¿Te suena el nombre de Laura Bassi? Lo más probable es que no, dado que es uno de esos fascinantes personajes que, a pesar de marcar un hito en la historia y desafiar las normas establecidas en su tiempo con un carácter empoderado, están condenados a que su nombre quede olvidado con el paso del tiempo. Sin embargo, vale la pena recordar a esta pionera que, en pleno siglo XVIII, consiguió romper con todos los estándares de la época y convertirse en la primera científica profesional de la historia, con una larga carrera en pie de igualdad, situándose como un importante referente para todas las científicas posteriores.

Por si fuera poco, Laura Bassi destacó también como poeta y científica, convirtiéndose en una niña prodigio con tan solo cinco años y en una de las mayores representantes de la física newtoniana en la Italia y en la Europa del año 1750. Y es que estudiantes de todo el continente emigraban a Bolonia únicamente para impartir clases con ella. Además, sus 12 hijos la convirtieron en una referente en la conciliación de la vida familiar y laboral, una situación que se creía imposible para una mujer en aquel entonces.

UNA NIÑA PRODIGIO

Laura Bassi nació en Bolonia en 1711 en el seno de una familia culta y acomodada. Desde pequeña, demostró poseer una gran inteligencia, así como rapidez en la asimilación de los conceptos más complejos. Su padre, abogado de profesión, al descubrir el alto potencial de su hija, se tomó muy en serio su educación, proporcionándole tutores que explotaran al máximo todas sus aptitudes: con solo 5 años ya se había coronado como niña prodigio. A esa misma edad, se le asignó como tutor al padre Lorenzo Stegani, quien la educó en instrucción básica, latín, francés y matemáticas. Cuando Laura cumplió 13 años, este fue sustituido por Gaetano Tacconi, el médico de la familia, quien le enseñó filosofía, metafísica, lógica e historia.

Rápidamente, los comentarios sobre las altas capacidades de la joven se extendieron por toda la comunidad hasta el punto de que los académicos e intelectuales de Bolonia pedían visitar la casa de los Bassi para conocerla. Con el paso de los años, su nombre se hizo conocido en toda Italia y, en el año 1732, antes de cumplir los 21 años de edad, una serie de acontecimientos la hicieron afianzarse el título de una de las grandes mentes de la Italia del siglo XVIII.

En primer lugar, en marzo de ese año fue nombrada miembro de la Academia de Ciencias de Bolonia. El 17 de abril, participó en un debate público sobre filosofía, en el que destacó ampliamente sobre el resto, llamando la atención del cardenal Próspero Benedicto XIV –que más tarde se convertiría en el Papa Benedicto XIV-, quien la animó a continuar sus estudios y se convirtió en su mentor. Solo un mes más tarde, el 17 de mayo, la Universidad de Bolonia le otorgó un doctorado honorario debido a sus altas capacidades.

Ese junio, se sometió a un examen para dar clase en la Universidad que fue todo un éxito, convirtiéndose en la primera mujer en la historia en obtener un puesto como profesora de física en una Universidad. Finalmente, terminó el año 1732 dando su primera conferencia en la universidad, la cual fue tan aplaudida y vitoreada que fue posteriormente publicada.

UNA PRESTIGIOSA PROFESORA

Laura se convirtió en una profesora prestigiosa dentro de la Universidad de Bolonia. Por eso, cuando en el año 1745, el Papa Benedicto XIV creó una nueva sección en el Instituto de Ciencias con el objetivo de impulsar la actividad científica en Bolonia, resultó muy sorprendente que Laura Bassi no se encontrase entre los 24 académicos llamados a unirse a ella. Sin embargo, ella no se conformó y exigió ser incluida en ese grupo de intelectuales. El Papa aceptó la petición de Bassi, creando una nueva plaza especialmente para ella, la vigésimo quinta, para que pudiese formar parte del Instituto.

Unos años antes, Laura había contraído matrimonio con el también científico Giuseppe Verati, quien la apoyó firmemente en todas sus aspiraciones y colaboró con ella en muchos de los proyectos en los que se embarcó. Uno de ellos tomó forma en 1749, cuando ambos inauguraron un laboratorio y una escuela de física experimental en su propio domicilio. Se trataba de un espacio destinado a la enseñanza de la física newtoniana, un pensamiento que era toda una novedad en el momento y del cual Laura era una fiel seguidora. Pronto, la escuela se convirtió en un completo éxito a la que acudían estudiantes de todas partes de Europa, interesados por conocer las teorías newtonianas impartidas por la científica, pues estas aun no se habían incorporado a los temarios de las Universidades.

Uno de los últimos logros de su carrera ocurrió en 1776, solo dos años antes de su muerte cuando, junto a su marido, presentó su candidatura a un puesto vacante en la Cátedra de Física Experimental del Instituto de Ciencia de Bolonia. A pesar de que todo parecía favorecer que fuese su marido quien consiguiese la plaza, la perseverancia y audacia de Laura la convirtieron en la ganadora, marcando un nuevo hito en la historia y concediéndole, además, el título de presidenta del Instituto.

LEGADO Y BARRERAS

Pero, aunque pueda parecer un camino de rosas en el cual pudo ir abriéndose paso gracias a sus altas capacidades, Laura se enfrentó también a barreras de género que suponían una dificultad a la hora de labrar su carrera científica en igualdad. Así, por ejemplo, todo parece indicar que los compañeros de Laura de profesión se empeñaban en dejar claro una y otra vez que la ciencia “no era lugar para una mujer” y que el caso de Laura era especial, ya que contaba con una “inteligencia propia del género masculino”, por lo que no debía crear un precedente para el resto de mujeres.

Sin embargo, a pesar de representar un personaje tan célebre y ser una auténtica pionera para todas las mujeres que han dedicado su vida a la ciencia a lo largo de la historia, Laura ha quedado completamente ignorada y retirada al cajón del olvido con el paso de los años. Y es que, no es solo que no aparezcan referencias suyas en las historias oficiales de la ciencia italiana, sino que algunos historiadores han llegado a afirmar que las lecciones que impartía Laura se ubicaban únicamente en su casa, a pesar de estar documentado que dio clases en la Universidad.

A todo esto debe sumarse que ella y su marido tuvieron un total de 12 hijos, los cuales criaron de forma común, permitiéndoles a cada uno desarrollar sus actividades laborales sin ningún problema y convirtiendo a Laura en toda una pionera en conciliación de vida familiar y profesional.

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