Ha comenzado un nuevo año y lo único que nos hemos llevado del anterior ha sido una lista llena de propósitos que cumplir en estos próximos 366 días (sí, este año es bisiesto). Así, entre todos los imperativos de la checklist, vemos algunos que ya se repitieron al iniciar 2023, e incluso en 2022, lo que hace que nos preguntemos qué estamos haciendo mal.

Aunque el año nuevo se presenta como una nueva oportunidad para confiar otra vez en nuestra fuerza de voluntad, si volvemos a fallar lo único que puede suceder es que sigamos perteneciendo a ese 92% de personas que no logran alcanzar sus objetivos al llegar a la fecha límite, tal y como han mostrado diversos estudios

Pero en esta ocasión, resulta más interesante fijarse en ese ese 8% que sí llega al siguiente año con los deberes hechos: ¿qué hay detrás de su éxito? Lejos de tratarse de una cuestión irracional, la ciencia no ha dejado fuera de sus investigaciones la costumbre humana de ponerse metas, y en los últimos años ha determinado que sí existe una estrategia para conquistarlas.

Poner el foco en el hábito 

Comúnmente se plantean resoluciones de Año Nuevo enfocadas únicamente en el resultado, por ejemplo: «perder peso» o «conseguir empleo». Sin embargo, este es el primer paso para el fracaso: cuantos más generales sean los propósitos, menos posibilidades hay de que terminen por cumplirse, defienden estudios como el llevado a cabo por la American Psychological Association.

Por lo contrario, tendremos que desglosar cada «gran objetivo» en pequeños hábitos que nos conduzcan hacia él, como: «ir caminando hacia el trabajo todos los días» o «enviar dos currículums a la semana a empresas que me interesen», que podrían ser sustitutos más específicos para los prototipos anteriores. 

Hacer que el propósito sea alcanzable y medible

A la hora de plantear un objetivo, es importante tener en cuenta el nivel de ambición que conlleva teniendo en cuenta los recursos de los que disponemos. Dicho de otra forma, y con un ejemplo claro, si nuestro propósito en 2024 tiene que ver con viajar, debemos ajustar nuestro plan para conseguirlo en función de varios factores circunstanciales como: el dinero del que disponemos o que podremos ahorrar en cierto período de tiempo, el tiempo libre con el que contamos para realizar las escapadas, e incluso si dependemos de la compañía de otra persona para cumplirlo. 

En esa línea, el experto en psicología relacional Enric Soler Labajos, también tutor del grado de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), recalca que «es fundamental que los objetivos estén bien definidos, que sean realistas y mesurables. Si no se cumplen estas tres características en el objetivo, puedes dar por hecho que lo que tienes garantizado es un despropósito».

Pero, sobre todo, agradable

En su definición, un hábito nace de la repetición de una práctica que acaba convirtiéndose en una respuesta automática a una situación específica. Pero para repetir, hay que querer volver a realizar algo. Esa es la idea que persigue James Clear en su libro Hábitos atómicos cuando plantea que para incentivar esa reincidencia debemos hacer que los hábitos sean: de estímulo obvio, atractivos, de respuesta fácil y satisfactorios. En resumen, agradables y sencillos de realizar. 

Estas cuatro leyes nos llevan a pensar, justamente, en comportamientos nocivos como fumar o consumir drogas, que cumplen a rajatabla con estos requisitos porque hacen que el cerebro libere sustancias químicas que nos hacen sentir bien, como la dopamina

Sin embargo, los expertos apuntan que esta misma lógica, más que estudiada por la ciencia, puede ayudarnos a definir los hábitos positivos que queremos incorporar en nuestra vida. Además, animarse a uno mismo y celebrar los logros propios es una forma de ligar ese comportamiento adquirido a una emoción positiva, como lo es la satisfacción o la gratitud. 

Compartir tu propósito con el mundo

La presión que ejerce el grupo social al que pertenecemos es fundamental para entender por qué nos comportamos de una forma u otra. Este concepto, a caballo entre la sociología y la psicología, da explicación a muchas de las decisiones que tomamos en el día a día y, si bien a veces puede llevarnos por un camino poco deseado, en las resoluciones de Año Nuevo puede ser nuestro aliado. 

Una vez desglosados los propósitos en pequeños hábitos, filtrados en función del nivel de ambición y asociados a una emoción positiva, es momento de alejarlos del deseo y convertirlos en responsabilidad. En este sentido, la mejor forma de comprometerse con un objetivo es contárselo a las personas que nos rodean, porque, como hemos dicho antes, vivimos ajustando nuestro comportamiento a lo que los demás esperan de nosotros

Así, aunque no es necesario publicar tus objetivos de 2024 en las redes sociales, poner en común las metas con una amistad o un ser querido puede ser una buena estrategia para hallar ese sentido de la responsabilidad. Además, es probable que haya coincidencias entre ambas listas y puedas encontrar un «compañero» de propósito: algo que puede aumentar tus posibilidades de éxito, según demuestra este estudio realizado por los Departamentos de Sociología de varias universidades estadounidenses.

Crear un entorno favorable para la reproducción de hábitos

¿Por qué lavarse las manos es un hábito tan fácil de llevar a cabo? La respuesta está en nuestro entorno: y es que, comúnmente, en el trabajo, en los lugares de ocio, en los centros de salud e incluso en la calle disponemos de elementos que nos facilitan desarrollar este comportamiento

El espacio que nos rodea es fundamental para la reproducción de esos hábitos que queremos incorporar en el nuevo día a día, y no alinearlo con nuestros objetivos puede hacernos abandonar rápidamente. Así, si por ejemplo el propósito es «leer 10 páginas al día de un libro», lo ideal será colocar ese libro en un lugar visible de la casa, o llevarlo siempre encima (un piropo a los libros de bolsillo), para que la tarea se convierta en algo fácil. 

Y para deshacerse de un mal hábito, sucederá al revés: si lo que queremos es, por ejemplo, reducir el número de veces al mes que pedimos comida a domicilio, una buena estrategia será eliminar las aplicaciones móviles destinadas a ello, con el fin de dificultar la recaída en ese comportamiento. 

ser conscientes (no esclavos) del tiempo

El deadline de estos nuevos propósitos está muy claro: en este instante quedan todavía doce meses para cumplirlos. Con esto, el tiempo juega un papel muy importante en la consecución de los objetivos del nuevo año: lejos de obsesionarse con las fechas límite, sí puede resultar útil la teoría de los objetivos SMART, utilizada por primera vez por George T. Doran en el ámbito de los negocios. 

Por sus siglas en inglés, cada letra define que un objetivo debe ser: específico (S), medible (M), alcanzable (A), realista (R) y limitado en el tiempo (T). Así, la ciencia se ha encargado de confirmar la mayoría de estos puntos, pero con respecto a la T, resulta interesante fijarse en una de las estrategias que propone el autor original: ¿por qué no introducir evaluaciones periódicas dentro del tiempo establecido?

En este sentido, dividir el año en trimestres o cuatrimestres puede ser útil para detenernos y comprobar el progreso en nuestra adquisición de hábitos. Además, una evaluación a medio camino puede servirnos para auto celebrar nuestros propios esfuerzos y manejar mejor la tolerancia a la frustración.

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