En silencio y con un trabajo intenso. Sin rendirse y con la confianza plena en que la gloria estaba al alcance de la mano. Tardaron 12 años, pero el disfrute es pleno. Ilia Topuria, el alemán de orígenes georgianos, que se convirtió en español, sacudió el mundo UFC con la conquista del título del mundo pluma y se robó todos los flashes. Pero detrás, se escucha un acento que poco tiene que ver con cualquiera de esas nacionalidades, porque Jorge y Agustín llevan más de 20 años en Alicante, pero se criaron en las calles de Congreso, tomaron mate, comieron asados y son argentinos de pura cepa. Ellos los hermanos Climent, y son los autores intelectuales del campeón español que pisó fuerte y “puso en ridículo” a Alexander Volkanovski, que se pavoneó por cuatro años como el amo de la categoría.

“Es como un sueño hecho realidad. Nosotros no nos sorprendemos, porque sabíamos lo que teníamos entre manos. Imaginate que hizo quedar en ridículo a la persona que ostentaba el cinturón durante cuatro años seguidos… Lo hizo parecer fácil, entonces, esto va a generar una repercusión mundial y todo esto lo hemos hecho solos, sin ayuda de nadie y teniendo una historia un poco dura, nosotros y ellos (por los hermanos Topuria, Ilia y Aleksandre)”. Las palabras de Jorge Climent, de 48 años, son claras, directas y el gesto que se advierte en su rostro de satisfacción permite comprender lo importante que para él y su hermano Agustín lo conseguido por Ilia, al que conocieron cuando apenas tenía 15 años.

Nada fue fácil, ni para Topuria, de 27 años, ni para los Climent. “Nosotros llegamos acá en 2002 después del corralito. Tuvimos que irnos de Argentina. Nosotros ya dábamos clases allá, siempre entrenamos como alumnos de Freddy Sukata. Vivíamos en Congreso y en un momento ya cuando empezamos a avanzar, comenzamos a dar clases y sucedió lo del corralito. Terminamos muy mal, porque mi padre quedó muy comprometido. Somos tres hermanos, uno se quedó y nosotros vinimos con mis papás y con la perra para España. Nos vinimos sin nada, teníamos 100 euros y la profesión. Llegamos y empezamos haciendo trabajos de todo tipo, lavado de autos en el aeropuerto, hicimos mudanzas, también trabajaba como portero de discoteca… Mientras buscábamos gimnasios en donde dar clases e ir armando un grupo de entrenamiento. Tuve un accidente fuerte en moto, tuve 16 operaciones, me rompí el fémur, la rodilla, entonces me dieron un dinero, y con eso conseguimos alquilar un local y montar el gimnasio que tenemos hoy. Durante esos cinco primeros años que creamos un grupo, teníamos unos 40 o 50 integrantes”, le relata Jorge Climent, desde Alicante, a LA NACION.

-¿Cómo llegaste al Jiu Jitsu? Porque nacieron en un país donde domina la pelota.

-Jugábamos al rugby de chiquitos, y cuando entré en el Colegio Militar de la Nación, es como que dejé esa actividad y me acerqué al boxeo. A mí siempre me gustó eso de pelear y busqué algunos libros para conocer más del tema. Durante ese tiempo que estuve ahí, mi hermano, Agustín (de 43 años) que practicaba capoeira, empezó a entrenar Jiu Jitsu. Él fue el primero, el precursor y entonces, cuando yo salí del colegio, descubrí lo que estaba haciendo, lo probé, me encantó y desde ahí no paramos. Yo estaba un poco perdido, no sabía qué estudiar, no sabía qué hacer y cuando descubrí esto me empecé a dedicar al 100%. Cuando nos tuvimos que ir, nos buscamos la vida. Yo tenía cinturón azul, mi hermano violeta, tuvimos que trabajar para seguir aprendiendo.

-No es una actividad tan difundida en la Argentina, ¿cómo se acercaron al mundo del MMA?

-Hicimos boxeo también antes de irnos de Argentina y mi hermano fue el que participó en el Primer Campeonato de MMA que se hizo en Mar del Plata. Cuando llegamos a España, nosotros hacíamos MMA, competimos en todas las disciplinas.

