A partir de octubre, cuando las temperaturas empiezan a bajar y el frío comienza a ser un factor habitual en el día a día, es normal ver que las tonalidades del entorno comienzan a cambiar también: los días se vuelven más grises y los árboles adquieren tonos anaranjados y amarillos. Sin embargo, si nos fijamos, podemos observar que no ocurre de igual forma para todos los tipos de plantas, y son sólo algunas las que pierden su verde particular,  ¿qué diferencia entonces a una de otras?

Pues bien, aquellos árboles que mantienen los tonos verdosos durante todo el año, sin importar si se trata de verano o invierno, se conocen como perennes, mientras que los que se caracterizan por tener hojas que sí cambian de color y terminan cayendo, se identifican como caducifolios. La distinción entre uno y otro, que determina la caída de los ojos en los meses fríos, se basa, simplemente, en la presencia o no de unas resinas que protegen la clorofila a lo largo de todo el año.

ADIOS A LA CLOROFILA

Pero, ¿qué es la clorofila? Pues bien, se trata de un pigmento de color verde brillante presente en las plantas y fundamental en el proceso de fotosíntesis, es decir, en el proceso por el cual las plantas consiguen crear alimento a partir de la captación de luz solar. De hecho, es justamente la clorofila la sustancia que permite que los rayos del Sol sean absorbidos por las hojas, permitiendo el comienzo de la reacción química.

Sin embargo, la clorofila es un elemento muy delicado, el cual necesita unas ciertas condiciones muy específicas para poder producirse. Por eso, cuando comienzan las temporadas de lluvias y frío, la generación de clorofila se ve afectada por ese cambio en las condiciones meteorológicas, y disminuye progresivamente, de forma proporcional a cómo de agresiva se vuelva la situación climática. El desenlace de ese fenómeno es la desaparición por completo de la sustancia durante el invierno, eliminado de esa forma el verde que caracteriza a las hojas de los árboles.

Los árboles que se encuentran dentro de la categoría de perennes tienen una ventaja con respecto al resto: sus hojas se encuentran cubiertas de una resina especial. Con ese característico pigmento, la clorofila no se ve expuesta a la crudeza del entorno, su producción no se altera, y las hojas lucen un saludable color verde a lo largo de todo el año.

UNA CURIOSA HIBERNACIÓN

Ahora bien, para los árboles de hoja caduca, el fin de la clorofila significa también el fin de la fotosíntesis. Es decir, el cese de producción de este pigmento se identifica con una detención en la producción de alimento y energía, lo cual supone un riesgo muy elevado para la supervivencia de la planta. Por ello, los árboles que cumplen este tipo de requisitos entran en un estado de supervivencia durante los meses de invierno, en los cuales la clorofila no se está produciendo.

¿En qué consiste ese estado? Pues en salvaguardar y almacenar la máxima cantidad de energía y agua que puedan, para sobrevivir durante todo el invierno con sus reservas. Para ello, estos árboles necesitan deshacerse de todos aquellos elementos que no sean indispensables en ese momento, es decir, de las hojas. Sin la clorofila y sin un proceso de fotosíntesis, las hojas se vuelven simplemente áreas sin ninguna función que, además, estarían consumiendo recursos para garantizar la supervivencia de las células que las forman. Por esta razón, el propio árbol se deshace de ellas.

De esa forma, entre el tallo y las ramas comienzan a crecer una serie de células que actúan casi como si se tratase de una capa complementaria del propio árbol. Al avanzar por las ramas, consiguen provocar la separación de las hojas, las cuales se desprenden y caen al suelo, dejando al árbol sin gastos extra de energía y garantizando su supervivencia a lo largo de todo el invierno.

DE NARANJA A AMARILLO

A pesar de ello, que en los árboles caducifolios desaparezca la clorofila y el color verde seguiría sin explicar por completo de dónde vienen exactamente los tonos anaranjados y amarillos de las hojas. Y es que, realmente, estos tienen su origen en otras sustancias complementarias que se encuentran en las hojas, de forma que están siempre presentes, solo que durante los meses de verano la clorofila consigue enmascararlos por completo.

Así, los colores naranjas y amarillentos se deben a la presencia de un pigmento conocido como carotenoide, mientras que el rojo intenso que presentan algunas hojas es producido por las antocianinas. El primero corresponde a un grupo de sustancias entre las cuales se encuentra, por ejemplo, la vitamina A, y que además colaboran a que la fotosíntesis se produzca de forma fluida y sin dificultades. Por su parte, la antocianina es algo más desconocida y no se sabe exactamente cuál es su función: podría ser desde una protección frente a la luz solar hasta una sustancia con propiedades antioxidantes o anticongelantes.

Facebook Comments