La Superbowl ya está aquí. Este domingo 11 de febrero, en el Allegiant Stadium de Paradise, en Nevada, se jugará el partido de campeonato de fútbol americano de la National Football League para la temporada de 2023. Y sí, puede que no tengas ni idea de qué equipos juegan, cuáles son las reglas del fútbol americano o quiénes son los grandes protagonistas en este deporte. Sin embargo, apuesto que, a pesar de no tener ni idea de este deporte, sí que hay algo que reconoces muy bien: el balón de fútbol americano.

Con su color anaranjado o marrón y su forma de esferoide alargado, cualquiera lo relaciona con ese deporte. No obstante, ¿no te llama la atención que tenga una estructura tan característica? ¿Por qué así? Pues, lo creas o no, esa apariencia tiene una explicación científica, la cual tiene mucho que ver con la comodidad de los pases, la agilidad para recoger el balón y, curiosamente la aleatoriedad. Te contamos todo lo que se esconde tras el balón de balón fútbol americano, así como otras curiosidades científicas que guarda este singular deporte.

ORIGEN PORCINO

El fútbol americano es un deporte que tiene su origen en el entorno universitario. Así, alrededor del año 1850, los estudiantes comenzaron a desarrollar el peculiar juego, adoptando un balón que se adaptaba a sus justos ingresos. Para ello, tomaban una parte del cuerpo de un cerdo, concretamente la vejiga, característica por su flexibilidad y elasticidad, y la hinchaban de aire soplando a través del agujero principal. Una vez terminado el proceso, cerraban la vejiga, ahora rígida y de forma ovalada, y la introducían en una funda de cuero que cosían al órgano.

Durante muchos años, esta fue la única forma conocida de construir un balón de fútbol americano, pero con la expansión del deporte más allá de la Universidad y el incremento de aficionados, la forma de crear los balones se fue modificando. Todo esto sumado a que, tras varios entrenamientos, la vejiga de cerdo se acababa rompiendo, lo que convertía a los balones en elementos de corta vida útil.

Así, alrededor de la década de 1870 salió al mercado una nueva versión, esta vez fabricada de goma elástica: era un marco debajo de la carcasa que mantenía la forma ovalada y firme y que se hinchaba por medio de una bomba de aire. Ahora bien, este nuevo diseño obligaba a que la forma del balón fuera una esfera perfecta, lo cual incomodaba mucho el desempeño del deporte. De hecho, la situación alcanzó un límite cuando se cambiaron las reglas para el pase adelante, en el año 1906 y se volvió necesario que el balón volviese a su forma ovalada.

COMODIDAD, AGILIDAD Y ALEATORIEDAD

Pero ¿por qué? Pues bien, existen ciertos factores que, basados en la forma de juego del fútbol americano, obligan a que este adquiera una forma más cercana a la ovalada que a la esférica. Por ejemplo, los largos pases aéreos requieren una forma que sea ágil y que presente el menor rozamiento posible con el aire, la cual es justamente la ovalada. El diseño aerodinámico del balón permite que este vuele con agilidad, sin frenarse y manteniendo una velocidad lo más constante posible.

Por otro lado, es justo la apariencia de esferoide alargado la que facilita los pases y, sobre todo, la recogida del balón en el aire. En el fútbol americano, cuando un jugador recibe el balón, este tiende a introducirlo bajo la axila, sosteniéndolo con todo el brazo, por lo que la forma alargada garantiza que la pelota se adaptará a esa posición más fácilmente, haciendo la jugada más rápida y evitando que el jugador pierda más tiempo en sostener el balón y llevarlo a una posición cómoda antes de echar a correr.

Finalmente, la configuración del balón también permite que el deporte presente una característica muy identificativa: la aleatoriedad. Así, cuando el balón rebota, al no presentar una simetría perfecta, adoptará una u otra dirección en función de la parte con la que haya tocado el suelo. De esta forma, el partido se vuelve más interesante y los jugadores, raramente pueden determinar con antelación o, justo en el mismo momento, qué ocurrirá tras un rebote sobre el suelo.

UN ENFOQUE CIENTÍFICO

El definitiva, el fútbol americano es un deporte singular y no solo la forma de su balón cuenta con datos curiosos. Así, vale la pena estudiar a fondo la propia interacción entre los jugadores. Como seguramente sabrás, en este deporte se presenta muy a menudo el “tacleo” o “placaje”, en el que un jugador utiliza su propio cuerpo para frenar el avance de otro perteneciente al equipo contrario. Pues bien, ¿sabías que la fuerza que recibe un jugador al ser placado por otro puede ser equivalente a que un muro de 45 kilos se abalance sobre él? Si controlas más los cambios de unidades, esto es equivalente a ¡un golpe con una fuerza de más de 7.000 Newton!

Esto se debe a que, durante un placaje, la cantidad de impulso que genera un jugador dependerá de su masa y de su velocidad: la fuerza promedio aumentará a medida que disminuye el tiempo de impacto cuando el cambio es constante. En otras palabras, cuando un jugador es golpeado, este puede salir herido de gravedad. Para soportar estos fuertes impactos, los deportistas cuentan con un equipamiento, el cual incluye hombreras y casco, que garantiza que el golpe se distribuya de forma uniforme a lo largo del cuerpo del otro jugador.

¿Te suenan las “zonas de deformación” en los automóviles? ¿Esas partes de la carrocería diseñadas para actuar como un colchón y reducir el golpe en caso de accidente? Pues bien, el equipamiento sería como una “zona de deformación particular”: absorbe el impacto de la colisión con el otro jugador, protegiéndolo de posibles daños de gravedad.

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