Cuando Jorge habla de lo que hacen con su hermano, lo hace con una pasión que no puede detenerse: “Nosotros venimos del Jiu Jitsu, pero nunca dejamos de evolucionar en todas las artes marciales. Es como sucedió con la MMA, si vos te fijas en la historia de la disciplina, arrancó porque el Jiu Jitsu fue el que empezó a probarse con todas las artes marciales. Los brasileños empezaron a decir que el Jiu Jitsu podía ganarle a todas las otras disciplinas y entonces empezaron a hacer videos en los que iban y desafiaban a los maestros de las artes marciales y hacía una pelea en la que valía todo, que podían pegarse, podían estrangular… Entonces fueron demostrando que ése era el arte marcial que le ganaba a todas las otras artes marciales. Lo que pasó es que a medida que todo esto se fue profesionalizando y se fueron mezclando las artes marciales, el Jiu Jitsu se volvió importante, es el núcleo, pero necesitás saber también de las otras artes marciales, que son importantes para que seas un deportista completo”.

El desembarco en España los puso en el centro de la escena. Los Climent querían dar un paso importante, dejar una huella y advirtieron que tenían herramientas para dar ese salto: “Nosotros dentro de España fuimos pioneros. Llegamos y existía como cinturón negro solamente Fabricio Verdum, en Madrid, y había otro cinturón negro, Robin Grace, en Valencia, que después se fue a vivir a Barcelona. Es decir, la mayoría de los españoles tenían un nivel máximo como el nuestro. Entonces sí había gente que hacía MMA, pero cuando Fabricio se fue de España, los que quedamos top fuimos nosotros. No había campeonato, no había nada. No teníamos dinero para salir a competir afuera. En el primer campeonato de España fuimos a participar y yo quedé segundo, y al siguiente año fuimos a diferentes campeonatos de Europa”.

Jorge tiene la garganta llena de historias, de superación, de sentir que lo que hicieron junto con Agustín se trató de algo verdaderamente gigante, porque se trató de superación absoluta: “Como no había demasiada competencias en España empezamos a organizarlas nosotros, pero al no haber Federación siempre teníamos miedo de hacer algo que no fuera legal. Entonces, hacíamos los campeonatos dentro del gimnasio y salíamos a mirar si venía la policía. Es como que nosotros creamos la afición que hay hoy en día acá en España. Y cada vez se está haciendo más grande y está siendo más aceptado”.

-¿Ustedes así llegaron a Topuria? Es cierto que la madre de él fue quien encontró a uno de sus peleadores en la calle y le recomendó que fuera a entrenarse con ustedes?

-Ellos tienen una historia también dura. Porque vienen de Georgia. Ilia nació en Alemania, pero se fueron a vivir a Georgia. La guerra allí los obligó a emigrar a España. En Georgia entrenaban lucha grecorromana, entonces, la madre estaba buscando dónde hacerlos entrenar. Ellos no hablaban español. La madre se encontró en el ómnibus con un alumno nuestro, que es cinturón negro, que se llama Hamlem, que es cubano, y que tenía las orejas reventadas. Entonces, la mujer le preguntó si hacía lucha, el chico le respondió que hacia Jiu Jitsu y le dijo que viniera a nuestro gimnasio. Cuando los trajo, eran unos niños, pequeñitos. Querían probarse y peleamos para ver si lo hacían bien. Yo tenía miedo de caerme encima de ellos y romperlo, como un pajarito. Entonces, mi hermano se ponía y les peleaba sólo con los pies y los finalizaba con los pies. Entonces ellos se quedaron impactados. Los entrenamos durante un año, aprendieron a hablar español, y al año le dijeron al papá que querían dedicarse full time a las artes marciales mixtas.

-¿Y qué pasó con el padre?

-Nosotros le dijimos que que si tuviéramos un hijo con las condiciones que tienen los suyos y que se quieren comprometer a entrenarse las 24 horas, nosotros lo apoyaríamos, porque en realidad esto que hacemos mucha gente no lo ve como algo… A ver, es como cuando tenés un hijo y quiere dedicarse a ser bailarín, ¿no?, el padre tiene como algo que lo bloquea para que lo haga. Este es un deporte y muchos padres creen que no hay estudio en esta área, y en realidad ser cinturón negro de Jiu Jitsu son 10 años de tu vida de estar yendo a entrenar y dedicarte las 24 horas. Entonces hay un sacrificio. Vas a poder vivir de esto igual que podés vivir de cualquier cosa. Porque al final podés haber estudiado arquitectura y terminar siendo taxista.

-Ese talento que tiene Ilia, ¿se advirtió de inmediato?

