Martín Godoy, de 48 años, solo sonríe cuando habla de su trabajo. Y no porque testea videojuegos y, como dice él, es divertido y aprende mucho. Sonríe porque con ese trabajo retomó su vida después de estar cuatro meses viviendo en la calle. Si se puede hablar de “vivir”, dice, porque la pasó mal, porque se sentía nada, sin rumbo, triste, invisible.

Pero alguien lo vio y lo ayudó a conseguir un lugar en un hogar de Cáritas; y allí, otra persona lo vio y le habló de una organización que lo podría ayudar a conseguir un trabajo; y allí, en la Fundación Cultura de Trabajo, lo vieron, lo escucharon, lo capacitaron y hoy es parte del staff en una empresa que crea videojuegos.

“Nunca me imaginé viviendo en la calle”, dice Martín a LA NACION cuando habla de cómo pasó que un día dejó de tener un lugar propio. Con la voz pausada y serio, cuenta que hace unos años vivía con su exmujer y su hija en Caballito. Pero durante la pandemia de coronavirus, la convivencia colapsó.

“Yo trabajaba como personal de limpieza. Con el aislamiento me quedé sin trabajo y un amigo me dio un empleo en una fábrica de herramientas. Me mudé solo a un departamento que alquilaba. Pero después nos quedamos sin trabajo. Volví un tiempo muy corto con mi hija y después me fui a la calle. No me llevaba bien con su mamá. No quería molestar”, explica.

Oscar Flores tiene 38 años y, si bien aún se encuentra en situación de calle, es compañero de Martín en la empresa. En su caso, la muerte de su madre en 2020 y una discusión con sus hermanos porque no podían afrontar los gastos del sepelio, fueron el detonante que lo llevó a quedarse en las plazas del centro de la Ciudad durante ya cuatro años.

“Soy productor audiovisual, trabajaba en radios online. Pero tuve una crisis por lo de mi mamá. Así que empecé a parar en Plaza Miserere y en la Plaza de los Dos Congresos. En 2023 recolectando cartón me crucé con gente de fundación Amigos en el Camino y ellos me preguntaron por qué estaba en la calle. Yo no podía hablar, estaba muy mal anímicamente, casi sin ánimo de vivir”, cuenta Oscar muy elocuentemente, hoy con la voz segura y amable.

“Me dijeron que yo podía estar mejor y me gustó eso. Empecé a hablar de nuevo. Me contactaron con la Fundación Cultura de Trabajo y gracias a toda esa cadena de personas no solo trabajo, también retomé mis estudios en la Facultad de Ciencias Sociales, hasta me hice el DNI que había perdido”, continúa Oscar. Dice sus horarios de manera exacta para explicar en qué momento estudia, en cuál trabaja y cómo ahora para en un pasillo de un edificio donde viven unos amigos que se hizo en la calle.

“No hacemos caridad, damos trabajo”

Tanto Martín como Oscar agradecen el trabajo de los voluntarios de la fundación y las oportunidades que les dan las empresas, como la compañía danesa Berkana – Tactile Games, donde ambos trabajan desde marzo de este año.

“Leí una nota que hablaba de la Fundación y me gustó la propuesta. A veces se prejuzga a la gente que está en la calle y sin desmerecer ningún otro trabajo que les ofrezca, me pregunté ´¿por qué no pueden hacer algo más profesional? Hay carrera en lo que es tecnología. Yo empecé testeando videojuegos a los 17 y hoy tengo 37, así que sé lo que digo”, cuenta a LA NACION Rubén Ramírez, jefe de producto de la compañía que en 2010 se fue a vivir a Dinamarca.

La empresa tomó a cuatro hombres, entre los que están Martín y Oscar, y a una mujer, que es madre de dos niños y también como ellos se encontraba en situación de calle. “Trabajan muy bien. Estamos muy contentos. No hacemos caridad, los capacitamos y la idea es que otras empresas se animen a tomar más gente”, aclara Rubén.

