Ver o no ver, he aquí una cuestión que dictamina de forma contundente la vida de tantísimas personas en el mundo, en especial de las que viven en países con pocos recursos y con limitado acceso a los diagnósticos y tratamientos ópticos. 

El oftalmólogo británico Andrew Bastawrous lo sabe muy bien: de niño, en su escuela del Reino Unido, seguía las clases con dificultad. Sus maestros le recomendaban examinarse la vista, pero el pequeño Andrew se resistía. «Era el único chico de color de la clase y ya me sentía como una pepita de chocolate en un bol de arroz con leche. La idea de parecer aún más diferente por el hecho de llevar gafas me incomodaba», cuenta. Finalmente, un simple examen de la vista y un par de lentes transformaron, literalmente, su mundo. «El optometrista me dio unas gafas de prueba y salimos fuera, quiso que le explicara qué podía ver. Lo recuerdo perfectamente: miré hacia arriba y vi las hojas de los árboles. Nunca las había visto antes. Después, esa misma semana, vi estrellas en el cielo nocturno por primera vez. Fue impresionante. De hecho, el curso de mi vida cambió. Pasé de ser aquel niño etiquetado como perezoso que no prestaba atención a ser un niño con oportunidades y potencial». Llegó el verano y viajó a Egipto, el país natal de sus padres, y se dio cuenta de que la oportunidad que él había tenido distaba mucho de ser universal. «Allí estaba yo, con chicos mucho más parecidos a mí que en el Reino Unido, pero a la vez mucho más diferentes: lo que nos separaba era la oportunidad. ¿Cómo es que tenemos vidas tan distintas? Aún hoy eso sigue sin tener sentido para mí», afirma Bastawrous, quien desde muy joven tuvo claro que sería oftalmólogo.

La injusticia que despertó su vocación se hace patente al repasar ciertas cifras. «En el mundo una de cada tres personas, es decir, unos 2.800 millones de seres humanos, necesitan gafas y no pueden tenerlas. Por otra parte, hay unos 36 millones de personas ciegas; de estas, cuatro de cada cinco no deberían serlo porque la causa que provocó su ceguera es totalmente curable», dice este médico y emprendedor. Esa causa son sobre todo las cataratas, fácilmente operables.

Impresionado por esta realidad, en 2011 Bastawrous decidió abandonar su trabajo en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) y mudarse con su mujer y su hijo pequeño a Kenia con una intención muy clara: encontrar una solución para mejorar la salud ocular de la gente que vive en regiones desfavorecidas. Empezó su cometido haciendo pruebas de visión a todo tipo de personas, en especial en las zonas rurales, junto con un equipo de 15 colaboradores y un montón de carísimos equipos oftalmológicos, para entender cuáles eran los principales problemas oculares que sufrían.

Millones de personas en el mundo sufren problemas de visión fácilmente tratables. al menos una tercera parte vive en lugares donde no tienen acceso a un tratamiento óptico. Sin embargo, esto está cambiando gracias a la labor de andrew bastawrous, premio rolex a la iniciativa.

Él y su esposa consiguieron fondos para establecer cien clínicas oftalmológicas a lo largo del Gran Rift Valley, pero pronto se hizo evidente que era imposible llegar a todo el mundo. Entonces se fijó en la gran cantidad de gente que tenía acceso a un teléfono móvil. «Podías ir a sitios sin carreteras, ni electricidad ni agua, pero sí tenían teléfono móvil», explica. Y se le ocurrió una idea que se ha convertido en un sistema de examen oftalmológico revolucionario, barato, accesible y fácilmente manejable: el Kit Portátil de Examen Oftalmológico, lo que responde a las siglas en inglés de Peek (Portable Eye Examination Kit), voz que a su vez significa «echar una ojeada». 

La vida de este dispositivo, cuyo nombre completo es Peek Vision, comenzó en 2012. Va integrado en un smartphone y permite a personas no especializadas en atención médica realizar pruebas de visión, examinar el fondo de ojo y la retina y enviar los resultados a una red de profesionales de la oftalmología en cualquier parte del mundo para obtener su diagnóstico y tratamiento. 

Para evaluar su efectividad, Bastawrous organizó un experimento previo. Puso los kits en manos de 25 profesores de una aldea de Kenia y los resultados fueron espectaculares: en solo nueve días habían examinado hasta 21.000 niños y niñas, un sistema escalable que pronto llegó a todos los colegiales del distrito. Hoy, gracias a Peek Vision ya se han realizado alrededor de 250.000 pruebas oculares en la Kenia rural, y la app de Peek está certificada como una herramienta médica: proporciona análisis de datos; simula lo que el paciente es capaz de ver; si es un niño o una niña, envía un mensaje automático a sus padres, al tutor y al hospital; manda recordatorios, y permite también, por ejemplo, autoevaluarse la vista. En 2016 la aplicación se lanzó en Google Play y ya está disponible en más de 190 países. 

Ese mismo año, justo a los cinco de dejar su trabajo en el NHS de su país, Andrew Bastawrous recibió un Premio Rolex a la Iniciativa que cambió el alcance de su iniciativa. Estos galardones que Rolex entrega desde hace más de cuatro décadas apoyan la labor de personas excepcionales que han demostrado el coraje y la convicción necesarios para asumir grandes desafíos y hacer del mundo un lugar mejor. Algo que sin lugar a dudas ha conseguido con creces. «Los exámenes de la vista son una herramienta para la igualdad», afirma este oftalmólogo emprendedor y comprometido, cuyo proyecto ha recibido el reconocimiento de Rolex por acercar la salud oftalmológica a pacientes de todo el mundo y mejorar la vida de las personas. 

