Lautaro Lezcano, Santiago Burgues, Gustavo Fernandes y Guillermo Rottgardt son cuatro guardavidas que patrullan el Río Paraná de las Palmas, ubicado en el Municipio de Escobar. Fundaron el equipo “Guardavidas Paraná de las Palmas” hace cuatro años con un doble propósito: mantener la seguridad de las personas que se encuentran cerca del agua y ocuparse de la protección ambiental.

Los guardavidas detectaron dos grandes amenazas ambientales que enfrenta hoy la región del Delta: los incendios y la cantidad de basura que se moviliza debido a la subida y bajada drástica del nivel del río, impulsado por fuertes vientos y precipitaciones. Esto afecta no solo a la biodiversidad del lugar, sino a las personas que también habitan allí.

Todos los días recorren el Paraná de las Palmas con una lancha, kayaks y piezas de rescate y juntan varios kilos de basura que son desechados por las personas que habitan o se reúnen en los costados del río. El río cuenta con unos 135 kilómetros y se extiende desde el Río Paraná Inferior hasta el Río de la Plata.

En sus recorridas diarias, el equipo de guardavidas recoge principalmente residuos plásticos. “Todo lo que son residuos cotidianos de botellas, tanto sea de bebida, gaseosa, como de residuos químicos, lavandina y detergentes”, cuenta Burgues, uno de los integrantes del equipo, de 24 años de edad. Además, “como es una zona portuaria, hay muchos envases como aceites y químicos que a veces incluso tienen un resto y se encuentran desechados en el río”.

La cuestión de recolectar basura del río, especialmente los plásticos, se dificulta cuando se convierte en un desafío aún mayor: los microplásticos. Elegida como la palabra del año en 2018, son pequeños fragmentos de plástico (menores de cinco milímetros) fabricados ya con ese tamaño o que se fraccionaron de uno mayor, como bolsas o envases de cualquier tipo, durante su proceso de descomposición.

La gravedad que pueden tener los microplásticos no solo es alarmante para el agua del río, las plantas o los animales, sino que pueden perjudicar a las personas. “Muchas especies se alimentan en el fondo del agua. Quizás donde tiro una botella que luego se degrada y se convierte en microplástico, el pez que se alimenta de ella dos años después lo puedo llegar a pescar y consumir yo. Entonces, es una cadena circular que no termina en donde contamino, pero después me alimento de eso que contaminé”, explica Burgues.

Problemas ambientales: incendios e inundaciones

El fuego en la región es uno de los conflictos que enfrentan tanto los guardavidas como el resto de los habitantes de Belén de Escobar. Después de tres años de sequía y escasas precipitaciones, los humedales más secos se vieron sometidos a un lugar de mayor combustión, de manera que “una pequeña brasa o una chispa, puede provocar un incendio”, afirma Lezcano.

A pesar de las temperaturas cada vez más altas, otro factor que incita los incendios son las actividades humanas próximas al río. “La gente podía venir con la parrilla y hacer fuego al lado de los árboles”, declara Lezcano, quien cuenta que dos años atrás surgió una orden para controlar el fuego y que, “por suerte se pudo actuar, pero hay gente que todavía sigue viniendo con parrillas y que hacen fuego en zonas sumamente peligrosas”. Y aclara: “Por lo menos, en el horario que estamos nosotros los controlamos”.

La crecida del Paraná de las Palmas es otro problema que afronta el ecosistema y sus residentes. Según Lezcano, las subidas más fuertes que sucedieron en el último tiempo fueron de 3,70 metros en diciembre y el pasado 13 de febrero de 3,40 metros. “Es un fenómeno natural que no se puede prevenir, pero sí se puede trabajar para avisar a las personas que habitan en la zona”, puntualiza el guardavidas.

“Este año va a haber una seguidilla de crecidas grandes. Las precipitaciones en la etapa húmeda de primavera-verano son mayores. Pero el tema de la sudestada tiene que ver con los vientos. El viento sudeste empuja agua del mar hacia el Río de la Plata, y el Río de la Plata a todos sus afluentes. Entonces, va a haber crecidas y sudestadas todo el año”, concluye Lezcano.

Plantar para prevenir

Para fortalecer el ecosistema y las áreas afectadas por el fuego y el agua, los guardavidas se ocupan de impulsar la plantación de árboles. “Toda la reforestación que hacemos es de árboles nativos, que no solamente ayudan a mantener la biodiversidad original de la zona, sino también a la lucha contra el cambio climático que se ha afectado en todo el mundo”, explica Lezcano.

Alguno de los árboles más plantados por los guardavidas son ceibos y timbós, los más comunes del Delta; espinillos, jacarandá, algunas clases de palos borrachos, sen del campo y otras especies nativas de la zona bonaerense, como tipas, ombúes y patas de buey.

Además, los guardavidas arman plantines para obsequiar a los habitantes de la zona, visitantes o turistas. De esta forma, promueven la plantación y la presencia de árboles nativos.

 

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