La autoconciencia -entendida como la habilidad de reconocerse a sí mismo-, fue atribuida durante muchos años a los humanos y los grandes primates. En las últimas décadas, la comunidad científica incluyó a otras muchas especies tras practicar la llamada ‘prueba del espejo’. Así, elefantes, delfines, y algunas aves, como la urraca, fueron añadidos en esta selectiva lista de animales capaces de ‘autopercibirse’. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Plos One asegura que los gallos también poseen esa capacidad, y que esta es ecológicamente relevante en su comportamiento natural. Además de arrojar nueva luz sobre las capacidades ocultas de estas aves de corral, los investigadores esperan que su experimento sirva para reevaluar la inteligencia de otros animales. 

La conciencia, un rasgo no tan inequívocamente humano

Durante muchos años la comunidad científica pensaba que la autoconciencia era una habilidad asociada con entornos sociales complejos. Sin embargo, si entendemos el comportamiento como el resultado de un camino evolutivo, llegamos a la conclusión de que muchas características físicas y psicológicas que nos caracterizan como especie no surgen por generación espontánea, sino que son el resultado de los cambios filogenéticos producidos a lo largo de eones. 

Así, uno de los experimentos más conocidos fue el de Gordon Gallup, un psicólogo estadounidense que a mediados de la década de 1970 popularizó la llamada ‘prueba del espejo’, uno de los experimentos de autoconciencia más reconocidos dentro de las pruebas en animales. El experimento clásico consistía en anestesiar a un animal y marcarlo con una señal (por ejemplo, una pegatina o una pintura de un color reconocible).

Cuando se despertaba, se le da acceso a un espejo y se analiza su comportamiento. Si el espécimen toca o investiga la marca, este comportamiento se considera un indicio de que percibe la imagen reflejada como de sí mismo, y no de ningún otro animal. Según Gallup, solo los orangutanes o los chimpancés, especies muy emparentadas con los humanos, eran capaces de autopercibirse. Se equivocaba. Aunque hay pocas especies que han superado esta prueba, se cuentan todos los grandes simios (chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos), así como el elefante asiático, delfines y orcas, pero también aves, como la urraca, e incluso peces, como el lábrido limpiador

Nueva versión de la prueba del espejo

Aunque la prueba del espejo ha sido ampliamente utilizada por la comunidad científica, no se trata de un método imbatible, por lo que despierta ciertos recelos entre los expertos. Que una especie no se reconozca ante un espejo no es indicativo de que sea incapaz de autopercibirse, del mismo modo que hay animales inteligentes, como los perros o los gatos, que no han pasado esta prueba. Por ello, algunos científicos proponen ciertas modificaciones con el fin de incorporar a estos candidatos. «Algunas especies superaron la prueba de la marca después de realizar algunas modificaciones o tras un entrenamiento previo, lo que indica al menos una forma graduada de autorreconocimiento en el espejo»- explica la etóloga Sonja Hillemacher, autora principal del artículo, a National Geographica a través del correo electrónico-. Lo que todos estos estudios tienen en común es el hecho de que, de todas las especies que superaron la prueba de la marca, solo una (pequeña) proporción supera esta prueba. ¿Significa esto que únicamente algunos individuos de una especie tienen las capacidades cognitivas del autorreconocimiento en espejo? ¿O es más bien un indicador de que el procedimiento de prueba podría mejorarse y adaptarse más al comportamiento ecológicamente relevante de la especie?», pregunta.

Es el caso del estudio que nos ocupa, elaborado por expertos de las universidades de Bonn y Hamburgo. Los investigadores se dieron cuenta de que los gallos no solo cantan por la mañana, sino que también lo hacen para avisar a sus congéneres de algún peligro, por ejemplo, el sobrevuelo de un halcón. Cuando están solos, prefieren no emitir sonido alguno para no llamar la atención. 

Para investigar el comportamiento de estas aves, la doctora Hillemacher agrupó a varios ejemplares en un recinto y proyectó una silueta de un halcón para ver cómo reaccionaba. Cuando veían a otro ejemplar a través del muro, cacareaban para alertar a sus congéneres de peligro, pero cuando notaba que estaba solo no emitía sonido. Repitieron el experimento mirando la vista de su compañero con un espejo, de modo que el ejemplar estudiado solo se veía a sí mismo, y observaron que el ave seguía en el más absoluto silencio. Conclusión: aunque veía otro gallo, sabía que se trataba de él mismo, con lo que decidía que era mejor mantener el pico cerrado. También concluyeron que las aves se percibían a sí mismas no solo con la vista, sino también con el oído o el olfato. 

nuevos enfoques sobre la autoconciencia 

El experimento sugiere que las gallináceas, y probablemente otras aves, poseen una forma de autorreconocimiento que es ecológicamente relevante para su comportamiento natural, una conclusión tiene implicaciones en la definición de qué es realmente la autoconciencia animal, pues sugiere que esta capacidad podría estar mucho más extendida en el reino animal de lo que anteriormente se pensaba. «Nuestros resultados apoyan firmemente la hipótesis de que el autorreconocimiento especular y probablemente también la autoconciencia siguen un modelo gradual en todo el reino animal. No es una característica exclusiva que únicamente poseamos los humanos, sino que probablemente esté más extendida de lo que se pensaba», concluye Hillemacher. Futuras investigaciones ayudarán a desvelar el misterio, probablemente antes de que cante el gallo. 

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