Cada 22 de marzo se celebra el día mundial del agua para recordar su importancia como elemento indispensable para la vida, tal como lo definió Leonardo Da Vinci: “El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza”.

A pesar de que todas las actividades sociales y económicas dependen en gran medida del abastecimiento de agua dulce y de su calidad, al rededor del mundo, 2,200 millones de personas viven sin acceso a agua potable, según datos de las Naciones Unidas.

En la actualidad, el agua está muy amenazada por el crecimiento de la población, las crecientes demandas de la agricultura y la industria, y el empeoramiento de los impactos del cambio climático.

En este contexto, Honduras no es la excepción: Los incendios forestales y la sequía que afecta a Honduras ha vuelto más escasa el agua en importantes ciudades como Tegucigalpa, donde su población de 1,5 millones de habitantes está recibiendo el líquido cada vez más racionada, llegando a pasar de siete a nueve días comenzando el marzo.

Incluso, las autoridades del SANAA esperan que la situación empeore entre abril y mayo sin no se presentan lluvias. Cabe señalar que algunos barrios del Distrito Central ni cuentan con sistema de agua potable, por lo que sus habitantes deben comprarla a un costo mayor a camiones sisternas, los cuales llegan a vender el barril hasta por 50 lempiras.

Según fuentes del Instituto de Conservación Forestal, solo durante los primeros meses de 2020 se registraron alrededor de 50 incendios forestales, en su mayoría en la zona central, que han consumido más de 1.200 hectáreas de bosques; hechos nefastos que acontecen cada año, crímenes cometidos por personas sin conciencia, desastres que son la causa de la escasés de agua, y todavía no se da a la naturaleza la importancia que se requiere.

Tal como dice un proverbio inglés. “No se aprecia el valor del agua hasta que se seca”. Con esta frase, invitamos a la reflexión para asumir la responsabilidad de la administración de este líquido preciado.

Finalmente, haciendo honor a la memoria de líderes ambientalistas que han ofrendado sus vidas en la lucha por nuestras tierras ancestrales, cabe destacar un pensamiento de Berta Cáceres: “En nuestras cosmovisiones, somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz; de los ríos, somos custodios ancestrales, el pueblo lenca. Resguardados por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida por el bien de la humanidad y de este planeta”.

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