Nota del autor: Michael D’Antonio es autor del libro «Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success» y coautor, con Peter Eisner, del próximo libro «High Crimes: The Corruption, Impunity, and Impeachment of Donald Trump». » Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Ver más opinión en CNN.

(CNN) — ¿Lo hará o no lo hará?

La pregunta es sobre Donald Trump. El cuestionamiento se refiere a sus planes para las elecciones de 2024. Según The Washington Post, el presidente sin poder está considerando una campaña para retomar la Casa Blanca en 2024. Dada la cantidad de republicanos a los que sin duda les gustaría la idea —incluso el elemento más sorprendente del informe del  Post es que Trump podría anunciar su candidatura al final de este año— no se puede descartar de inmediato.

Los expertos inversionistas apuestan a que Trump al menos hará un gesto hacia 2024 pronto. Las razones de esto, más allá de los números de las encuestas, deben incluir el estado de ánimo reflejado en su negativa a admitir su derrota en 2020 y su devoción a la loca noción de que de alguna manera fue despojado de un segundo mandato.

Más allá de la mera terquedad, la pose de Trump de hundirse con el barco se alinea con su marca política, que enfatiza la noción de que es poco convencional, combativo e implacable. También le permite pasar de un poderoso nativo mítico, como el outsider del «Señor Smith va a Washington» «drenando el pantano» de la política, a uno nuevo que lo convertiría en una víctima noble que, como la protagonista de la película Rocky, regresa valientemente al cuadrilátero.

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Las comparaciones de películas son adecuadas porque el presidente es, entre otras cosas, un dramaturgo talentoso que habló de selecciones de gabinete como un «casting central» y, según los informes, consideró usar una camisa de Superman cuando dejó el Centro Médico Walter Reed después de ser tratado por covid-19.

¿Asumió Donald Trump su derrota frente a Biden? 0:41

¿Qué posibilidades tiene Trump de ser candidato en 2024?

Si elige hacerse pasar por un luchador derrotado que vuelve a pelear, Trump también podría aprovechar una cantidad potencialmente enorme de dos cosas que anhela: atención y dinero. La atención la ofrecerían los medios de comunicación mientras recorre el país realizando mítines al estilo de una campaña que atraerían multitudes ansiosas por escuchar sus viejos insultos —»Torcida Hillary» y «Demócratas socialistas»— y nuevo material dirigido a ambos. El presidente electo Joe Biden y cualquiera que pueda desafiar a Trump en unas posibles primarias republicanas.

El dinero podría fluir hacia Trump si vende boletos para sus mítines y obtiene ganancias de la venta de mercadería oficial. Más recursos podrían llegar en forma de donaciones a los comités de acción política que él controlaría. El presidente ya ha enviado numerosos mensajes de texto y correos electrónicos para recaudar fondos para un comité llamado Save America. Si bien parte del dinero se ha utilizado para financiar la batalla legal de Trump por la votación de 2020, la mayor parte ahora se destina a actividades políticas futuras.

Pero una advertencia: si bien Trump encontraría muchas razones financieras y que estimulan el ego para postularse, podría arriesgarse a una guerra civil dentro del Partido Republicano provocada por aquellos republicanos que han pagado sus cuotas y esperado pacientemente su turno en una carrera presidencial.

¿En quién se inspiraría un segundo mandato no consecutivo de Trump?

Una cosa es cierta: Un Trump recargado ofrecería al país un espectáculo nunca antes visto y para el que no tenemos un modelo.

Ahora perteneciente al muy pequeño club de presidentes que no lograron ganar la reelección, Trump necesita un nuevo predecesor a quien emular. En el pasado, Trump ha indicado que su modelo a seguir en la Oficina Oval fue Andrew Jackson, el populista que cumplió dos mandatos sucesivos y cuyo trato cruel a las tribus nativas encontró eco en el trato de Trump a los inmigrantes indocumentados.

Pero quizás el único facsímil disponible para una posible futura presidencia es Grover Cleveland, quien sirvió dos mandatos no consecutivos, como presidente número 22 y 24 presidente, aunque esto no es una buena opción. A diferencia de Trump, Cleveland tuvo un largo aprendizaje político como sherif, alcalde y gobernador. Además, Cleveland ganó el voto popular en cada una de las tres elecciones en las que participó. (El del medio lo perdió en el Colegio Electoral). Trump perdió el voto popular ante Hillary Clinton por casi tres millones y ante Biden por el doble de esa cifra.

¿Se arriesgaría Trump a la ignominia de una tercera campaña presidencial en la que la mayoría lo rechazaría? Esta respuesta sería discutible si usara un esfuerzo de 2024 para distraerse de eventos futuros (como sus problemas legales) o si los problemas de salud hacen que su esfuerzo sea insostenible.

De cualquier manera, la noción de Trump ’24 bien podría conferir recompensas a corto plazo para su billetera y su ego, que, según sugiere su historial, no puede resistir.

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