Óscar Trancamilla tiene 64 años, mientras habla relata un trágico hecho que vivió el año pasado, cuando perdió 300 vacas por una sequía que provocó falta de lluvias y, por ende, la ausencia de pasto. La mortandad de los animales comenzó a registrarla cuando el Senasa inició el proceso de vacunación contra la aftosa en la región. La pérdida asciende a cerca de $180 millones.

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Su campo, cuyo nombre es “La Lucha” y está en el departamento de Lihuel Calel, al sur de La Pampa, es uno de los tantos casos en una región donde murieron más de 5000 vacas y dejaron la actividad 40 productores.

“En abril del año pasado, esperando que llueva perdí las vacas, en ese momento no las vendí para evitar la descapitalización…”, dice. Oriundo de Río Colorado, el productor cuenta que el campo de 3500 hectáreas, donde sucedió todo, normalmente tiene por entonces entre 800 y 1000 animales. El establecimiento está en el centro sur de La Pampa, a 150 kilómetros de La Adela y sobre la ruta 34. Allí se le murieron 300 vacas, aproximadamente, por la sequía, cuyas imágenes trascendieron en los últimos días.

“Las vacas comenzaron a ponerse débil, se fue complicando la situación. A partir de la vacunación comenzaron a venirse abajo, porque estaban medio débil y con la vacunación levantan fiebre y se vinieron para abajo. No tuve más remedio que darle de comer a algunas porque no a todas les podía dar de comer, los caminos eran intransitables, se había puesto todo mal, no había pasto”, sostiene. Las autoridades de la provincia comenzaron a gestionar alimento balanceado para facilitarle a los productores. En paralelo, los productores también empezaron a ayudarse mutuamente para intercambiar rollos y maíz para evitar una catástrofe aún mayor.

Por la distancia que hay entre el campo y su casa -de 150 kilómetros-, el productor cuenta que va entre tres y cuatro días al pueblo, después el resto del tiempo lo pasa en el campo. “Me fui dando cuenta que los animales estaban cada vez más débiles; se van cayendo y cuesta volver a levantarlos. Hay otros que si encuentran agua se llenan mucho y después cuando se echan no se levantan más. No sucede de golpe todo, sino que va de a poco”, relata.

Según contó, en aquel entonces buscó campos en otro lado para llevar los animales e impedir una pérdida total: “No conseguí por ningún lado para llevarlos”. Con el tiempo encontró uno a 100 km al oeste de La Pampa, donde consiguió encerrar el lote que logró salvar. Como si fuera poco, se le sumó el problema de los caminos rurales. El traslado se convirtió en otra odisea por el estado de los caminos. “No podía pasar, pedí al municipio si me ayudaban a arreglarlos para poder trasladar, porque nadie hace nada, pero no pude”, se lamenta.

El lote de 300 madres Aberdeen Angus tenía un valor de $600.000 cada una. El productor dice que pudo salvar mayormente a los terneros, que se recuperaron en la primavera pasada, y las vacas que consiguió ubicar en otros establecimientos. “Este año estamos igual que el año pasado. Este año tengo que salir a vender sí o sí, porque si no no aprovecho nada”, afirma. El proceso de cría de una vaca, dice, le toma alrededor de tres años. “Es un tiempo largo para poder sacar algo. Ahora tengo que ver para moverme yo también, porque vivo de esto, del campo”, completa.

El régimen de lluvias normales en esa región es de 650 o 700 mm al año, sin embargo, en 2023 apenas alcanzaron los 300 mm en algunos lugares. Todo este combo derivó en falta de pasturas, el alimento necesario para la hacienda.

 

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