Desde que los hermanos Marcelo y Julio Moura junto con Mario Serra decidieron volver al ruedo, Virus parece estar viviendo algo así como una “segunda juventud”. A poco más de un año de su histórico debut en el Luna Park, y tras emprender una exitosa gira de despedida por diversos puntos del interior del país y de Latinoamérica, el viernes 12 de abril por la noche la legendaria banda platense redobló la apuesta y brindó el concierto más grande e importante de su carrera. Un colmado Movistar Arena fue testigo fiel de una serie de alternativas que quedaron registradas para la futura edición de un nuevo álbum en vivo.

Secundado por una atractiva puesta lumínica y una enorme pantalla LED como telón de fondo, sobre la que desfilaron tanto el nombre del grupo como otras imágenes aleatorias, Virus ofreció un exhaustivo y variopinto recorrido por un cancionero que, sin dudas, ya forma parte del inconsciente colectivo del público argentino y de los miles de fanáticos que ha sabido cosechar a lo largo y a lo ancho de América Latina.

“Hombre plástico”, “Volátil”, “Lugares comunes” y la celebrada “Tomo lo que encuentro” dieron comienzo a una velada emotiva, plena de sorpresas y guiños varios para los fans de la primera hora, especialmente a través de versiones frescas y renovadas de un puñado de temas que durante años permanecieron ausentes de sus presentaciones en vivo. Así sonaron “Amor o acuerdo”, “El banquete” y un frenético popurrí con material de Recrudece, su segundo álbum lanzado en 1982, confeccionado a partir de fragmentos de “Se zarpó”, “Reportaje sincero y anticonvencional”, “Bandas chantas arañan la nada” y “Entrá en movimiento” con su característico y desafiante verso final “los críticos cacarean y nosotros ponemos los huevos”.

“Dame una señal”, “Destino circular” y en particular “En mi garage” levantaron al público de sus butacas para disfrutar con todo de un espectáculo abundante en climas y matices y que mostró todas y cada una de las diferentes caras musicales de Virus a lo largo de su trayectoria: la primigenia etapa new wave encarnada por los discos Wadu wadu y el ya mencionado Recrudece; el perfil rockero que destiló en Agujero interior; la elegante perfección synth pop de Relax y Locura y la veta más relajada, lánguida y delicada contenida en Superficies de placer e inclusive en Tierra del Fuego.

Un sonido decididamente pulcro, claro e impecable, sumado a exquisitos arreglos, colaboró e hizo relucir en gran medida el desempeño de una banda siempre compacta y precisa cimentada en la muy buena labor de Ariel Naón (bajo), Patricio Fontana (teclados), Agustín Ferro (guitarra) y el habitual empuje y pulso rítmico aportado por Mario Serra desde la batería. Por delante de toda esa estructura emergió, como ya ocurriera durante el show en el Luna Park, una bienvenida dinámica protagonizada por los hermanos Moura. Más allá de su correcto rol como cantante principal, Marcelo sumó una tercera guitarra además de ocasionales teclados y percusiones mientras que Julio, sin abandonar jamás su guitarra, se mostró cada vez más cómodo y muy a gusto haciéndose cargo de las voces en pasajes tales como “Los sueños de Drácula”, “Superficies de placer” y la bella y romántica melodía de “¿Qué hago en Manila?”, que contó con el acompañamiento en bandoneón de Fernando Samalea, único invitado de la noche.

Tras un solo a cargo de Mario Serra seguido de un breve intervalo, sobrevino una segunda y última parte signada por los hits que todos deseaban escuchar pero sobre todo por la emoción a flor de piel. Esto último quedó de manifiesto cuando la figura perfecta, hermosa y luminosa de Federico Moura asomó en la pantalla para entonar “Encuentro en el río musical” y “Amor descartable” junto a sus hermanos y a un multitudinario coro alzando bien en alto sus celulares para documentar cada detalle.

“Ustedes no saben lo que significa todo esto para nosotros después de tantos años”, expresó visiblemente emocionado Marcelo Moura mientras observaba cada uno de los rincones del amplio recinto ubicado en Villa Crespo con su capacidad a tope. Tanto sus lágrimas como su sorpresa resultaron totalmente comprensibles considerando el hecho de alcanzar semejante grado de reconocimiento y respuesta popular a más de cuarenta años de sus inicios.

“Imágenes paganas”, “Sin disfraz”, “El rock en mi forma de ser” y “El probador” fueron elevando la temperatura hasta arribar a un sprint final completamente arrollador. “Hay que salir del agujero interior”, “Mirada Speed”, “Wadu wadu”, “Pronta entrega”, “Una luna de miel en la mano” y “Carolina” marcaron el desenlace de un show vibrante, enérgico y poseedor de una indisimulable carga nostálgica anclada en los 80 aunque conservando a la vez absolutas vigencia y actualidad.

Todo esto es lo que encarna Virus, una banda icónica, por demás influyente y que con una reconocida, dilatada y rica historia ahora va por un próximo desafío: desembarcar por primera vez en España con el objetivo de conquistar nuevos públicos.

 

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