Cuando Xavi Hernández anunció la noche del 27 de enero su renuncia diferida y se originó el tsunami de futuribles entrenadores para el próximo curso, uno de los nombres que apareció con cierta rapidez fue el de Sergio Conceiçao.

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La candidatura del actual entrenador del Oporto se basaba, implícitamente, en la posible conexión que podría tener con Deco y porque su agente es Jorge Mendes. Estos fueron los argumentos velados que ha utilizado la prensa portuguesa para lanzarlo a escena y sostener su nombre hasta hoy.

La realidad, sin embargo, indica que Conceiçao, que termina contrato con el Oporto el 30 de junio, nunca ha entrado en ninguna pre-lista de futuribles hecha desde dentro de la entidad catalana.

Ningún miembro de la junta directiva, ni de la dirección deportiva, ni los profesionales que integran la secretaría técnica han mostrado el mínimo interés en el técnico. El motivo es diáfano: no tiene perfil para dirigir al Barça, empezando por sus argumentos futbolísticos. Sus propuestas tácticas no se encaja con lo que se busca. No tiene ADN Barça.

A sus 49 años y , estando en el Oporto desde 2017, el técnico portugués pretende dar continuidad a su carrera fuera de su país a partir de la próxima temporada. Cumple su séptima campaña consecutiva en los Dagroes y busca nuevos retos.

Y, burdamente, se ha asociado al Barça para autopromoverse y resituarse en el mercado como un candidato apto para entrenar en uno de los grandes centros del fútbol europeo. Es aquello que si el Barcelona lo quiere, algo tendrá.

 

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