Escasos minutos antes de actuar en Eurovisión, Nina salió corriendo en busca de una cabina. Quería hablar con sus padres antes de defender Nacida para amar en Suiza. Aunque tenía sólo 22 años, estaba más que curtida en las tablas gracias a orquestas como Costa Brava, Xavier Cugat y Janio Marti. Podría decirse que llevaba toda la vida subida a un escenario. Lo amaba, lo respetaba, lo cuidada… De ahí que, en esta ocasión, quizá la más desafiante de su carrera hasta entonces, necesitase un último abrazo en la distancia. “Se quedaron asombrados porque, como estaban pegados al televisor, sabían que no me quedaba nada para salir. Sólo quería escucharles y decirles que estuvieran tranquilos. Y con esa sensación me planté frente a la cámara. Pensé en ellos y canté”, rememora Nina 35 años después. Aquel 1989, España logró la sexta plaza con 88 puntos. Un puesto que repitió David Civera en 2001 y que sólo rebasó Chanel en 2022.

A partir de ahí, la artista se convirtió en una de las habituales del teatro musical con obras tan populares como Las cuatro cartasCabaret, Mamma Mia y Los puentes de Madison. En 2001, asumió la dirección de las tres primeras ediciones de Operación Triunfo, el formato del que salieron los siguientes representantes de España en el festival. Un reto que le permitió revivir la aventura eurovisiva desde otro ángulo. Sobre todo, dado el éxito masivo que había despertado el programa. Acompañó a Rosa, Beth y Ramón en plena vorágine televisiva, utilizando su experiencia personal para guiarlos. “Disfruté de darles mi soporte moral y profesional”, dice. Ha editado 12 álbumes que le han dado el reconocimiento y la valía para, en la actualidad, liderar su propia academia dedicada al entrenamiento y la rehabilitación de la voz. Desde NinaStudio atiende a El Periódico de España, del mismo grupo editorial. Basta una palabra para saber que es ella quien coge la llamada.

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Nina, junto a sus compañeros del musical ‘Companys’ en 1997.
ELISENDA PONS
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P. ¿Cómo se tomó su familia que quisiera ser cantante?

R. Con naturalidad, a pesar de que aquella época no es la de ahora. No obstante, tengo que reconocer que recibo a muchos padres preocupados por que sus hijos quieren dedicarse a la música.

P. Sin contactos ni padrinos en la industria, ¿cuáles fueron sus primeros pasos?

R. Hace 41 años vivía en un pueblo y, desde allí, las cosas se veían aún más lejanas si cabe. Parecía inalcanzable dedicarme a esto, pero todo se fue sucediendo. He tenido la suerte de que siempre ha habido alguien viéndome. Hoy, por ejemplo, tenemos las redes sociales. Y, por aquel entonces, había pubs. En ellos estuve hasta que Chicho Ibáñez me vio y pude dar el gran salto como azafata de Un, dos, tres… responda otra vez.

P. ¿Cómo le llegó la oferta de Eurovisión?

R. Fue a través de Hispavox, mi discográfica. Acepté con la condición de que pudiese ir con una canción que me gustara. De hecho, fui yo quien pensó en Juan Carlos Calderón como compositor. Al principio, él se negó porque ya había escrito para Mocedades, Paloma San Basilio, Sergio y Estíbaliz… Y decía que todo tema que no ganaba era una tema perdida. Insistí y le convencí.

P. ¿Qué pensó cuando escuchó Nacida para amar por primera vez?

R. Jamás dudé en que estaría a la altura de la cita. Tuve el honor de compartir el proceso creativo junto a Juan Carlos y me acuerdo que, de vez en cuando, me llamaba para enseñarme una nueva estrofa.

P. ¿Fue la única candidata de TVE?

R. Desconozco si otros sellos propusieron a sus artistas.

P. Aún no era tan conocida, ¿eso le generó presión?

R. No. En cambio, ahora, después de tantos años en activo y con muchos proyectos abiertos, sí sentiría la responsabilidad. Me limité a hacer lo que mejor se me daba: cantar. También es verdad que, antes, el festival no levantaba demasiado revuelo mediático.

