Cuando llega la primavera cientos de animales salen de su letargo con dos objetivos en mente: alimentarse y reproducirse. En los humedales europeos y asiáticos, la subida de las temperaturas permite acelerar el metabolismo de la mayoría de los organismos, como las plantas y los insectos. Esta eclosión de vida pone a disposición de la rana bermeja (Rana temporaria) un auténtico banquete. La rana no hace ascos a ninguna comida y devora prácticamente cualquier insecto que le pase por delante para preparar su cuerpo ante lo que serán unos días de frenesí sexual.

La explosión reproductiva

Durante la época de reproducción, que dura aproximadamente 10 días, el apetito sexual de los machos es igual de voraz que su apetito normal. Tanto es así, que puede llegar a ser peligroso para las hembras. Al contrario que en otras especies de ranas y sapos, los machos de rana bermeja no se vuelven territoriales durante la época de reproducción. Por ello, cuando llega la hora de aparearse, salen todos a la vez en busca de una hembra, lo que puede dar lugar a las conocidas como “bolas de apareamiento”.

Estas bolas están formadas por hasta una decena de machos en celo que se amontonan encima de una hembra. En tierra firme la hembra puede sufrir golpes o aplastamientos, pero cuando las bolas se crean en aguas poco profundas, las consecuencias pueden llegar a ser fatales para la hembra al no poder respirar.

Hasta ahora, los herpetólogos pensaban que las hembras de rana bermeja no tenían ninguna defensa ante las hordas de machos, pero recientemente han descubierto que emplean algunas técnicas para poder escapar. Estas técnicas van desde gritar como un macho y revolverse, hasta fingir su propia muerte, con lo que consiguen que las potenciales parejas reproductoras les dejen en paz. Los comportamientos fueron descritos en el Instituto de Etología de Viena por la investigadora Carolin Dittrich en lo que es un claro caso de serendipia o “descubrimiento accidental”.

La reproducción de las ranas es peliaguda

Carolin dedicó sus estudios doctorales a comprender los métodos de reproducción de la rana bermeja. Esta especie se puede encontrar por humedales de Europa y parte de Asia, y cumple un nicho muy importante en los ecosistemas. Pero a Carolin lo que realmente le interesaba era cómo los machos elegían a sus parejas.

Según la teoría de selección sexual, las hembras eligen a los machos porque exhiben alguna característica concreta, porque es el miembro vencedor de los combates o se trata del individuo que domina un territorio. Durante el periodo de apareamiento, los machos de una especie pueden inseminar a varias hembras, pero las hembras generalmente se encuentran más limitadas por su ciclo reproductivo y por el número de descendientes que pueden crear.

Las discrepancias en los beneficios e intereses de ambos sexos acaban generando conflictos reproductivos que pueden derivar en infanticidios, o copulación forzada. Estos hechos, que desde la perspectiva humana los podemos llegar a ver como verdaderas atrocidades, suponen una presión evolutiva en la especie. Es decir, son una fuente de evolución, ya que las características de las parejas que consigan reproducirse con éxito llegarán a la descendencia y, tras el paso de varias generaciones, se convertirá en un rasgo común en la población. Por ello, el objetivo del estudio de Carolin era saber qué hembras prefieren los machos, las que son más grandes y, por tanto, pueden poner más huevos, o las pequeñas.

¿Y si las hembras son las que deciden?

El experimento era relativamente sencillo: dos hembras de distinto tamaño, un macho de rana bermeja en un terrario controlado con un poco de agua y unas cámaras para grabar su comportamiento durante una hora. Tras repetir el proceso con distintos machos y hembras y tras muchas horas de grabaciones, el interés inicial de la investigación quedó relegado a un segundo plano por los comportamientos que observaron.

De las 54 hembras que intentaron ser copuladas por un macho, el 83% trató de zafarse mediante una maniobra de rotación. Entre ellas, más de la mitad gritaban y chillaban tratando de imitar el sonido que hace un macho cuando otro le agarra accidentalmente mientras rotaban el cuerpo. Pero sin duda, la táctica más sorprendente era la de las hembras que tensaban las patas delanteras y traseras en una posición que recordaba a hacerse el muerto.

Los resultados confrontaban directamente la literatura científica reciente, en la que se asumía que la hembra era muy pasiva para evitar sufrir daños durante el apareamiento. Tuvieron que rebuscar en textos antiguos para encontrar un libro de hace más de 250 años en el que el pintor y naturalista Rösel von Rosenhoff describía esta conducta. El libro, denominado Historia Naturalis Ranarum Nostratium muestra dibujos y descripciones de ranas de la época con gran detalle y, entre ellas, el comportamiento que Carolin había observado en la rana bermeja.

Las respuestas que traen más preguntas

De las 54 ranas que intentaron ser copuladas, 25 consiguieron desprenderse del macho. Entre ellas, las más pequeñas tenían una mayor facilidad para escapar, y también eran las que mostraban más conductas de evasión. Los machos, en cambio, parecían no tener ninguna predilección por ninguna hembra, sino que iban a tratar de reproducirse con cualquiera de las dos, independientemente de su tamaño.

Todavía es pronto para entender la significancia biológica de estos comportamientos. Entre las posibilidades se baraja que, al tratar de evadirse, las hembras estén poniendo a prueba la fortaleza del macho. Pero el estudio tiene varias limitaciones. Por ejemplo, a cada pareja de hembras se le asignó únicamente un macho, por lo que no se pudieron observar las conductas que llevan a crear las bolas de apareamiento. También, los propios recintos eran artificiales y no tenían refugios donde esconderse o huir.

Por estas razones, se necesitan otros ambientes y un mayor número de ejemplares para tratar de comprender mejor el apareamiento de estas ranas. Puede que se trate de una adaptación, puede que haya componentes que todavía no hayan sido estudiados, o simplemente puede que las hembras no aguanten el acoso de los machos enajenados por las hormonas. Sea como fuere; la primavera, la sangre altera, especialmente si eres una rana bermeja.

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