explican sus descubridores, quienes especulan de algún modo con que pueda tratarse de un parásito que pueda haber infectado al anfibio. “Los hongos son organismos extraordinarios, suelen ser saprótrofos -dependientes de materia orgánica o muerta- o simbiontes. Pero también los hay infecciosos” aseguran. ¿Es posible que hayan evolucionado para parasitar a estos anfibios? ¿O su hallazgo es la consecuencia de una pura casualidad?

“No se sabe a ciencia cierta que se trate de una seta del género Mycena -explica a National Geographic España el micólogo Jaume Llistosella, profesor agregado de la Universidad de Barcelona y responsable de la Unidad de Hongos del Centro de Documentación y Biodiversidad Vegetal de dicha universidad. En cualquier caso, se trata de hongos relativamente comunes, de crecimiento rápido, algunos de ellos conocidos como ‘setas de un día'».

la rana debió de estar quieta durante largo tiempo

Según Llistosella, la característica que más llama la atención de este hongo en cuestión es que en la imagen puede apreciarse perfectamente cómo se orienta en función de la gravedad, un fenómeno conocido como geotropismo positivo y que los hongos emplean para diseminarse, por la sencilla razón que las esporas que crecen debajo del sombrero tienen que caer al suelo para poder prosperar», aduce el científico. «En la primera foto se ve claro, que el sombrero está orientado de forma perpendicular para aprovechar la fuerza de la gravedad, y ello invita a pensar que la rana debió estar quieta un buen rato, lo que facilitó que la seta se desarrollará siguiendo este tipo de geotropismo.

El micólogo explica que el hecho de haber estado mucho tiempo en la misma posición ayudó al hongo a desarrollar una seta bien orientada. La parte del proceso más difícil de explicar es saber cómo se desarrolló el micelio. “Este tipo de setas son basideomicetos, con lo que para que prosperen se necesitan dos esporas compatibles que germinen -argumenta-. Cuando lo hacen, se fusionan los dos micelios que salen de cada espora, y forman un micelio secundario”. Y ahí viene lo sorprendente del proceso, ya que tuvo que darse la casualidad de que dos esporas germinen al mismo tiempo en la piel del anfibio, y que, además, fuesen compatibles. ¿Demasiada coincidencia?

una explicación plausible: que la seta haya crecido sobre células muertas

Para Llistosela, la explicación más factible es que estos hongos no hayan crecido directamente sobre tejido vivo, sino en células muertas. “No se aprecia una lesión en la superficie de la piel de la rana, con lo que es posible que el micelio esté desarrollándose en la capa de células muertas de la superficie de la piel de la rana, por eso no necesita desarrollarse demasiado”. 

La hipótesis de la lesión es, según el científico, menos probable, pues en este caso tendría que haberse localizado una lesión, algo que no se aprecia a simple vista. La explicación es que existen muchos hongos parásitos, pero suelen pertenecer a grupos que no forman micelios, sino que tienen otra estructura celular. Aquellos que sí que los forman pueden llegar a ser patógenos, aunque solo circunstancialmente, como pueden ser personas inmunodeprimidas, diabéticas o con el sistema inmunitario debilitado. 

Lo sorprendente del caso, argumenta el micólogo, es, pues, el hallazgo de un micelio. Aunque es muy pequeño, casi imperceptible, es lo suficientemente robusto como para formar esta seta sobre la superficie del anfibio.

Descubrir qué pudo pasar es dejarse llevar por un terreno propiamente especulativo, pues los mismos autores del estudio afirman que no recolectaron la especie, con lo que es imposible realizar ningún pronóstico. Hubiera sido interesante saber si la rana se desprendió de él fácilmente o si se produjo una infección que acabó con la vida del incauto anfibio. Quizás otros exploradores que se adentren en las selvas tropicales de esta región de la India encuentren nuevas respuestas. Esperemos que no se encuentren con un ejército de anfibios zombis. 

 

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