Sin agua no habría vida, esto es una realidad. Hace más de 4.500 miles de millones de años, cuando la Tierra se formó, el agua fue una de las sustancias responsables de que se crearan las primeras formas de vida, y es imprescindible para que todo ser sobreviva hasta el día de hoy. 

Aunque no siempre lo veamos, este elemento de la naturaleza se encuentra en casi todo lo que nos rodea: en las moléculas de cada organismo vivo, en las nubes que sobrevuelan nuestras cabezas, circulando por el interior de la Tierra… es tan propio de nuestro planeta que a menudo pasamos por alto que no se trata de un recurso ilimitado. 

Así, como tantas veces ha ocurrido desde el desarrollo de la sociedad postindustrial, hemos sobreestimado la capacidad de regeneración de este medio vital y no hemos hecho suficiente para preservarlo, dejando las aguas de múltiples puntos del mundo en una situación de crisis. 

Recientemente hemos recibido noticias sobre la imposición de medidas de ahorro en algunos puntos de España, una solución de último recurso ante una alerta por sequía. Sin embargo, para encontrar soluciones reales debemos ir mucho más allá, empezando por entender los desafíos que sufren las aguas del planeta y, sobre todo, manteniendo una importante pregunta en mente: ¿Cómo podemos cuidar este preciado recurso?

TODO EMPIEZA EN CASA

Sí, el panorama global puede resultar abrumador y quizás pensemos que no hay mucho que se pueda hacer a nivel individual, pero nada más lejos de la realidad: toda acción cuenta, por pequeña que pueda parecer. 

Casi un 97% del agua del planeta es salada, lo cual reduce a poco más del 3% la cantidad de agua dulce disponible para nuestro uso, y parte de ella se encuentra congelada en los glaciares o bajo la superficie terrestre. En total, solo un 0,025% del agua potable es accesible. Por tanto, conservar y hacer una buena gestión de ella será esencial. ¿Qué podemos hacer en el día a día?

Usar detergentes biodegradables y productos de limpieza ecológicosReciclar debidamente el aceite de cocinar según la normativa local, no tirarlo por el desagüe. Lavar la ropa en cargas completas.Usar duchas de bajo flujo, recolectar el agua que se vierte mientras sale caliente, cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes o nos afeitamos.Regar las plantas con agua reutilizada.No utilizar el inodoro como basurero para evitar que los residuos lleguen al mar. Hacer un buen mantenimiento de tuberías, evitando fugas y atascos. 

PENSANDO EN GRANDE

Si extrapolamos estas acciones cotidianas a un contexto global, en seguida nos daremos cuenta de que los problemas que abordamos no son tan distintos: la escasez, la contaminación, el fallo de estructuras esenciales,…

A grandes rasgos, esta situación de crisis ha ido tomando forma debido a las consecuencias del calentamiento global, el aumento de la población y el consumo excesivo, así como las malas praxis llevadas a cabo por grandes empresas o la gestión insostenible del agua potable por parte de algunos gobiernos.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha previsto que, de seguir las tendencias actuales, más del 50% de la población mundial sufrirá las consecuencias de la escasez de agua hacia el año 2050. 

No obstante, no todo son malas noticias: informes recientes de la misma ONU indican que se han abierto nuevas vías de cooperación internacional en materias de acceso al agua y saneamiento seguro en todos los territorios del mundo.

Este dato nos ayuda a imaginar un futuro más optimista en el que todos contribuimos y aportamos soluciones a las dificultades que sufren las aguas de nuestro planeta, creando sistemas de desarrollo sostenible. ¿Qué está ocurriendo a gran escala y cómo lo podemos cambiar?

LOS OCÉANOS, UN ECOSISTEMA FUNDAMENTAL

Es prácticamente imposible abordar cualquier tema relacionado con los problemas de recursos y no terminar mencionando el cambio climático, una realidad que tiene afectaciones directas o indirectas en casi todos los ámbitos de la vida en nuestro planeta. 

A pesar de que los océanos no son una fuente de agua potable per se, se trata de una parte fundamental del sistema hídrico que hace circular el agua continuamente entre estos, la atmósfera y la superficie en lo que conocemos como el ciclo del agua. Por tanto, de su correcto funcionamiento depende una parte del agua potable que usamos como recurso. 

El calentamiento global progresivo del planeta ha producido cambios importantes en la mayoría de los ecosistemas, y los océanos no son ajenos a estos efectos. Bajo sus aguas se esconden a simple vista unas corrientes vitales para la regulación del clima entre el mar y la tierra.

