Enclavado en el extremo norte de Botswana, el delta del Okavango es una caja de sorpresas por definición. Su extenso territorio abarca entre los 15.000 y los 22.000 kilómetros cuadrados, dependiendo de la estación del año. Esta variación, sin embargo, no se produce por arte de magia, sino que las crecidas de este río que nace en Angola y cruza la franja de Caprivi en Namibia hacen que el cauce de este río varíe a lo largo del año.

Sin embargo, pese a ser llamado así, la desembocadura del Okavango no es estrictamente un delta, sino que se trata más bien de un abanico aluvial de enormes dimensiones que se dispersa en el desierto del Kalahari. Es allí, a las puertas de este inmenso desierto, donde la Tierra reclama de vuelta su fuente de vida y el Okavango es absorbido tanto por infiltración como por evaporación, además del consumo de la fauna y de la flora de la zona.

Sus majestuosos paisajes sirvieron para que en 2014 la UNESCO eligiera esta región como Patrimonio de la Humanidad. La perspectiva aérea deja entrever las razones que dieron lugar a este prestigioso nombramiento.

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