Los majestuosos osos perezosos, también conocidos como osos labiados o bezudos -Melursus ursinus- son los únicos representantes de la familia de los úrsidos que se aventuran más allá de las regiones del Himalaya y el extremo noreste de la India.

De hábitos preferentemente nocturnos, estos cautivadores seres son la única especie perteneciente al género Melursus, exhibiendo un conjunto de características distintivas que los distinguen fácilmente de otras especies de úrsidos.  Entre ellas destacan su densa y negra melena, excepto por una distintiva banda blanca en forma de «V» en su pecho. Además, poseen un hocico largo con una nariz y labios notoriamente prominentes y flexibles, así como patas curvadas hacia adentro, rematadas con afiladas garras más idóneas para excavar que para atrapar y desgarrar presas. Es por todas estas características que, cuando los primeros zoólogos europeos recogieron las primeras descripciones hindúes y pieles de este animal, pensaron que se encontraban con una especie relacionada con los perezosos americanos, de ahí su nombre. 

Pero el parecido con los perezosos no termina aquí, sino que al igual que estos, el oso labiado también es extremadamente lento cuando se desplaza, puede trepar a los árboles, y en ocasiones muestran un comportamiento poco común como el que vemos en esta imagen tomada por el fotógrafo Aditya Singh en la Reserva de Tigres de Ranthambhore: transportan a sus crías sobre su lomo. 

«La madre buscaba comida. Estos grandes osos comen cosas pequeñas como termitas, insectos y bayas, por lo que tienen que caminar largas distancias para llenar sus vientres», cuenta el autor. 

“Los cachorros tienen cinco meses. Los osos perezosos son los únicos osos en el mundo que montan en la espalda de la madre hasta los 7 meses; estos tienen aproximadamente unos 5. Rara vez tienen más de dos cachorros, ya que no hay suficiente espacio en la espalda de la madre acarrear más», continúa. 

«Para mí resultan animales muy especiales. Por lo general, son tímidos y rara vez te regalan más de unos minutos para fotografiarlos. Lo bueno de este momento fue que estaban tan ocupados buscando comida que ni siquiera se preocuparon por nosotros».

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