En 1995, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman publicó el libro Inteligencia emocional, que se convirtió en un bestseller mundial, traducido a 30 idiomas. El título del libro, de hecho, popularizó el término y le dio relevancia en campos como la psicología, la educación y el liderazgo empresarial, entre otros.

En ese trabajo, Goleman exploró la manera en que las habilidades emocionales como la autoconciencia, la empatía y la atención pueden ser tan importantes como la inteligencia cognitiva para tener una vida plena.

Así, la capacidad de reconocer y gestionar nuestras emociones y las de los demás, dijo Goleman, influye en nuestro bienestar general y se transforma en un factor determinante del éxito personal y profesional.

Desde entonces, este autor se ha convertido en un referente en el ámbito de la psicología y el desarrollo personal. Fue periodista científico de The New York Times, donde escribió durante años sobre el cerebro y las ciencias del comportamiento; fue nominado dos veces al Premio Pulitzer y recibió el Premio a la Trayectoria de la Asociación Estadounidense de Psicología por sus escritos. Además, fue cofundador de la Sociedad para el Aprendizaje Académico, Social y Emocional, dedicada a promover la educación emocional en las escuelas.

Lo cierto es que a su libro Inteligencia emocional le siguieron una gran cantidad de publicaciones sobre temas relacionados con el comportamiento humano, el mindfulness y el liderazgo. Y en este contexto se enmarca su último libro, Optimal, escrito junto con el psicólogo Cary Cherniss.

Basándose en investigaciones científicas, Goleman enseña ahora cómo aplicar la inteligencia emocional mediante métodos y herramientas para tener mayor productividad en el campo laboral y organizacional. El libro contiene las claves para lograr un liderazgo altamente efectivo: alcanzar el máximo potencial evitando el temido “burnout” que acecha a las sociedades actuales.

Qué es el estado óptimo

Según Goleman, se puede hacer cualquier cosa, incluyendo trabajar, en un estado “óptimo”. El concepto emerge de investigaciones de la Escuela de Negocios Harvard y el autor lo describe como un estado donde cada uno trabaja en su mejor nivel: está satisfecho con lo que hace y se siente bien, conectado y enfocado.

“He encontrado a lo largo de mi carrera como escritor, que ese estado aparece cuando puedo hacer fácilmente lo que tengo que hacer. Si no estoy en un estado óptimo es más difícil hacer cualquier cosa. Por la manera en que funciona el cerebro, cuánto más enojados o molestos estamos, es decir, si nuestras emociones están alteradas, menos habilidades, potencial, apertura y enfoque tenemos”, explica Goleman.

El estado óptimo, entonces, incluye todo nuestro ser, por eso al momento de reconocerlo en nosotros mismos es importante evaluar cómo se encuentra nuestra salud. ¿Estoy desempeñándome en el mejor nivel? ¿Me gusta lo que estoy haciendo? ¿Estoy concentrado o hay distracciones? ¿Estoy bien con las personas a mi alrededor?

Una de las prácticas que destaca Goleman que ayuda a mantenerse enfocado y, en consecuencia, a lograr un estado óptimo, es el mindfulness. Para explicarlo, el psicólogo realiza una analogía entre capacitar la atención y ejercitar los músculos. “Cuando uno levanta pesas, cada repetición hace que el músculo sea más fuerte. Lo mismo sucede con el mindfulness, ya que cuando hay una distracción, regresamos el cerebro al enfoque, y esa es la capacitación o el entrenamiento de la atención. Se puede practicar entre cinco y diez minutos en la mañana. Las ventajas las notamos cuando tenemos que reaccionar en la vida cotidiana. Por ejemplo, si nos molestamos por algo, podemos volver a enfocarnos y relajarnos más rápidamente”, detalla.

Otro punto importante es aprender a manejar el síndrome del burnout, esa mezcla de agotamiento y estrés que nos amenaza. “Hoy tenemos que lidiar con más cosas que en cualquier otro momento. Esa presión crea estrés, pero si solo tenemos estrés todo el tiempo y nunca nos recuperamos, vamos hacia el agotamiento emocional. Al lidiar con la emergencia, el cuerpo quita energía del sistema inmune y cardiovascular. Luego viene la fase de recuperación, en la que se prepara para la siguiente batalla”, explica Goleman. Ese tiempo de recuperación, agrega, está muy lejos de ser un desperdicio: por el contrario, es vital. Por eso, propone que siempre lo tengamos calendarizado y agendado con actividades que disfrutemos, como estar con nuestros seres queridos, jugar con nuestra mascota o caminar por la naturaleza.

En el ámbito laboral

¿Qué pasa cuando en un equipo de trabajo no hay buena comunicación o el líder no tiene inteligencia emocional? Todas estas variables influyen más de lo que creemos en el desarrollo de una actividad laboral y en la productividad colectiva de una empresa. Al hablar de inteligencia emocional, Goleman explica, también, que la empatía es una de sus bases fundamentales y que está íntimamente ligada a la falta o presencia de comunicación, fundamental en los ámbitos laborales. “Hay tres tipos de empatía. Primero, la cognitiva, es decir, entiendo cómo piensa el otro y el lenguaje que usa para explicar el mundo. La segunda es la empatía emocional: entiendo cómo se siente y yo lo siento también, porque es una transferencia de emociones. Por último, está la preocupación empática, en la que no solo sé cómo piensa y cómo se siente el otro, sino que me preocupo por él. Esta última significa que uno está ahí para apoyar a la persona, lo que genera confianza. Esa conexión es esencial cuando hay desacuerdos o malentendidos, porque significa que podemos seguir juntos y no pone en riesgo la relación”, detalla Goleman.

Para el psicólogo, el nivel de desempeño de un equipo de trabajo tiene una relación directa con cuán desarrolladas tengan sus capacidades emocionales los miembros de ese equipo. El desempeño mejora cuando hay un buen nivel grupal de inteligencia emocional. Eso los lleva a tener confianza, reconocer lo que pasa y lidiar con los conflictos.

En cuanto a los líderes, Goleman comenta que infinidad de veces lo consultan acerca de qué hacer cuando un jefe no tiene inteligencia emocional. “Lo que esto me indica es que hay demasiados líderes que podrían mejorar este aspecto. Por eso yo siempre insisto con que no podemos cambiar la situación externa, pero sí podemos gestionarlo internamente –dice Goleman–. En estos casos ayudan mucho los ejercicios de respiración: inspirar, mantener y exhalar lentamente. Las investigaciones demostraron que esto cambia la fisiología de estar ansioso y molesto a estar relajado y en recuperación. Sin dudas, es un accionar simple, pero mejora la posibilidad de enfocar la atención”.

Esta vez, desde una perspectiva laboral y de productividad, en su libro Optimal, Goleman se sigue adentrando en el campo de la inteligencia emocional, aunque siempre atento a nuevas investigaciones. Tiene claro, por ejemplo, que un área aún desconocida y que le gustaría abordar en un futuro cercano es la conexión entre la inteligencia emocional y las vidas longevas y saludables. Porque sin dudas, asegura, hay entre ellas una estrecha vinculación.

 

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