Bastawrous ha vivido en primera persona historias realmente impactantes. Como la de dos amigas kenianas que dejaron de verse literalmente durante diez años tras sufrir cataratas. A ambas se les ofreció practicarles una cirugía en el hospital más cercano. «Estuvieron sentadas juntas más de una hora en la sala de espera sin ser conscientes de que una estaba al lado de la otra», recuerda el oftalmólogo. Una de ellas, Mama Jane, le explicó a Bastawrous que su mayor temor era envenenar a su nieto de seis años, ya que no veía lo que cocinaba. «Tenía los brazos cubiertos de quemaduras a causa de la estufa de carbón que usaba para cocinar y se desesperaba porque estaba robándole a su nieto de seis años la infancia: él era en verdad los ojos de ella», dice. No podía dejarla sola ni ir a la escuela. Los efectos de la ceguera, comenta este médico, se transmiten a través de las generaciones e impiden romper el círculo de la pobreza, pese a que una operación de cataratas se realiza en menos de 10 minutos y cuesta apenas cien dólares.

«Afortunadamente, para Mama Jane y para su amiga teníamos fondos –dice–. Pero en esa misma clínica conocí a Theresa,una joven muy tímida que no podía mirarme a los ojos. Y no porque ella no pudiese ver, sino porque un crecimiento anormal del tejido de sus ojos le había hecho perder la confianza en sí misma y el lugar que ocupaba en su comunidad. Sin perspectivas de matrimonio ni de tener hijos, había sido condenada al ostracismo. Yo sabía cómo tratarla. Era bastante sencillo, pero teníamos instrucciones estrictas de que los fondos de que disponíamos fuesen para personas con cataratas. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Ignorarla? Mi mujer y yo logramos recaudar el dinero necesario para cubrir su tratamiento, pero situaciones como la de Theresa son comunes todos los días», relata. 

Para revertir esta y otras tantas situaciones tan poco razonables, Bastawrous forma parte, además de otras organizaciones sanitarias y filantrópicas, de The Vision Catalyst Fund, una entidad que desde 2019 busca financiación para el desarrollo de la salud ocular en todo el mundo a través de las organizaciones que atienden las necesidades de los más vulnerables. «Si nos limitamos a mantener lo que estamos haciendo ahora, el número de personas que perderán la vista se triplicará en los próximos 30 años. ¿No podríamos llegar a un punto de inflexión en el que en lugar de aumentar el número de personas que pierden la vista empecemos a reducirlo? Sé que este viaje no tiene fin, es una partida infinita, una misión que no acabará nunca». 

Por el camino Bastawrous va consiguiendo grandes avances. El Premio Rolex a la Iniciativa, por ejemplo, le permitirá ampliar su proyecto y establecer un centro de excelencia y formación sobre Peek en Kitale, Kenia, junto con el oftalmólogo Hillary Rono. «Además del estudio de las imágenes del fondo de ojo pudimos dedicarnos a identificar a todas aquellas personas que son socialmente invisibles y conseguir que reciban el servicio adecuado», apunta. Tras afianzarse en el África oriental, su misión se ha expandido ya por el Sudeste Asiático. «Uno de los programas más interesantes en este momento está en Pakistán, donde tenemos socios increíbles que han conectado unos 60 centros de salud que atienden a más de 400.000 personas», dice. En las partes más remotas de este territorio se están llevando a cabo pruebas oculares a unas 20.000 personas al mes, que luego tienen la oportunidad de recibir un cuidado oftalmológico profesional. Hay mucho trabajo por delante, pues se estima que la población que necesita cuidados oftalmológicos en este país asciende a 30 millones. «Esto es solo el principio. Estamos eligiendo a propósito lugares difíciles para trabajar y a las poblaciones con menos posibilidades de acceder o de pagar servicios oftalmológicos. Se trata de no olvidar a nadie», recalca.

También en Botsuana ha logrado una gran victoria: la implementación de un programa nacional llamado Pono Yame (que significa «mi visión»), respaldado por el Gobierno y basado en la tecnología Peek. Es uno de los primeros programas nacionales de salud ocular en las escuelas de África y su objetivo es examinar y proporcionar tratamiento a todos los niños escolarizados del país. Hasta la fecha, más de 30.000 niños y niñas han sido examinados. No fue fácil, recuerda. «Llevó años de trabajo, múltiples estudios de factibilidad, análisis económicos, involucrar a diferentes socios y colaboradores. ¡Y persuadir al Gobierno! Hoy el programa se financia desde su propio presupuesto nacional». 

La calidad de la humanidad se mide en función de cómo servimos a los más vulnerables, opina el doctor Bastawrous. Sin duda lo que él hace, compartir la ciencia y la tecnología de forma práctica y universal para la mejora del bienestar de los más necesitados, es algo que nos hace subir nota. 

El oftalmólogo británico Andrew Bastawrous fue Laureado con los Premios Rolex a la Iniciativa en la edición de 2016. Este artículo ha contado con el apoyo de Rolex, que colabora con National Geographic para arrojar luz, mediante la ciencia, la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra. Más información en www.rolex.org/es/rolex-awards.

Este artículo fue publicado en el número de diciembre de 2023

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