Corinne Poulidor no hizo ningún caso a su madre: Gisèle Bardet, la esposa de Raymond Poulidor, el ciclista más querido por el público francés, pero con fama de eterno segundón, les había dicho a sus dos hijas que no se casaran nunca con un ciclista. Sus maridos pasarían más tiempo con la bicicleta que con ellos.

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Corinne conoció en una discoteca de Martinica a Adrie van der Poel, un ciclista neerlandés que cuajaría un enorme palmarés como clasicómano. El matrimonio emparentaría a dos ciclistas capaces de convertir las carreras de un día en su gran especialidad, más que las vueltas de tres semanas, aunque con un matiz, porque Poulidor logró ganar la Vuelta a España en 1964, además de firmar ocho podios en el Tour. Le tocó vivir la época dorada de Anquetil, ganador de cinco Tours.

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el exciclista Raymond Poulidor acompañó al líder del Tour, Peter Sagan, en el podio 
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Poulidor ganó una Milán-Sanremo, una Flecha Valona y un campeonato de Francia en ruta. Ganó dos veces la París – Niza y otras dos veces la Dapuhiné. Fue tres veces tercero en el Mundial, una prueba que nunca logró ganar. También fue tercero en una Lieja. En la París – Roubaix, la prueba que su nieto Mathieu ya ha ganado en dos ocasiones, su mejor puesto fue el quinto que firmó en 1962.

De Francia a los Países Bajos

Su yerno, Adrie van der Poel, nacido en 1959 en los Países Bajos, también puede presumir de un excelente palmarés en las clásicas: nunca brilló en el Tour, la Vuelta ni el Giro (su mejor puesto fue 37º en el Tour de 1983), pero en cambio, ganó un Tour de Flandes, una Amstel, una Flecha Brabanzona, una Lieja, una Clásica de San Sebastián, la París-Tours y el campeonato de Países Bajos en ruta, además de dos etapas en el Tour. Fue tercero en la Paris – Roubaix de 1986, por detrás de Sean Kelly y de Rudy Dhaenens.

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Van der Poel, durante uno de los tramos adoquinados
EFE
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Como su hijo Mathieu, Adrie van der Poel fue campeón del mundo de ciclocross, una modalidad que permite a los ciclistas, cuando dan el salto a la carretera, tener una técnica especialmente depurada. No es una cuestión menor, sobre todo en carreras como el Tour de Flandes o la París – Roubaix, donde los adoquines son protagonistas.

Flandes y Roubaix son precisamente las dos últimas grandes pruebas conquistadas por Mathieu, el último de la saga (al menos de momento). Lo hizo a lo grande, atacando desde lejos, demostrando una superioridad abrumadora, que ni su abuelo ni su padre lograron demostrar en su día.

Mathieu (Alpecin), nacido en 1995, ya cuenta en su palmarés con varios monumentos: la Roubaix y Flandes por partida doble; además de una Milán – Sanremo. Solo le quedan para completar el póker de monumentos una Lieja y una Lombardía: vista su exhibición en Roubaix, no tardará en redondear aún más su palmarés.

 

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