La propuesta del Antropoceno como nueva época geológica ha provocado un intenso debate científico y social. Esta denominación busca reflejar el impacto sin precedentes de las actividades humanas sobre la Tierra, sugiriendo que hemos trascendido el Holoceno, que comenzó 11.700 años antes del año 2000, cuando terminó el episodio frío conocido como Dryas Reciente, perteneciente a la última glaciación.​​​

Desde su concepción, el Antropoceno ha suscitado tanto fascinación como escepticismo. Se argumenta que la humanidad, a través de sus actividades industriales, agrícolas y urbanas, ha modificado la faz del planeta de manera tan profunda que justificaría el amanecer de una nueva época geológica. 

La evidencia de esta transformación se encuentra en la alteración de los ciclos de elementos vitales como el carbono y el nitrógeno, el acelerado cambio climático, y la invasión de tecnofósiles, como el plástico y el hormigón, en el registro geológico.

Los cinco fenómenos principales

El Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (AWG, por sus siglas en inglés), establecido en 2009 bajo el amparo de la Comisión Internacional de Estratigrafía (ICS), se dedica al estudio y caracterización del Antropoceno. Este equipo multidisciplinar de científicos ha identificado una serie de fenómenos distintivos que marcan la profunda influencia de la humanidad en el planeta. Entre estos fenómenos se incluyen:

Aumento exponencial de la erosión y el transporte de sedimentos: la transformación de paisajes naturales para dar paso a ciudades y espacios agrícolas ha acelerado drásticamente la erosión del suelo y el movimiento de sedimentos. Esta alteración no solo modifica la topografía y los cursos de agua, sino que también tiene profundas implicaciones para los ecosistemas acuáticos y terrestres, afectando la biodiversidad y los ciclos naturales de renovación del suelo.

Alteraciones en el ciclo de elementos esenciales: la actividad industrial y agrícola ha provocado desequilibrios significativos en los ciclos del carbono, nitrógeno, fósforo y diversos metales. Estas perturbaciones afectan desde la fertilidad del suelo hasta la calidad del aire y del agua, comprometiendo la capacidad del planeta para sostener la vida tal y como la conocemos.

Cambios climáticos y sus consecuencias: el calentamiento global, impulsado principalmente por la emisión de gases de efecto invernadero, conlleva una serie de efectos secundarios que incluyen el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos. Estos cambios amenazan la vida marina, alteran patrones climáticos globales y ponen en riesgo zonas costeras habitadas.

Transformaciones rápidas en la biosfera: la biodiversidad, tanto en tierra como en el mar, enfrenta cambios sin precedentes debido a la explotación de recursos, la contaminación y el cambio climático. Estas alteraciones rápidas ponen en peligro la estabilidad de ecosistemas enteros, con consecuencias que van desde la pérdida de especies hasta cambios en la funcionalidad ecológica.

Expansión de los tecnofósiles: la era del Antropoceno se caracteriza también por la proliferación de materiales sintéticos como el hormigón y los plásticos, los cuales no solo contaminan el medio ambiente, sino que también dejan una huella duradera en el registro geológico. Estos ‘tecnofósiles’ son testigos de la era industrial y de la capacidad humana para alterar la composición material del planeta.

 

La evidencia recopilada por el AWG subraya la urgencia de repensar nuestras interacciones con el medio ambiente. Reconocer el inicio del Antropoceno implica no solo entender nuestra capacidad para influir en el planeta, sino también la responsabilidad de gestionar esa influencia de manera sostenible, buscando un equilibrio entre el desarrollo humano y la preservación de los sistemas naturales que sustentan la vida en la Tierra.

Críticas

Aunque la propuesta del Antropoceno se basa en sólidos argumentos científicos, también ha generado críticas. Por un lado, algunos expertos argumentan que, aunque la influencia humana sobre el planeta es indudable y profundamente preocupante desde una perspectiva ecológica y climática, no está claro si estos cambios constituirán una señal geológica clara y duradera que caracterice al Antropoceno en el registro estratigráfico.

La estratigrafía, que estudia las capas rocosas y su secuencia en el tiempo geológico, requiere de evidencia que perdure a lo largo de milenios. Algunos científicos plantean que muchos de los impactos actuales, aunque graves, pueden no dejar una marca distintiva o perdurable que los futuros geólogos puedan identificar claramente como el inicio de una nueva época geológica.

Por otro lado, se argumenta que la nomenclatura del Antropoceno tiene un valor más allá de lo estratigráfico; sirve como una poderosa herramienta de concienciación que resalta la magnitud y la urgencia de los retos ambientales enfrentados por la humanidad.

Esta perspectiva sostiene que más allá de las discusiones sobre su precisión geológica, el concepto del Antropoceno funciona efectivamente para movilizar esfuerzos políticos, sociales y científicos hacia la sostenibilidad y la mitigación del cambio climático.

De esta manera, el Antropoceno se convierte en un llamado a la acción, incentivando un reexamen de nuestras interacciones con el medio ambiente y promoviendo un sentido de responsabilidad colectiva por el futuro del planeta.

Sea como fuere, el proceso para que el Antropoceno sea reconocido formalmente es largo y complejo, involucrando varias etapas de revisión y votación por parte de organismos científicos internacionales. Aunque la propuesta ha enfrentado obstáculos, como la reciente votación de la Subcomisión de Estratigrafía del Cuaternario, el debate continúa, reflejando la relevancia del tema tanto para la geología como para la sociedad en general.

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