Desde el momento en que Ana Mariel Martin se subió al avión, supo que estaba a punto de vivir la mayor aventura de su vida. Acompañada por su marido y sus tres hijos, la experiencia que se avecinaba no solo sería transformadora para su familia, sino que también serviría de inspiración para muchos argentinos que aspiran a migrar y alcanzar el “sueño americano”.

Nacida en Pilar, Buenos Aires, Ana logró convertir su propia odisea de invertir en los Estados Unidos en una exitosa carrera, después de enfrentar personalmente los desafíos y las satisfacciones de irse a vivir a otro país.

“Siempre me atrajo Miami y la idea de establecerme allá, aunque parecía algo fuera de mi alcance”, relata Ana por teléfono a LA NACION, mientras disfruta de un mate en su terraza, una costumbre que aún mantiene. “A mediados de 2019, algo hizo clic en mi mente. A pesar de que económicamente estábamos bien y no enfrentábamos grandes dificultades, sentía que mis hijos vivían en una especie de burbuja. Como madre, me invadía la inseguridad,y el deseo de buscar un lugar con una estabilidad económica más sólida, la idea de migrar se arraigó en mi mente”, cuenta la argentina.

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Junto con su marido, se dedicaban a varios negocios en los que habían invertido considerablemente. Siempre con espíritu emprendedor, Ana dirigía una heladería en Pilar que había bautizado como “Luna de fresa”. Aunque el negocio iba bien, no resultaba rentable y, según ella misma afirma, incluso empezó a perder capital. “Al no estar satisfecha, el deseo de emprender esta aventura era cada vez más fuerte, más en mí que mi marido. A él me costó convencerlo”, comenta con humor. “En un vaivén de idas y vueltas, le propuse ir por 20 días y que me diera la oportunidad de mostrarle Orlando y cómo era la vida allá, y si estaba de acuerdo, seguir adelante”, recuerda la emprendedora.

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Tareas de exploración y momento de decisión

En julio del 2019, viajaron a territorio estadounidense para realizar un análisis de mercado. “Había organizado encuentros con algunas personas que nos mostrarían diferentes negocios, ya que nuestro plan era obtener una visa de inversionista conocida como E-2. Esta visa, obtenida a través de la adquisición de un negocio, la presentación y defensa de un proyecto ante un cónsul, permitiría a mi marido, a mí y a nuestros hijos menores de 21 años vivir en los Estados Unidos mientras el negocio estuviera en funcionamiento. Si nos proporcionaba los medios de subsistencia necesarios, podríamos renovarla indefinidamente cada cierto número de años”, explica Ana.

Convencidos de que querían realizar el cambio, en septiembre del mismo año la pareja adquirió un local dedicado al negocio conocido como dry cleaners, que ofrece servicios especializados de tintorería y lavado en seco para prendas que requieren cuidados especiales. “Presenté mi proyecto y lo aprobaron en febrero de 2020. La mudanza fue toda una odisea, especialmente para una familia de cinco personas con dos perros, viajando desde Buenos Aires hasta Florida”, relata Ana. No solo tuvieron que adaptarse a las preferencias de planchado de los estadounidenses, sino que Martin también enfrentó el desafío de no hablar inglés. “Para atender a los clientes, tuve que memorizar entre tres y cuatro frases”, recuerda casi incrédula.

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El negocio comenzó a florecer, ya que en los Estados Unidos es común enviar la ropa a la tintorería regularmente. “La gente viste su mejor ropa para ir a la iglesia y al trabajo, y por lo general, las mujeres no planchan la ropa, sino que la llevan a las tintorerías, así como tercerizan muchas otras cosas a través de servicios. Este tipo de negocio resulta muy atractivo para los extranjeros, ya que la atención al cliente en el país no es muy buena. Entonces, los latinos, que somos expertos en hacer sentir bien a la gente, marcamos la diferencia”, asegura Ana.

Sin embargo, justo cuando todo parecía ir sobre ruedas, aproximadamente un mes después de llegar a Orlando, el mundo se vio sacudido por la pandemia. “De ninguna manera podríamos haberlo imaginado. Fue una situación extremadamente difícil, especialmente para una familia que estaba adaptándose a un nuevo idioma, nuevas costumbres y a un negocio hasta entonces desconocido. No teníamos idea de lo que iba a pasar; fue algo que nos generó un estrés increíble”, recuerda la emprendedora.

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Como consecuencia del covid-19, tuvieron que cerrar la tintorería, aunque asegura que no era obligatorio hacerlo. “En los Estados Unidos, el confinamiento no fue tan estricto como en otros países. Nuestros empleados nos pedían venir a trabajar porque acá se gana por horas trabajadas. Como veníamos de una mentalidad diferente, seguimos pagándoles aunque la tintorería estuviera cerrada. De todas maneras nos solicitaban trabajar horas extras, así que hicimos algo que ningún otro dry cleaners hizo: mantuvimos abierto el negocio durante la pandemia, tomando todas las precauciones necesarias”, relata la argentina.

Martin asegura que este fue un punto crucial para que la pandemia no acabara con todas sus esperanzas, ya que al ser los únicos proveedores de este servicio, atrajeron a una gran cantidad de clientes. Implementaron un sistema de entrega donde dejaban la ropa en la puerta, lo que les permitió continuar trabajando a pesar de que había menos personas que necesitaban el servicio debido a la imposibilidad de ir a la oficina durante el confinamiento. De esta manera, lograron sobrevivir al aislamiento y, hacia finales de año, el negocio prosperó al punto de que pudieron adquirir otro local en el barrio de Kissimmee, momento en el que el negocio despegó.

