El cerebro es un órgano extraordinariamente complejo que orquesta la gran sinfonía de nuestro organismo. Por ello, tratar de comprender sus entresijos y los mecanismos con los que funciona ha sido desde siempre una de las grandes metas de los fisiólogos y médicos. En la actualidad se están consiguiendo grandes avances en el conectoma, es decir, el estudio de las conexiones neuronales. De esta manera, se puede entender cómo los impulsos nerviosos se mueven entre las distintas áreas cerebrales y los órganos de los sentidos. Sin embargo, el cerebro no son solo neuronas, existe un abanico de células encargado de garantizar el correcto funcionamiento cerebral, las conocidas como células de la glía.

Los comienzos de la neurología

Muchos de los tratados médicos de los antiguos griegos y latinos fueron destruidos por la decadencia progresiva de La Biblioteca de Alejandría. Afortunadamente, se pueden encontrar textos posteriores o que fueron guardados en otros lugares como los de Rufo de Éfeso, que nos ofrecen una pequeña ventana al conocimiento del pasado. Gracias a la supervivencia de estos textos, actualmente sabemos que los médicos Herófilo de Calcedonia (c. 335-280 a.C.) y Erasístrato de Iulis (c. 304-250 a.C), considerados “padres de la anatomía”, popularizaron el uso médico de la palabra neurona 300 años antes de nuestra era. Para ellos, la neurona era la estructura del sistema nervioso en su conjunto, contando el cerebro, la médula espinal y los nervios.

Tuvieron que pasar más de 1500 años hasta que en 1664, en el libro Cerebri Anatome: cui accessit Nervorum Descriptio et Usus (La anatomía del cerebro, etc., y la descripción y uso de los nervios)Thomas Willis introdujo los términos médicos nervio y neurología al traducirlas del griego. Pero no sería hasta 1891, cuando el científico alemán Heinrich Wilhelm Waldeyer acuñó el término neurona para referirse a las células que forman el sistema nervioso.

Aunque a Wilhelm le debemos la popularización de la palabra neurona, quien realmente avanzó sobre el conocimiento de estas fue uno de los ganadores del Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1906; Santiago Ramón y Cajal. Cajal comprendió la importancia de las sinapsis neuronales y su papel fundamental en el funcionamiento del cerebro, lo que colocaba a las neuronas como las células nerviosas por excelencia. Con sus descubrimientos comenzó el desarrollo de la conocida como “doctrina neuronal” una nueva forma de comprender y estudiar el cerebro.

Durante todo el siglo XX los neurocientíficos se centraron en estudiar cómo la comunicación neuronal permite crear pensamientos complejos. Gracias a estos estudios se avanzó en el conocimiento tanto del funcionamiento del cerebro como de la causa de un gran número de enfermedades neurológicas. Sin embargo, mientras las neuronas copaban todos los titulares, otras células se mantenían a su sombra a pesar de formar parte de los mismos tejidos. Las células de la glía.

¿Qué es la glía?

Glía es un término que se utiliza para nombrar a las células que se encuentran en el sistema nervioso y que no son neuronas. Sus funciones varían según su especialización y son necesarias tanto para alimentar y proteger a las neuronas como para la transmisión del impulso nervioso entre las neuronas. Aunque cada vez se conocen más tipos distintos, principalmente se dividen en astrocitos, oligodendrocitos, microglía y células ependimarias en el sistema nervioso central, y células de Schwann y las células satélite en el sistema nervioso periférico.

La popularización y la mejora de los microscopios ópticos a principios y mediados del siglo XIX permitió el aislamiento y propició la aparición de los primeros dibujos de estos tipos celulares. Aunque se describió su forma, no se conocía su función y normalmente se las clasificaba como “tejido conectivo”. De ahí su nombre, del latín glia “pegamento” en referencia a que eran un mero soporte, o tejido de relleno, de las neuronas.

La primera vez que se les dio algún protagonismo fue cuando el otro ganador del Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1906, Camilo Golgi, propuso que la función del astrocito podría ser aportar nutrientes a una neurona. Golgi observó al microscopio como un astrocito se sujetaba con sus pies a un vaso sanguíneo, y dedujo que podría estar transfiriendo nutrientes de la sangre a la neurona.

