Brian Andrada está tirado sobre una cama. Hace una semana que apenas duerme y casi no come. El amor de su vida lucha por su vida en la cama de un hospital al que la familia de ella no lo deja ir. No es para menos, Mailén está gravísima luego de un terrible accidente automovilístico que sufrió junto a él, que era el que manejaba. Su 2017 no puede ser peor y a los 19 años no encuentra fuerzas para seguir adelante. La única vez que pudo ir a verla le dijeron: “Están esperando que se muera”.

Casi todos sus amigos se alejaron. Y Facundo, el Ruli, su hermano de la vida y el único que lo había visto debutar en la Primera de Gimnasia y Esgrima La Plata, murió poco antes de un balazo policial cuando fue sorprendido mientras robaba. En ese contexto, el futbolista (¿o exfutbolista?), que por esas horas piensa en lo peor, recibe el llamado salvador de una vecina, quien le pide por favor que vaya a su casa. Ella le empieza a hablar de Dios y le afirma que Dios le dice que Mailén se va a salvar.

“Fue como que Dios estuvo siempre al lado mío, para levantarme y para decirme ‘tranquilo, que todo va a estar bien’. Dios me sacó de todo el mal que estaba pasando”, le contó a El Lado B de la B, un programa que publica sus episodios en Spotify y en el que se rescatan historias del fútbol de ascenso.

Nunca antes había llorado tanto como esa tarde. Ni siquiera en la pensión del Lobo platense, cuando con apenas 10 años se mudó allí desde su Mendoza natal en busca del sueño de llegar a ser jugador profesional y comía todos los días fideos pegoteados y veía cómo las ratas se paseaban por los pasillos de las habitaciones.

Siete años después, luego de tanta oscuridad, la vida le sonríe. Y a los 26 años le regala cosas como las de esta noche, cuando desde las 21 enfrente a Boca, nada menos que en la Bombonera, por la fecha 2 del Grupo D de la Copa Sudamericana. Sabe que es una parada brava y que su equipo, Sportivo Trinidense, no pasa por un buen momento (está anteúltimo en el torneo Apertura paraguayo). Pero vaya si sabe él de hacerle frente a los desafíos.

Dos años después de aquel terrible accidente, un Brian renovado y aferrado a Dios volvía a ser el que fue en un campo de juego. En Gimnasia y Esgrima de Mendoza se reencuentra con la pelota y con el amor. Una noche salió a pasear con un amigo. La casualidad, o el destino, hizo que volviera a encontrarse con Mailén. Se miraron a los ojos, se abrazaron y lloraron.

“Se me empezó a acelerar el corazón. Cuando me estaba yendo viene una amiga suya y me dice ‘Mirá quién está acá’, nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Le dije todas las cosas lindas que le había escrito en Facebook y ahí quedó”, compartió en El Lado B de la B.

Prometieron volver a verse, pero una semana más tarde ella volvió a ser hospitalizada. Una cirugía de urgencia porque tenía líquido en el corazón alteró los planes y volvió a ponerla a ella en riesgo. Pero, a diferencia de la vez anterior, le pidió a su madre que le avisaran a Brian. A escondidas del papá de ella, Andrada iba a verla todas las noches, dormía a su lado y del hospital se iba a entrenar.

Cuando al mes Mailén salió del hospital, finalmente reanudaron su noviazgo. Evaluaron tener un hijo, pero los médicos le habían dicho que como consecuencia del grave accidente automovilístico que había sufrido no iba a poder ser mamá. Contra todos los pronósticos, Mailén quedó embarazada en plena pandemia. Como era una paciente de alto riesgo debió quedar internada y hacer reposo absoluto. Todo eso rodeado de cientos de personas con coronavirus.

Todo iba sobre ruedas hasta que una nueva alarma se activó: los controles al feto arrojaron un diagnóstico complicado: hidrocefalia (acumulación de líquido en las cavidades del cerebro) con espina dorsal bífida. Según las estadísticas, el 90 por ciento de los chicos con esta patología no puede caminar, salvo que los operen dentro de la panza. Algo imposible de hacer en plena pandemia, con el agravante de que Mailén era una paciente de riesgo.

Le pidieron a Dios, rezaron mucho. Y mientras todos le decían que lo normal era que los bebés con esa patología no se movieran dentro de la panza, ellos notaban que sí lo hacía, y que incluso pateaba. Eso los llenaba de esperanza. Y entonces nació Mateo. Contra todos los pronósticos, tras el parto y rodeado por 10 médicos, el bebé se movía con normalidad y el tamaño de su cabeza era como el de cualquier otro. A las tres horas el neurocirujano determinó la operación. Todo salió bien y hoy Mateo corre, juega a la pelota y hace una vida absolutamente normal.

“Con el nacimiento de Mateo, todo se me empezó a ir para arriba. Con Gimnasia fuimos a Tucumán contra San Martín, fui al banco y me tocó entrar y hacer un gol. Y al poco tiempo me llegaron varias ofertas y terminé cerrando con San Martín”, compartió en El Lado B de la B. Después de 54 partidos y 4 goles en el Santo tucumano a comienzos de este año llegó la experiencia internacional: Sportivo Trinidense y la chance de jugar la Copa Sudamericana.

“Dios me sacó de todo el mal”, asevera cada vez que puede Brian Andrada, que esta noche jugará por primera vez en la Bombonera. Y más allá de lo que suceda durante el partido, seguramente volverá a agradecerle a Dios.

 

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