-No es sólo el talento, sabés. En este deporte es importante, aparte del talento, el deseo, la disciplina, la fortaleza mental… Es necesario ser constante y evolucionar. Es muy duro todo el proceso y eso es lo que te termina dando la disciplina. Ellos tenían mucha condición, pero lo que los caracteriza es lo dedicados y lo obsesivos que son. Ilia es muy analítico de todo, eso es un diferencial.

-Se corre bastante riesgo de un mal golpe. ¿Cómo se hace para recomendar una actividad así?

-En todos los deportes se corren riesgos, en el fútbol también. Siempre que trabajás con el cuerpo corrés riesgos. Mis padres no lo entendían al principio, pero cuando se dieron cuenta de cómo nos dedicábamos, nos apoyaron. Incluso, también nos salvaron en el momento de financiar este proyecto. Tengo unos padres maravillosos que nos han acompañado en todo el camino y ahora están súper orgullosos y súper bien. Por suerte todavía están y han podido ver todo el proceso. Para ser más claros, mi hermano tiene un hijo de 18 años, se llama Leo Climent, es súper conocido en Instagram y en TikTok. Es campeón de Jiu Jitsu, ha peleado en boxeo, en kickboxing, es campeón de sambo, tiene tres peleas de MMA… Mi hijo, que tiene 9 años, fue campeón de Europa el año pasado y en un puñado de semanas tiene su primera pelea de MMA. Entonces, mis experiencias pueden ayudar a comprender qué es este deporte. Que se trata de una actividad que va a aportarle seguridad al que lo practique, va a aportarle valores, códigos… Es un deporte que arregla los problemas de debilidad o de conducta. Si alguien hace bullying, se le pone en su sitio; si alguien no es seguro en sí mismo, le vas dando herramientas para que se sienta mejor. Entonces, es muy positivo. Además, se puede vivir de esto, el ejemplo somos nosotros y si son muy exitosos se puede vivir muy bien.

-¿El logro de Ilia les dio una explosión a nivel interés?

-Estamos cayendo todavía, vamos incorporando lo que ha sucedido. Pero en realidad no ha cambiado nada, sigo igual y siempre será así. A medida que vayan cambiando las cosas, supongo que en algún momento nos deberemos mover a un sitio más grande y seguir creciendo y haciendo más campeones. Hoy estamos en el mismo lugar en el que arrancamos, en la calle Burgos N° 8, en Alicante. Nosotros creamos todo de cero, por eso también la emoción. Comparándolo con el fútbol, esto es como ganar la Copa del Mundo.

-¿Cuál es el límite para Ilia?

-No tiene límites. Va a seguir creciendo. Es una persona muy inteligente, entonces él estará en este juego lo que tenga que estar. No creo que sea una persona que vaya a estar en exceso acá. Él va a estar, va a hacer lo que tenga que hacer y el día que tenga que retirarse, lo hará por la puerta grande. Yo creo que será invicto y con un montón de negocios, sin tener una necesidad tener que seguir forzando nada.

-¿Cómo se maneja ahora al resto de los peleadores? Porque todos van a querer lo mismo que Ilia…

-Digo que ahora empieza otro laburo que es bueno, hay que controlar a los otros, pues todos van a querer lo mismo. Todos son luchadores voraces. Esto no hace más que empujar a la gente, porque hay un montón de chicos hambrientos que también tienen historias de vida durísimas y que luchan día a día y que dejan todo. Entrenarse para ingresar en la UFC es como tener cinco trabajos. Además, es muy costoso económicamente entrar a un circuito. Es necesario tener gente que pueda ayudarte a ingresar al circuito; si estás afuera de un equipo, todo es mucho más largo y doloroso. Si vos sos un luchador amateur no recibís nada, vos te pagas todo. Si tenés un equipo o sos profesional, la organización te ayuda un poco, te pagarán 500 euros el hotel y el avión. Ojo, tampoco es que siendo profesional vas a recibir mucho dinero, sobre todo en las 10 primeras peleas. Entonces, es importante tu récord, porque así podés venderte.

La consagración de Topuria

-¿Cómo definirías a tu club y cómo se definirían vos y tu hermano?

-Al club, con una sola palabra: familia. Somos una familia. Y si tengo que definir a mi hermano y a mí, creo que nos definiría como los padres de la familia. Nos complementamos, cada uno tiene un aspecto que hace que seamos los entrenadores perfectos.

 

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