La alteración de este delicado equilibrio afectaría de forma extrema, entre otras cosas, a los patrones de precipitación y al nivel del mar, causando que varios sumideros de carbono se degraden, como es el caso de los propios océanos y algunas selvas. En consecuencia, el cambio climático se aceleraría todavía más. 

¿Qué podemos hacer para salvaguardar estos ecosistemas fundamentales? 

En primer lugar debemos reducir de forma drástica nuestras emisiones de gases de efecto invernadero para dar la oportunidad al planeta de restaurar su equilibrio natural y recuperar unos patrones de precipitaciones sanos. 

Por otra parte, la contaminación del agua del mar puede darse a partir de la práctica de actividades y deportes acuáticos, o por el vertido de basura y otras sustancias contaminantes. Limitar el uso de los transportes acuáticos contaminantes también reducirá las emisiones de CO2 y, además, evitará una parte de los derrames accidentales de hidrocarburos. 

vertidos contaminantes en el sistema hídrico

Tan solo unos meses atrás a muchos nos sorprendía la decisión del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) que permitía que Japón arrojara las aguas residuales de Fukushima al océano Pacífico. A pesar de que este es un ejemplo muy particular, sí que refleja la creencia general de que «un solo derrame no tendrá grandes consecuencias». 

Ahora bien, no todos los residuos que terminan en el agua han llegado allí a causa de un derrame accidental o casos particulares y estudiados. Es bien sabido que algunas fábricas alrededor del mundo llevan a cabo vertidos ilegales de distintas sustancias y materiales residuales en ríos, mares, lagos e incluso en las aguas subterráneas. 

Un estudio publicado unos meses atrás en la revista Nature Geoscience ha estimado que actualmente hay unos 3.200 millones de kilogramos de materiales residuales y sustancias contaminantes en las aguas del planeta, y que a ellos se suman una media de 500 millones de kilogramos más cada año. Aproximadamente un 13% de ellos proviene de los ríos, y un 40% de las costas, y no solo contaminan los propios ecosistemas, sino que suponen riesgos adicionales para la salud humana

¿Cómo podemos garantizar que las aguas fluyen más limpias por todo el sistema? 

El motivo detrás del vertido de residuos es que en muchos casos se hace una gestión ineficiente de los múltiples desechos que genera la actividad humana en la actualidad. Existe una dificultad generalizada para reciclar todo lo que se fabrica, por lo que primero debemos vigilar nuestros niveles de sobreproducción y optar por materiales biodegradables siempre que sea posible. 

Además, las distintas políticas y legislaciones alrededor del mundo deberán acompañar estos objetivos, actuando desde la prevención hasta la creación de  soluciones de desarrollo sostenible, y tomando acción mediante normativas concretas para minimizar los daños ambientales.

En este sentido, podemos colaborar con nuestras decisiones personales de consumo y también a nivel político, ofreciendo apoyo a organizaciones que vocalicen estas preocupaciones ante los organismos competentes.

SEQUÍA Y DESPERDICIO DEl AGUA POTABLE

Tal y como hemos podido ver, el pequeño porcentaje de agua dulce del que todavía disponemos se encuentra amenazado por la contaminación de los ecosistemas, el aumento de las temperaturas globales y las consecuentes alteraciones en el patrón de precipitación. 

Estas alteraciones no sólo implican fenómenos meteorológicos más extremos y frecuentes, sino que ya hace tiempo que observamos la ausencia de lluvias durante períodos significativamente más largos. Cuando llueve, el agua moja la superficie terrestre pero no se introduce en ella hasta llegar a sus capas interiores, desde donde contribuiría a alimentar reservas hídricas como los acuíferos, embalses y pantanos. 

Así es como poco a poco estas reservas van reduciendo el valor dentro de su capacidad total, perdiendo más agua potable de la que logran recuperar y provocando, en ocasiones, situaciones de sequía como la que están viviendo algunas zonas de España en estos momentos. 

¿Cómo podemos influir en el desperdicio del agua a nivel global? 

Todos los consejos y soluciones mencionados con anterioridad siguen teniendo sentido en el contexto de una sequía. En esa misma línea, y más allá de las acciones cotidianas con las que podemos ahorrar agua de forma directa, hay que tener en cuenta que muchas de nuestras decisiones diarias influyen en la forma en la que el agua se utiliza en el mundo. 

Por ejemplo, algunas de las comidas que podemos consumir requieren de una cantidad desproporcionada de agua para ser producidas. Por tanto, escoger conscientemente una alimentación con menor gasto hídrico es una forma de contribuir al ahorro del agua potable y fomentar un sistema alimentario más sostenible.

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