Los opiliones más conocidos comúnmente como murgaños o segadores, son un orden de insectos enmarcados en la clase de los arácnidos. Se caracterizan por tener una estructura corporal muy parecida a la de las arañas, de las que, no obstante, entre otras características se diferencian por tener un abdomen y cabeza fusionados formando un todo, y unas patas muy largas, a veces desmesuradas en relación con su cuerpo.

Otra de las peculiaridades que diferencia a estos insectos de sus parientes más conocidos es que en algunas especies los machos no presentan una forma única, si no que son trimórficos, es decir, pueden adoptar 3 formas distintas. Una de estas especies es Forsteropsalis pureora, la cual ha sido objeto de un estudio reciente llevado por un equipo de investigadores de la Universidad de Auckland. 

«En Forsteropsalis pureora las hembras son de un tipo», explica Erin Powell, quien dirigió la investigación, «pero los machos son de tres: cada uno adopta un tamaño y forma de cuerpo diferente».

Así, por ejemplo, los machos alfa y beta son grandes y usan sus quelíceros -mandíbulas grandes y sobresalientes que pueden representar hasta el 50% de su peso corporal- como armas para luchar por las hembras. Los machos gamma, por su parte,  son hasta siete veces más pequeños y, en lugar de pelear, su estrategia de reproducción se basa en buscar hembras desprotegidas para aparearse furtivamente.

Estas criaturas también se caracterizan por otra cualidad especial: al igual que algunos lagartos o anfibios pueden deshacerse de sus colas para huir de un depredador, los murgaños pueden desprenderse de sus patas; eso si, con la salvedad, en este caso, de que no les volverán a crecer.

Según los investigadores, las cicatrices producidas por la pérdida de un miembro pueden ser un indicador del momento en que un opilión perdió una de sus extremidades, algo que según los datos de su reciente estudio, publicado hace unos días en la revista especializada Behavioral Ecology, podría estar relacionado con el tipo de macho en que se convertirán estos insectos. 

Así, los machos que perdieron al menos una pata durante su desarrollo tenían 45 veces más probabilidades de convertirse en machos gamma, más pequeños y débiles. “Tal vez esto se deba a la imposibilidad de conseguir suficiente alimento para su desarrollo ya que su caza se vio obstaculizada; o tal vez no tenga sentido invertir en grandes armas de combate cuando a la hora de pelear ya se encuentran en una desventaja evidente», explica Powell. 

«Entonces, los recursos de los arácnidos pueden invertirse en otras estrategias, como el tamaño de los testículos, la producción de espermatozoides o el equilibrio aeróbico», continúa, «todo ello para garantizar que aprovechen al máximo las más escasas oportunidades de apareamiento que puedan tener». Según la investigadora, adoptar una nueva estrategia, como luchar para encontrar hembras desprotegidas, es mejor que arriesgarse en una tradicional y potencialmente peligrosa pugna entre machos. 

El trimorfismo, o presentar tres formas distinta para un sexo, es un hecho poco común en el reino animal. Hasta ahora, los investigadores habían creído que una combinación entre genética y nutrición era suficiente para generar tanta variación dentro de una sola especie. El estudio de Powell, no obstante, ha puesto de manifiesto que los factores ambientales, como la interacción entre machos o con otros depredadores, podría ser más importante de lo considerado con anterioridad para determinar la forma adulta final de los machos.

Todavía hay muchas preguntas sobre por qué evolucionaron los alfas y betas, ambos con grandes cuerpos y armas, aunque con diferentes formas. Los investigadores aventuran que quizá cada uno tenga una ventaja diferente en las peleas: uno con más poder en sus mandíbulas, y otros con más alcance en las peleas donde extremidades y garras quedan enredadas. 

«Con su armamento ridículo e imponente y la variación extrema del tamaño de los machos, los murgaños de Nueva Zelanda son tan encantadores como desconcertantes», expresa Powell. «Todavía tenemos mucho que aprender sobre su fascinante biología, una ventana a la evolución de taxones animales aún muy desconocidos.».

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