Oscar sabe con exactitud los horarios de su agenda diaria. Se mueve en bicicleta por la ciudad. Ayuda en la Fundación Amigos en el Camino, es donador de plaquetas, se ofreció a trabajar también en la fotocopiadora de su facultad en sus pocos momentos libres.

“Existe la gente buena y confiable que te puede abrazar y mirar a los ojos cuando nadie se te acerca. Eso es muy humano. Y si hay algo que me enseñó este momento, es que hay que seguir ayudando porque hay una persona que va a salir de la calle gracias a vos”, dice Oscar.

Cuando se le pregunta a Martín qué es lo que sueña a futuro, hace una pausa y advierte: “Mi principal objetivo ahora es aprender y quedar efectivo en la empresa. Después veré de alquilar algo, pero paso a paso. Y lo importante es tener la voluntad, pero también la ayuda, como la que recibí yo”.

Ya animado con la charla, Martín resume lo que vive con una anécdota: “El otro día salimos a tomar algo con mi hija y nos pusimos a hablar de lo que pasó. Me dijo ´mirá que bien que estás ahora, antes estabas en la calle y ahora, con este proyecto tan lindo´ y se largó a llorar. Fue como un llanto de desahogo. Es que fue muy difícil para ella. Ahora está contenta y viendo de estudiar algo con salida laboral. Eso me pone feliz”.

Salir de la calle

De acuerdo a un censo realizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a abril de 2023 había 3511 personas en situación de calle. La cantidad de personas aumentó un 34% con respecto a 2022 cuando eran 2611. Poco más del 70%, son hombres y más del 60% tiene entre 19 y 59 años. De esas personas, el 64,6% asiste a centros de inclusión social, es decir, lugares donde pasan la noche. El resto, duerme en la calle.

Martín cuenta que cuando empezó a quedarse en la plaza Rivadavia no quería hablar con nadie. Se aislaba y veía “todo nublado”. Se alejaba de las ranchadas complicadas porque una vez le robaron el celular mientras dormía. Cuando podía se contactaba con su hija. Juntaba unos pesos y se iba a un viejo ciber de la zona y le dejaba mensajes en Facebook. Al día siguiente volvía para ver qué le había respondido ella.

“Mi hija sufrió mucho cuando supo que yo estaba en la calle. Tuvo una depresión. Eso me hizo muy mal. Pero yo no sabía cómo salir. Solo podía pensar en qué comer y dónde higienizarme. Eso era lo primordial. Hice changas, pero no podía tener un trabajo fijo porque necesitaba cambiarme, bañarme. ¿Quién te toma si le decís dónde vivís?”, se pregunta.

Las personas que trabajan en la Fundación Cultura de Trabajo tienen justamente ese objetivo. Facilitar la inserción laboral de personas en situación de calle. Primero las contiene, charla con ellas, conoce sus cualidades y las capacita para hacer frente a una entrevista laboral. Incluso, les da la ropa para presentarse y que se sientan seguras.

“En la entrevista de trabajo me hicieron jugar al Candy Crush, que yo ya conocía. Me dije, ´esto es divertido´. Me hicieron unas preguntas y quedé. Son seis meses de capacitación y después se verá si me efectivizan. Me puse muy contento”, cuenta Martín. Relata que su día laboral se concentra en descubrir errores de funcionamiento de los juegos y aprender cuestiones técnicas y de usabilidad de las aplicaciones.

Sobre el primer día de trabajo y su encuentro con otros, dice feliz: “Estaba nervioso, no sabía con qué me iba a encontrar. Pero el resto de los compañeros nos aceptaron, nos hicieron sentir cómodos”.

Cómo ayudar

Durante el mes de abril la Fundación Cultura de Trabajo se encuentra en el botón “Donar” de Mercado Pago con el objetivo de recaudar fondos para el sostenimiento de su programa de reinserción laboral para personas en situación de calle.Cuál es la mejor forma de ayudar a quienes están en situación de calle: La Nación armó una guía con 50 maneras de solidarizarse con las personas que duermen a la intemperie. Podés entrar haciendo click aquí

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