En 2014, un funcionario de la embajada de Estados Unidos de Frankfurt, Alemania, cayó inconsciente de forma repentina. Nadie podía explicar el suceso, el agente se había desplomado sin presentar ningún síntoma previo y, tras un exhaustivo examen médico, el diagnóstico era claro: una lesión cerebral.

El incidente habría quedado en eso, un caso aislado, de no ser porque dos años después, en la embajada estadounidense en La Habana, Cuba, una veintena de funcionarios y agentes de la CIA experimentaron el mismo destino. Tras esto, lo que empezó como un caso aislado pasó a convertirse en un grave problema diplomático y de seguridad.

En la actualidad, se conocen más de 100 casos de estos eventos aparentemente inexplicables que les han ocurrido a diplomáticos de Estados Unidos, militares, espías, agentes y a sus familias. Y aunque es cierto que el argumento parece sacado de una película, en este caso parece que la realidad supera, por mucho, la ficción.

Qué se siente al sufrir el Síndrome de La Habana

Un síndrome es, por definición, un conjunto de síntomas que se producen en el cuerpo pero de los que no se conoce la causa. Para ello, han de presentarse en mayor o menor medida en todos los pacientes afectados.

En este caso concreto, las personas afectadas presentan síntomas muy variados que van desde dolores de cabeza crónicos, vértigo, pitidos en los oídos, insomnio, náuseas o deterioro psicofisiológico duradero hasta, en algunos casos, ceguera o pérdida de audición.

Para tratar de homogeneizar todos los síntomas y reducir las posibilidades de la causa, un panel de expertos de Estados Unidos ha destacado cuatro características troncales para el diagnóstico y la detección del Síndrome de La Habana. La primero sería la aparición intensa y fugaz de un fenómeno auditivo, en forma de sonido o de presión en al menos uno de los dos oídos o lados de la cabeza.

Tras la exposición al ruido aparecerían otros signos y síntomas como vértigo, pérdida de equilibrio o náuseas y dolor de oído. Durante el transcurso de estos síntomas, el paciente también experimentaría una fuerte sensación de localización o direccionalidad, es decir, sabría de dónde viene el estímulo que le provoca esas sensaciones.

Por último y más importante, para que puedan ser diagnosticados con este síndrome, todos los pacientes tienen que haber reportado estar sanos y no haber sido expuestos a otros factores ambientales antes del incidente que pudiesen explicar los síntomas.

¿Qué explicación tienen los síntomas?

Aunque por separado todos los síntomas son comunes a un gran número de dolencias e incluso a experiencias del día a día, la combinación de los 4 síntomas juntos en varias personas con orígenes distintos es un fenómeno inusual. Por ello, es razonable descartar trastornos neurológicos previos que pudiesen tener los pacientes.

Los informes médicos de la mayoría de los afectados muestran, tras los incidentes, daños en el cerebro o en algunas estructuras del oído, como los canales semicirculares, encargados del equilibrio.

Por tanto, los daños que sufren los que experimentan el Síndrome de La Habana tienen una causa física, y aunque la mayoría se han recuperado parcialmente tras años de terapia, su calidad de vida ha disminuido considerablemente.

Para averiguar cuál es la causa se han propuesto varias teorías que han surgido a raíz de las experiencias que vivieron los pacientes. Tanto el fenómeno de localización de la dirección del estímulo, como el dolor y la presión en los oídos que experimentaron los pacientes sugiere que podría tratarse de un estímulo con un origen tanto espacial como temporal, es decir, que lo más probable es que lo que haya provocado el daño provenga de un dispositivo que pueda emitir algún tipo de señal.

Ahora bien, ante la falta de evidencia es imposible saber exactamente qué tipo de dispositivo se ha empleado, ni quien lo ha utilizado, pero se han planteado innumerables hipótesis al respecto.

Armas experimentales, espías, y la URSS

El trabajo de investigación realizado por The Insider, en colaboración con 60 Minutes y Der Spiegel apunta a que el origen de los dispositivos podrían ser unos estudios realizados en la Unión Soviética en 1988 bajo el nombre en clave Reduktor.

Según indican, el programa Reduktor estaba centrado en controlar las decisiones de organismos empleando radiación electromagnética, especialmente microondas. En un principio, estos experimentos se realizaron en ratas y animales, pero en vez de conseguir la influencia que deseaban, acaban provocando graves quemaduras en la piel y daños cerebrales irreversibles.

Tras la caída de la Unión Soviética, los experimentos, que se estaban realizando en Ucrania, se trasladaron a Moscú, donde les pierden la pista.

Ahora bien, según la investigación, el programa Reduktor también cuenta con los esquemas para la construcción de un dispositivo portátil de emisión de radiación electromagnética que podría montarse sobre un vehículo y tener un alcance superior a 100 metros.

Sin embargo, no todas las sospechas apuntan a estos estudios. Como también indica la investigación, en 2010 un instituto de investigación ruso estaba trabajando en el desarrollo de nuevas tecnologías de zonas y armas acústicas. En el marco de ese proyecto, también se desarrollaron planos para la construcción de un arma acústica que cupiese en un vehículo comercial y con un alcance estimado de 10 a 12 metros.

¿Qué dice el informe de Estados Unidos?

Los expertos concuerdan en que tanto la radiación electromagnética dirigida como ultrasonidos de alta intensidad podrían producir las lesiones que muestran los afectados. En concreto, las ondas acústicas de alta potencia pueden producir lesiones cerebrales por los cambios de presión en el material que atraviesen y despolarizar los axones de las neuronas, interfiriendo en la comunicación neuronal.

Además, pueden romper las vainas de mielina necesarias para las conexiones neuronales y causar daños permanentes a los tejidos. Las microondas, en cambio, pueden dañar las neuronas al calentarlas, lo que provoca problemas neurológicos. 

Debido al efecto Frey, es posible oír un sonido (mayoritariamente una serie de clics) al estar expuesto a microondas por la estimulación del sistema auditivo. Concretamente, los expertos creen que estos sonidos provienen del calentamiento de ciertas regiones del cerebro, que provoca una expansión del tejido cerebral, lo que es detectado por la cóclea situada en el oído interno. Ahora bien, aunque ambos escenarios sean posibles, los expertos creen que es complicado que los efectos observados sean producidos por microondas.

Respecto a la situación con Rusia, la tensión entre los dos países ha ido en aumento durante los últimos años, pero desde el gobierno estadounidense piden prudencia antes de señalar culpables sin tener todas las pruebas. El gobierno Ruso no se ha pronunciado al respecto.

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