ROSARIO.- Esta semana casi no se habló de otra cosa. El lunes, la ciudad amaneció al ritmo de un feriado, en el que pulso de las bicicletas se impuso a la falta de transporte público, los chicos se quedaron en casa por las escuelas cerradas y a los grandes les costó salir del estupor. Fue un fin de semana raro. Apagado. Como en pandemia. Y una semana que será recordada como un punto de inflexión en esta película de terror que sigue sumando capítulos. Los asesinatos a sangre fría de cuatro trabajadores cambió el eje del enfrentamiento entre bandas a terrorismo urbano.

El martes la ciudad siguió paralizada. El paro de transporte que llevaron adelante los colectiveros, que despidieron a su compañero Marcos Daloia, que falleció el domingo, resintió la actividad. La vida cotidiana de los choferes de taxis (dos de ellos fueron asesinados la semana pasada en dos días consecutivos) sigue siendo dramática. Recién volvieron a circular de noche el jueves, porque “no les queda otra”.

La Puma de zona oeste, donde el sábado a la noche ocurrió el crimen a sangra fría del playero Bruno Bussanich, cierra sus puertas a las 10 de la noche, como el resto de las estaciones de servicio de la ciudad.

Durante toda esta semana, la más violenta desde que comenzó la guerra narco hace más de una década, un equipo de LA NACION recorrió y documentó lo que viven los vecinos. Muchos piensan que en esta guerra cualquiera puede ser el elegido de los sicarios.

Entre los testimonios están el de Oscar Bravo, que escribió la canción Rosario Sangra después de la ola de crímenes, y a quien le asesinaron a su compañero de grupo, Ariel Ávila porque sus letras “molestaban”. También habla Daniela Toni, rectora del Normal 3, colegio donde hace un par de años sufrió la muerte de una alumna de secundaria bajo una balacera narco. Y el crudo relato de Cristian, compañero del playero asesinado, quien sostiene que trabajar ahora se convirtió “en una ruleta rusa”.

Cintia Lares, viuda del taxista Diego Celentano, víctima de uno de los cuatro crímenes la semana pasada, cuenta: “Nos arruinaron la vida de una forma inexplicable”.

A mediados de semana, y con el desembarco de nuevas fuerzas federales y de equipamiento de las Fuerzas Armadas, Rosario empezó a recobrar su ritmo habitual. La ministra de Seguridad de Patricia Bullrich consideró que los narcos “han logrado sembrar el terror”. El gobernador Maximiliano Pullaro pidió, por su parte, una modificación del artículo 27 de la Ley de Seguridad Interior para lograr la intervención abierta de las Fuerzas Armadas en conflictos como este. “Son actos claramente terroristas”, explicó.

El anuncio de las autoridades cayó con escepticismo en el rosarino promedio. En la última década y ante cada escalada de violencia, hubo anuncios de todo tipo para combatir a los narcos. Aunque algunos planes bajados desde la Casa Rosada tuvieron mayores resultados que otros, lo cierto es que esta sociedad que se acostumbró a vivir con la muerte descree de los anuncios y clama por resultados.

 

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