El 12 de agosto de 1887, el mundo conocía por primera vez a uno de los mayores físicos de la historia: Erwin Schrödinger. Premiado con un Nobel de Física en 1933 –junto a Paul Dirac – por su contribución al desarrollo de la mecánica cuántica, Schröndiger marcó el mundo de la ciencia con su innovador modelo atómico y la ecuación que lleva su nombre. Por su parte, la cultura popular tiene un recuerdo de su persona más ligado a su paradoja sobre el gato y la caja: ¿está vivo o muerto?

Sin duda, se trata de un científico que revolucionó por completo la concepción de la física tradicional y, junto a muchos otros, labró el camino que introduciría a la mecánica cuántica como algo indispensable en el estudio de los sistemas reales. No obstante, su faceta más filosófica a menudo queda más oculta, olvidándose así que, simplemente a través de sus conferencias divulgativas, anticipó una gran revolución en biología: mucho antes de que Rosalind Franklin descubriera la estructura del ADN, Schrödinger ya había anticipado la existencia de un código genético.

CIENTÍFICO Y FILÓSOFO

Schrödinger nació en una familia que contaba con un gran recorrido en el ámbito de la ciencia, por lo que no resultó difícil encontrar una vocación en ese mismo sector y con un gran apoyo de sus familiares. Realizó sus estudios en física en uno de las instituciones más famosas de Viena: la Akademisches Gymnasium. Sin embargo, el servicio militar lo reclamó al termino de sus estudios, por lo que no pudo ejercer como científico hasta el año 1911, momento en el cual volvió del ejército y se unió al profesor Franz Exner como ayudante en el Instituto de Física de Viena. Fue también un momento de estabilidad que le valió a Schrödinger para comenzar su carrera como investigador.

Sin embargo, la Primera Guerra Mundial lo obligó a volver al frente solo que, esta vez, su experiencia en la Universidad le sirvió para quedarse en parte de formación, ejerciendo de profesor de meteorología en la escuela de oficiales. Con la finalización de la guerra, le ofrecieron una Cátedra de Física Teórica en la Universidad de Chernivstí, la cual aceptó convirtiéndose en doctor en Física y profesor. Sin embargo, el puesto no se mantuvo mucho tiempo pues, durante los siguientes dos años, Erwin cambió hasta dos veces de ubicación: de la Universidad de Chernivstí pasó a la de Jena, y de ahí a Stuttgart hasta, finalmente, asentarse en Zúrich en el año 1924 como Jefe del Departamento de Física Teórica.

LA ECUACIÓN Y EL MODELO ATÓMICO

Sin duda, los años que pasó en Zúrich fueron los más fructíferos de su carrera en lo que respecta a producción científica. Además de poder codearse con los grandes científicos de la época, Schrödinger podía dedicarse por igual a sus dos vocaciones: la investigación y la enseñanza.

Fue así que en el año 1926, tras volcarse por completo en el estudio de la naciente física cuántica, propuso un modelo atómico ligado a esas nuevas teorías que prometía explicar el comportamiento de las partículas según la cuántica. De esa forma, afirmó que era posible observar a los electrones como ondas de materia cuya amplitud iba descendiendo a medida que traspasaban el núcleo. Y no solo eso, para describir esa onda planteó una ecuación que permitía, no solo definir a los electrones, sino ilustrar el comportamiento de cualquier partícula subatómica, prediciendo además las posibilidades que había de encontrarlas en un cierto estado.

Estas propuestas fueron, ni más ni menos, que las bases sobre las que se sentó la mecánica cuántica ondulatoria, es decir, aquella que describe las propiedades de las partículas considerando que pueden observarse también como ondas. De esta serie de planteamientos, el físico austríaco intercambió una serie de profundas cartas con Albert Einstein en las que comentaban los resultados y de las cuales se generó la idea del gato en la caja. Este planteamiento representa, hasta día de hoy, el mayor interrogante y paradoja de la física cuántica.

NOBEL DE FÍSICA

La gran reputación que alcanzó con su nuevo modelo atómico le aseguró una propuesto como Catedrático de Física Teórica en la Universidad de Berlín, un puesto más que prestigioso en aquel momento y que, hasta entonces, había estado ocupado por Max Planck pero que había quedado libre tras la dimisión de este. Sin pensarlo, Schrödinger aceptó la propuesta y entró a formar parte del equipo universitario berlinés donde, en sus propias palabras, “viviría los años más maravillosos en los que enseñé y aprendí”.

Sin embargo, la llegada del nazismo al poder fue un punto de inflexión para el científico. En el año 1933, pese a estar en contra del gobierno de Hitler, Schrödinger apuesta por mantenerse públicamente apolítico y, simplemente, abandonar el país ante la incomodidad que le provoca mantenerse en Alemania. En lugar de volver a su Viena natal, recibe una oferta londinense para unirse al equipo del Magdalen College, en Oxford. Y es, justamente, al llegar a esta institución cuando descubre que le han otorgado el Nobel de Física de ese mismo año.

Los años que pasó en Oxford no fueron, sin embargo, agradables para el científico. En sus memorias recoge lo infeliz que le hacían las formalidades innecesarias y la poca libertad de la institución, las cuales sentía que lo mantenía casi en una jaula. De esa forma, movido por sus ansias de investigar en más sitios donde brotase su creatividad y se sintiera libre de investigar, pasó el resto de sus años como científico moviéndose por universidades de toda Europa hasta que, finalmente, falleció debido a la tuberculosis un 4 de enero de 1961.

¿QUÉ ES LA VIDA?

Dentro de esos últimos años de tránsito universitario cabe resaltar su papel como divulgador y su faceta como filósofo, a través de la cual coqueteó fuertemente con ciertas ideas más éticas y profundas que involucraba la física cuántica. Como resultado de esos pensamientos, en el año 1944, Schrödinger publica una pequeña obra literaria llamada What is life (¿Qué es la vida?), a través de la cual aporta dos ideas fundamentales que tuvieron gran peso en el posterior desarrollo de la biología.

La primera de ellas hace referencia a que la vida no es ajena a las leyes básicas de la física, por lo que no se puede oponer a las leyes de la termodinámica: todos los sistemas biológicos tienden a mantener o ampliar su complejidad, exportando así la entropía que poseen. Por otro lado, predijo que la herencia biológica debía estar basada en cristales aperiódicos, en un momento temporal en el cual aún no se tenía constancia de la existencia de los ácidos nucleicos o las sales en la estructura genética.

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