P. ¿Cómo se preparó?

R. En 1989, Eurovisión aún era un concurso de canciones. Y, como tal, se tocaban en directo. Hoy, por contra, no lo es. No gana el mejor tema, sino el mejor paquete. Lo que sí organizamos fue el vestuario, el videoclip, el viaje… Y, al llegar a Lausana, trabajé con los realizadores para cuadrar la actuación. Me gustó que tuvieran en cuenta mi opinión. No hubo más.

P. ¿Cómo vivió aquel 6 de mayo?

R. Con ternura e ilusión. No estaba nerviosa. Al contrario, quería salir y hacerlo bien.

P. ¿Hubo algún pero?

R. La delegación española me trató súper bien. Como, por supuesto, el equipo de la televisión suiza. Además, Céline Dion fue la gran invitada tras haber ganado la edición anterior y pude cantar con ella en la jam session que se celebró después de la gala. Sin olvidar que quedamos en buena posición. Tal vez, si no hubiese sido así, tendría una sensación agridulce. Todos mis recuerdos son positivos.

P. Cuando cogió las riendas de Operación Triunfo, se determinó que el representante de España saliese de entre los concursantes. ¿Cómo fue esta nueva etapa?

R. Distinta. Si bien habían empezado a llegar los SMS, aún estábamos lejos del momento digital en el que vivimos. Asimismo, Rosa y Beth dieron bastante que hablar. Al haber estado en un programa con tanta audiencia, España estuvo pendiente del certamen. Eso hizo que lo viviese con más expectación, aunque en segunda línea como coach.

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Nina junto a Rosa López, en ‘Operación Triunfo’.
ARCHIVO
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P. ¿Qué pack le parecía mejor: el de Rosa, Beth o Ramón?

R. La canción que más me gustaba era la de Rosa. Era la más festivalera, un himno. El resto no eran canciones que musicalmente me tocasen.

P. ¿Cuál es su favorita de Eurovisión?

R. Me encantaba What’s Another Year de Johnny Logan. Marcó mi infancia. Lo mismo que ABBA con Waterloo. Las tengo grabadas. El resto de temas han pasado sin pena ni gloria con la excepción de Amar pelos dois, de Salvador Sobral. Adoro la música brasileña y el jazz, de ahí que me tocara de cerca.

P. Quedó sexta, una de mejores posiciones de España. ¿Qué nos ha fallado para que, en las últimas dos décadas, apenas hayamos salido de los últimos puestos?

R. No lo sé, pues entran en juego variables que no controlamos. De lo que no tengo duda es de que hay que prestar atención a proyectos como el de Chanel. Que quedase segunda, porque para mí no fue tercera, nos debería hacer pensar. Teníamos una intérprete increíble, un tema bien armado y una escenografía espectacular. Enganchaban a la primera. Deberíamos seguir apostando por cosas potentes y de calidad.

P. ¿Qué le parece la propuesta de Nebulossa?

R. Zorra no está dentro de mis predilecciones musicales. Igualmente, estoy muy lejos de su discurso y grito de guerra.

P. Los mensajes son importantes en Eurovisión. Y también se premian.

R. En el momento en el que no hay un jurado especializado y que parte de los votos proceden del público, el concurso se convierte en otra cosa. Pero tampoco puedes ir en contra de lo que vota la gente porque es lo que les gusta. De repente, puede caer en gracia un discurso como Zorra o un personaje como Chikilicuatre… y la audiencia manda. Está claro que, en el año de Chanel, ganó la solidaridad.

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Nina lideró el reparto del musical ‘Mamma mia’.
ALBERTO ESTÉVEZ
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P. ¿Por qué aún no hemos enviado ninguna canción en catalán, euskera o gallego?

R. Es un camino por andar, pero no me parece raro en un país que no ha asumido las lenguas de otros territorios. El hecho de que estas lenguas no se hayan hablado en el Congreso de los Diputados hasta esta legislatura es un buen ejemplo de lo que ha pasado en España. Ahora, por conveniencia o lo que sea, algo que estaba prohibido es absolutamente normal. Lo mismo debería pasar en Eurovisión: cada uno debería cantar en el idioma que sienta.

P. ¿Regresaría?

R. Para defender un tema, no. Sin embargo, iría como coach. Es una experiencia bonita a la que podría aportar mi bagaje. Conozco el pan que se cuece y sé cómo entrenar a una persona para que rinda estas circunstancias.  

 

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