Chile está afrontando una de las peores tragedias ambientales de su historia reciente con incendios forestales que se han cobrado más de un centenar de vidas humanas y han devastado miles de hectáreas. Este desastre no es un evento aislado, sino el resultado de una combinación letal de factores climáticos exacerbados por el cambio climático y el fenómeno de El Niño

La sequía que azota la región también ha dejado los bosques y campos chilenos en condiciones extremadamente vulnerables. Estas condiciones, unidas a las altas temperaturas del verano austral, crean el caldo de cultivo perfecto para incendios de una magnitud y ferocidad sin precedentes.

 

«Los incendios de Chile se consideran el peor desastre natural desde el terremoto de 2020 y no es para menos», dijo la meteoróloga Mar Gómez, de ElTiempo.es, a National Geographic España.

«Los incendios han sido especialmente intensos debido a una combinación de factores que ha acentuado su virulencia. Uno de esos factores son las elevadísimas temperaturas que se han registrado en el verano de la región. Esto, combinado con el fuerte viento y la baja humedad, ha creado las condiciones locales necesarias para que la propagación de los fuegos sea devastadora. Pero también ha habido una serie de antecedentes. A pesar de que en Chile ha llovido bastante este invierno, la sequía continúa y se ha desarrollado gran parte de vegetación fina y muerta que ha ayudado a propagar la combustión.

«Desafortunadamente, este tipo de incendios empiezan a ser cada vez más graves debido al calentamiento global. El cambio climatico seca la vegetación haciendo que los paisajes sean más inflamables y creando ambientes de baja humedad que sientan las bases de este tipo de situaciones tan graves. Además los veranos son cada vez más largos, contribuyendo aún más a crear condiciones secas y extremas».

El Niño

La acumulación de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, en la atmósfera terrestre atrapa el calor, provocando no solo un calentamiento global sino también alterando los delicados patrones climáticos que han regido los ecosistemas durante milenios.

Este desequilibrio en el sistema climático global tiene efectos profundos en los ciclos de precipitación, llevando a extremos más marcados: desde lluvias torrenciales hasta sequías prolongadas.

 

En regiones como Chile, estas alteraciones se manifiestan en forma de sequías intensificadas. El cambio climático contribuye a desplazar las zonas de lluvias hacia los polos, dejando latitudes medias, donde se ubica gran parte de Chile, con precipitaciones significativamente reducidas.

Además, el aumento de las temperaturas evapora más rápidamente la humedad del suelo, exacerbando las condiciones de sequía y dejando los paisajes más susceptibles a incendios forestales.

Estos incendios no solo arrasan con vastas áreas de vegetación y biodiversidad, sino que también emiten grandes cantidades de CO2, creando un ciclo de retroalimentación negativa que agrava aún más el cambio climático.

El Niño, por su parte, es un fenómeno climático natural caracterizado por el calentamiento periódico de las aguas superficiales en el océano Pacífico ecuatorial. Este calentamiento puede tener efectos profundos en los patrones climáticos globales, desencadenando una serie de eventos meteorológicos extremos en diversas partes del mundo.

Durante los años de El Niño, las regiones del Pacífico oriental, incluyendo partes de Chile, experimentan condiciones más cálidas y secas de lo habitual. El Niño puede alterar significativamente los patrones de lluvia, desplazando las zonas de precipitación y exacerbando las condiciones de sequía en áreas que ya son vulnerables debido al cambio climático.

Con todo, estos factores no solo están influyendo en el devenir de Chile, sino de otras muchas regiones del mundo.

Sequía en Cataluña

Al otro lado del mundo, en Cataluña, la falta de agua ha llevado a declarar una emergencia hídrica en Barcelona y sus alrededores. Tras casi tres años de precipitaciones insuficientes, los embalses están a niveles críticos, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de la región ante la sequía

 

Este fenómeno no es ajeno al cambio climático, que está alterando los regímenes de lluvia y agravando las condiciones de sequía en zonas tradicionalmente secas como España. La disminución de las precipitaciones, combinada con olas de calor más intensas y frecuentes, pone a prueba la gestión de los recursos hídricos y la capacidad de adaptación de las sociedades.

La sequía en Cataluña es un claro ejemplo de cómo el cambio climático puede tener impactos directos y profundos en la vida cotidiana, afectando el suministro de agua, la agricultura y la biodiversidad. Además, la situación en Cataluña resalta la importancia de implementar estrategias de gestión sostenible del agua y políticas de adaptación al cambio climático que puedan mitigar los impactos de futuras sequías.

Inundaciones en California

California, conocida por sus prolongadas sequías, ha experimentado un giro insólito con la llegada de potentes ríos atmosféricos (autopistas que distribuyen la humedad desde zonas tropicales o subtropicales a otras latitudes medias y altas del planeta) que han desencadenado inundaciones y deslizamientos de tierra

Estos «ríos en el cielo» pueden transportar cantidades masivas de vapor de agua, equivalentes a múltiples veces el caudal del Misisipi. Si bien estos fenómenos pueden aliviar temporalmente las condiciones de sequía, también traen consigo destrucción y un recordatorio de la capacidad de la naturaleza para sorprendernos.

 

El cambio climático está jugando un papel crucial en la intensificación de estos eventos. A medida que la atmósfera se calienta, su capacidad para retener humedad aumenta, lo que significa que cuando llueve, las precipitaciones pueden ser mucho más intensas. Los modelos climáticos han predicho un aumento en la frecuencia e intensidad de los ríos atmosféricos como resultado del calentamiento global, planteando nuevos desafíos para la gestión de desastres y la planificación urbana.

Un nuevo mundo

Los incendios en Chile, la sequía en Cataluña y las inundaciones en California son manifestaciones de un clima que está cambiando a un ritmo sin precedentes, desafiando nuestras expectativas y capacidades de adaptación. Estos eventos nos enseñan lecciones críticas sobre la interconexión de los sistemas climáticos globales y la urgencia de abordar el cambio climático de manera integral.

La mitigación del cambio climático, a través de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y la adaptación a sus impactos, mediante la mejora de la resiliencia de nuestras comunidades y ecosistemas, son pasos fundamentales para enfrentar esta nueva realidad climática.

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