Sucede a menudo que se confunda con los dinosaurios con animales prehistóricos que en realidad no lo eran, o que incluso vivieron en épocas muy alejadas. Uno de los casos paradigmáticos es el del Dimetrodon, una vistosa criatura con aspecto de reptil que vivió durante el período Pérmico. Pero la realidad es que no era un dinosaurio y ni siquiera un reptil.

Ni dinosaurio ni reptil

Los Dimetrodon o dimetrodontes fueron unos animales prehistóricos que vivieron durante el Pérmico Inferior o Temprano, hace entre 295 y 272 millones de años aproximadamente. Esta sola razón bastaría para excluirlos como dinosaurios, ya que estos no aparecieron hasta el Triásico, al menos 30 o 40 años después de que los dimetrodontes se hubiesen extinguido por completo.

Pero además, carecían de una característica básica de los dinosaurios, las caderas debajo del cuerpo. Las patas de los dimetrodontes estaban situadas a los lados del cuerpo, con los codos formando un ángulo casi recto igual que sucede con los cocodrilos. Por este motivo también se les suele confundir con reptiles, pero ni siquiera entran en esta categoría: la realidad es que están incluso más emparentados con los mamíferos, por lo que durante mucho tiempo se les llamó “reptiles mamiferoides”, aunque actualmente esta definición está en desuso.

Científicamente hablando, Dimetrodon pertenece a una clase de criaturas llamadas sinápsidos, que incluye por un lado a los mamíferos y sus antepasados directos; y por otro a una familia llamada esfenacodónticos, todos extintos, que incluía a los dimetrodontes y otros animales relacionados con ellos. Los reptiles en cambio no son sinápsidos sino saurópsidos, una clase que engloba a los escamados (lagartos y serpientes), las tortugas, los crocodilios (cocodrilos, caimanes, aligátores y gaviales), junto con grupos ya extintos como los dinosaurios, los plesiosaurios o los pterosaurios.

Unos depredadores impresionantes

La vida de los dimetrodontes sigue siendo objeto de debate ya que a lo largo de la historia se han formulado diversas teorías sobre su comportamiento, entorno y especialmente sobre la función de su elemento más distintivo, su grande y vistosa vela dorsal.

La mayoría de los fósiles de Dimetrodon se han encontrado en terrenos bajos que durante el Pérmico eran probablemente humedales y pantanos. Por ese motivo, durante mucho tiempo se especuló que fuera un animal acuático, como los cocodrilos, y que su vela dorsal fuese una especie de timón. Actualmente esta teoría se considera descartada y se cree que era un animal completamente terrestre, aunque podía moverse por la costa ya que su dieta se componía en parte de pescado.

La mayoría de las especies de dimetrodontes tenían tamaños bastante grandes, que oscilaban entre 1,70 y 4,60 metros de longitud; la especie más pequeña conocida era del tamaño de un perro mediano, mientras que la más grande, Dimetrodon angelensis, tenía las dimensiones de una vaca y la altura de una persona adulta contando la vela dorsal. Se cree que se movían de forma parecida a los cocodrilos y que podían ser relativamente rápidos, alcanzando velocidades de entre 10 y 15 kilómetros por hora.

Las especies más grandes probablemente eran los superdepredadores de su ecosistema, con una dieta compuesta de pescado y animales terrestres y anfibios. Poseían dientes afilados de dimensiones variables – de hecho, el nombre Dimetrodon significa, literalmente, “diente de dos medidas” –, curvados y gruesos, que les habrían permitido agarrar presas de gran tamaño. Aun así no debían ser especialmente ágiles, por lo que se cree que eran depredadores de acecho.

La vela misteriosa

La característica más distintiva de los dimetrodontes es su enorme vela dorsal, sostenida por las prominencias óseas de las vértebras. Esta posiblemente tenía colores vistosos, aunque su función exacta aún es objeto de debate.

La hipótesis con más apoyos sugiere que era un mecanismo de termorregulación, para captar calor a partir de la luz del Sol o disiparlo cuando la temperatura corporal era excesiva. Los paleontólogos creen que el gran tamaño de estas velas les permitía calentarse por la mañana durante unas pocas horas y conservar el cuerpo caliente durante el resto del día; en caso de un sobrecalientamiento, al tener una superficie tan amplia podían disipar el calor rápidamente.

Una función secundaria de estas velas pudo haber sido la selección sexual. Los animales con una vela más grande necesitarían menos tiempo para incrementar su temperatura corporal y, por lo tanto, serían más eficientes y más fuertes. Se cree, aunque no está probado, que los dimetrodontes podrían haber presentado dimorfismo sexual y que las hembras eran de menor tamaño y tenían velas más pequeñas; existe la posibilidad de que también sus colores fueran distintos, como sucede con los machos de muchas especies que presentan una coloración más vistosa, pero es una simple hipótesis ya que es muy difícil determinar el color a partir de fósiles.

Esta vela puede haber sido, precisamente, la causa de su extinción debido a la dependencia de la luz solar para activar su metabolismo. Durante el Pérmico tuvieron lugar episodios de actividad volcánica intensa y los gases emitidos por las erupciones habrían tenido un doble efecto letal sobre los animales de sangre fría: por un lado bloquear la luz solar y por otro hacer bajar la temperatura global. Los animales de gran tamaño, que necesitaban una exposición prolongada a la luz del Sol para activar su metabolismo, estaban en una situación extremadamente difícil si el vulcanismo se prolongaba durante períodos demasiado largos.

Entre el Pérmico Inferior y el Medio, hace unos 273 millones de años, tuvo lugar una extinción masiva conocida como Extinción de Olson. Aunque menos conocida que otros eventos similares, tuvo un efecto importante en los sinápsidos, así como en los reptiles y especialmente en los anfibios. Esto allanó el camino para que se desarrollasen otro tipo de animales con el cuerpo cubierto de algún tipo de vello, como los antecesores de los primeros dinosaurios y mamíferos, ya que esta protección les permitía conservar mejor el calor corporal. A causa de ello, los dimetrodontes nunca llegaron a conocer a los dinosaurios con los que a menudo se les confunde.

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