La vorágine política es de tal magnitud que los escándalos tienen corta duración. Cuando salen a la luz acaparan por horas la atención periodística y de la ciudadanía, pero en estos tiempos de redes sociales cada vez se difuminan más rápido. Lo único que se mantiene en un umbral mínimo es la paciencia del hombre de a pie que espera soluciones ya, no dentro de vaya a saberse cuántas elecciones. Pero los políticos están en su propio juego, solo volverán a prestar atención si la ciudadanía visibiliza su malestar de forma contundente o cuando tengan que salir a pedir otra vez el voto. Quizás reiteren las mismas promesas de la campaña anterior, pero con nuevos eslóganes para disimular la inacción. Como suele advertir una querida colega de esta redacción: “Moverse no significa progresar”.

Sobran los escándalos para graficar la situación. Para no deprimirnos, recordemos apenas tres muy recientes: los contratos de seguros en oficinas públicas manejados por personas cercanas a Alberto Fernández cuando estaba a cargo del Poder Ejecutivo, el uso discrecional de los fondos fiduciarios de organizaciones vinculadas con el kirchnerismo y el cruce de denuncias entre el entrenador de Independiente y el presidente de la AFA por los arbitrajes de los partidos.

Nada parece funcionar bien en ningún ámbito, a tal punto, que Claudio “Chiqui” Tapia pronunció recientemente una máxima de amplio espectro: “Cuando ganan no hablan, salen a pedir cosas cuando pierden”. El hombre fuerte del fútbol se refería a Carlos “El Apache” Tévez por su enojo ante el polémico arbitraje del match entre Barracas Central e Independiente.

Sin embargo, la apreciación de Tapia calza como guante en las expresiones de Pablo Moyano, que esquiva hablar de su defectuoso paso por el “Rojo”, pero se enfoca en criticar a funcionarios actuales en los que confiaba, o al menos permanecía mudo, cuando cumplían la misma tarea en el mandato anterior. “El maestro dibujante [Marco] Lavagna ha hecho un número para decir que la inflación está bajando”, lanzó Moyano. ¿Por qué no le cree el 13,2% de inflación de febrero si confió en la medición de los cuatro años del último gobierno kirchnerista? ¿O, peor aún, no vio ninguna inconsistencia en el censo 2022? ¿No le pareció raro que el Indec del “maestro dibujante” anunció tres cifras de población total? Sí, primero éramos 47.327.407, luego bajamos a 46.044.703 y terminamos “cerrando” en 46.234.830. Raro, todo. ¿O no?

 

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