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“Estábamos a solo 15 minutos del parque de Disney, en una zona con una población tanto estadounidense como latina. Como argentinos, captamos muchos clientes latinoamericanos en esa área, ya que hablábamos español, pero también atendíamos al público estadounidense, ya que para entonces ya habíamos aprendido inglés. De esta manera, marcamos la diferencia una vez más”, asegura la emprendedora.

De la tintorería al real estate

Inesperadamente, cuando parecía que las cosas iban mejorando, ella tuvo que enfrentarse a una nueva dificultad. “Un día me desperté con un intenso dolor en el hombro y no podía mover el brazo derecho. Acudí al médico y me diagnosticaron el síndrome del ‘Hombro Congelado’. El estrés y la carga de trabajo combinados por los que habíamos pasado desencadenaron esta enfermedad. Fue entonces cuando tuve que comenzar una terapia de un año para recuperar la movilidad. Fue una experiencia terrible”, lamenta.

Su enfermedad le impidió trabajar en la tintorería, ya que requería un gran esfuerzo físico, incluso para tareas simples como manejar la caja registradora. Sin embargo, logró sacar algo positivo de la situación. Una vez que reorganizaron el negocio y contrataron más empleados, Ana aprovechó ese tiempo para perfeccionar su inglés y estudiar lo que más le apasionaba en la vida: el real estate.

“Con la experiencia que tenía en la gestión de locales comerciales durante años, me interesé en obtener la licencia para ser agente inmobiliaria o como se le dice acá, realtor. Tuve que pasar dos exámenes, ya que este trabajo requiere un sólido conocimiento de las leyes y regulaciones inmobiliarias”, explica la emprendedora. Una vez completado este proceso, obtuvo la licencia y comenzó a trabajar con clientes para comprar, vender o alquilar propiedades inmobiliarias.

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Al mismo tiempo que había iniciado el proceso de migración con su familia, la argentina compartía su experiencia en su cuenta de Instagram, ofreciendo consejos sobre cómo facilitar el proceso de obtención de la visa y el crecimiento de su negocio, entre otros temas. Esto le permitió acumular seguidores que recurrían a ella en busca de orientación sobre cómo migrar. “Indirectamente, comencé a ayudar a muchos argentinos al compartir mi experiencia para que supieran qué esperar al someterse a este proceso, desde los costos de la vida cotidiana, la educación, el alquiler, la atención médica, las compras en el supermercado y los impuestos”, menciona.

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A través de sus redes sociales, la ahora realtor comenzó a ofrecer recomendaciones sobre cómo adquirir una propiedad en Estados Unidos. “Muchos no saben que un extranjero puede solicitar préstamos, e incluso es más fácil y menos complicado que para los residentes. También hay casos de argentinos que desean invertir y obtener ingresos por alquiler desde cualquier parte del mundo. De hecho, vendí mi primera propiedad a un argentino que vivía en Canadá, todo a través de una videollamada”, relata aún sorprendida.

La emprendedora comenzó a acercar a los extranjeros al conocimiento y la posibilidad de obtener préstamos a 30 años y en cuotas de interés fijo -que oscilan entre el 6% y el 10%, dependiendo de cada situación financiera particular-. Para poder sacar este crédito, el extranjero debe ofrecer un pago inicial del 30% (aproximadamente) del valor de la propiedad que desea adquirir, y el resto se paga mediante el préstamo a 30 años. Hoy en día, Ana asesora y acompaña durante todo el proceso, desde la selección de la propiedad hasta el cierre de la transacción, y también conecta a los clientes con profesionales que pueden administrar las propiedades para su alquiler. “En general, se utilizan firmas digitales para los contratos, lo que permite realizar transacciones desde cualquier lugar del mundo”, comenta la emprendedora.

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Con respecto a las personas que desean residir en Estados Unicos, Martin también coordina entrevistas con abogados y ofrece consejos basados en su propia experiencia para que las personas puedan transitar la reubicación sin tantos sobresaltos y conociendo de antemano lo que pueden encontrar.

Actualmente, el dry cleaners sigue funcionando bajo la supervisión de su marido, mientras ella se dedica al sector inmobiliario, específicamente a vender mansiones en el barrio donde reside: Windermere. “Por las noches, se escuchan los fuegos artificiales de Magic Kingdom; incluso cuando voy a la pizzería del barrio y me siento afuera, puedo disfrutar de los fuegos artificiales mientras ceno, y eso es invaluable para alguien como yo, fanática de Disney”, comparte Martin.

Satisfecha con toda su aventura, hoy puede decir sin ninguna duda que cumplió el “sueño americano”. “Cada problema que enfrentamos, lo superamos y salimos fortalecidos, adquiriendo nuevas herramientas para adaptarnos. Con suficiente voluntad, trabajo y determinación, podés lograr lo que te propongas. Sin embargo, siempre les digo a todas las personas que migran que también hay partes difíciles, Lloré mucho y pasé noches sin dormir estudiando, trabajando hasta tarde, pero lo hice feliz porque era lo que siempre quise. Es un camino sacrificado; tenés que estar dispuesto a esforzarte. Hay que ser creativo, y si las cosas no funcionan como esperabas, siempre hay otra manera”, concluye Ana.

 

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