Cajal y Golgi no coincidieron en sus hipótesis neuronales ni en la forma de entender el cerebro.Golgi defendía la doctrina reticular, es decir, pensaba que el cerebro era un sincitio y que todas las neuronas estaban unidas entre sí, lo que permitía su comunicación. Sin embargo, Cajal demostró que esta doctrina era errónea, ya que mostró a las neuronas como unidades independientes capaces de comunicarse entre ellas. Ahora bien, a pesar de sus diferencias, ambos Premios Nobel coincidieron en que las células de la glía tenían un papel mucho más importante que el que se les había dado hasta la fecha.

Pío del Río Hortegaacabó de definir las dos familias principales de células gliales del sistema nervioso central en 1921. La macroglía, formada por los astrocitos que ya habían sido nombrados por Cajal, las células ependimarias y los oligodendrocitos; y la microglía. Sin embargo, todavía tuvieron que pasar más de 30 años para que se creasen nuevas tinciones y se adoptasen nuevas técnicas del laboratorio que permitiesen encontrar la función de estas células, así como los cientos de subtipos celulares.

Un salto a la actualidad de las células de la glía

En la actualidad sabemos que el cerebro contiene aproximadamente el mismo número de neuronas que de células gliales, entre 80 y 85 mil millones cada una. Las células gliales tienen funciones muy complejas. Los astrocitos, por ejemplo, se encargan de alimentar a las neuronas, como ya sospechaban Golgi y Cajal, pero también tienen funciones estructurales, favorecen la creación de nuevas conexiones neuronales, eliminan el exceso de neurotransmisores y liberan hormonas como la prostaglandina.

Los oligodendrocitos y las células de Schwann tienen funciones similares entre ellas, ya que ambas recubren los brazos de las neuronas -conocidos como axones- con una sustancia conocida como mielina. Esta sustancia permite la transmisión de los impulsos nerviosos y su mal funcionamiento está relacionado con enfermedades. El ejemplo más conocido se produce por la destrucción de la mielina por parte del sistema inmunológico, que resulta en la enfermedad autoinmune conocida como esclerosis múltiple.

Las células gliales satelitales son un tipo celular que se encuentra exclusivamente en los ganglios del sistema nervioso periférico. Estas células envuelven a las neuronas e interaccionan con ellas, aunque no se conoce exactamente su función. Al contrario que los astrocitos, en los que una de estas células puede estar en contacto con varias neuronas, las células gliales satelitales únicamente están en contacto con una o dos neuronas. Se especula que podrían ayudar tanto al mantenimiento como a la reparación de daños neuronales.

Las células ependimarias recubren los vasos y canales del sistema nervioso. En su membrana celular, poseen unas estructuras llamadas cilios que mueven el líquido cerebroespinal. El flujo del fluido contribuye al mantenimiento del cerebro, ya que arrastra toxinas y material de deshecho y permite la migración de otras células de la glía y de tejido nervioso inmaduro.

La microglía se encarga de la protección del cerebro ante cuerpos extraños y de la reparación del tejido ante lesiones. Se trata de las células inmunológicas más importantes del sistema nervioso central y los investigadores estiman que representan aproximadamente del 10 al 15% de todas las células del cerebro. La microglía responde a señales que les envían las neuronas y otras células gliales, por lo que cambian su morfología y favorecen procesos como la plasticidad neuronal o la inflamación. Sin embargo, todavía existen incógnitas acerca de su papel en la función cognitiva, especialmente en adultos.

El futuro de la glía

El conocimiento que se ha generado durante los últimos años alrededor de la glía ofrece un mundo de posibilidades terapéuticas. Comprender todos los mecanismos en los que están implicadas podría ayudar a crear nuevos tratamientos para enfermedades neurológicas o lesiones cerebrales derivadas de traumatismos o infartos. Estos tratamientos, basados en reprogramación celular o en edición genética, podrían centrarse en la activación de las células de la glía ante determinados estímulos para favorecer la regeneración y el mantenimiento neuronal. Ahora bien, es importante remarcar que el cerebro es un órgano muy delicado, por lo que los potenciales estudios terapéuticos tendrán que realizarse priorizando la seguridad del tratamiento. De momento los expertos coinciden en la necesidad de seguir investigando estas células relegadas a la sombra de las neuronas.

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