¿Sabías que, a lo largo de toda su vida, Thomas Alva Edison llegó a patentar un total de 1093 inventos? La historia de este científico, empresario e inventor estadounidense es un relato plagado de ingenio, perseverancia y, cómo no, una creatividad desenfrenada, que cambió el mundo de una manera sin precedentes.

A lo largo de su vida, Edison no solo iluminó el mundo con el lanzamiento al mercado de la bombilla incandescente, sino que también encendió la luz hacia la innovación tecnológica y el progreso industrial. Así, su legado perdura en la sociedad moderna, desde la energía eléctrica que alimenta los hogares, hasta la música que escuchamos a diario.

UN GENIO SIN ESCOLARIZAR

Thomas Edison nació en Milan, Ohio, en el año 1847, en el seno de una familia humilde y numerosa. Sin embargo, al poco tiempo de su nacimiento, el núcleo familiar se desplazó a Port Huron, en el estado de Michigan, donde Edison pasaría su niñez y buena parte de su adolescencia. En el año 1855, cuando tenía tan solo 8 años, Thomas empezó la escuela primaria, sin embargo, su estancia en ella no duraría más de tres meses, momento en el cual fue expulsado bajo el argumento de que era un niño que no mostraba interés y se mostraba distraído y receloso a aprender.

Aun así, la educación de Thomas no fue escasa pues, en su propia casa, su madre tomó la tarea de formarlo. Cada mañana, tras encargarse juntos de las tareas domésticas, ella le enseñaba a leer, a escribir, nociones básicas de matemáticas, aritmética, historia, geografía y, sobre todo, literatura. Se trataba de un hogar que valoraba mucho los libros y los conocimientos que transmitían, por lo que ambos progenitores incitaron de formar activa los hábitos lectores de Edison. Se dice que, incluso, su padre le premiaba con 10 céntimos cada vez que el pequeño terminaba un libro.

Como no era de otra forma, Edison se volvió un apasionado de la lectura y, no solo eso, desarrolló una gran ansia por poner en práctica todo lo que aparecía en sus libros. Así, con tan solo 10 años, instaló en el sótano de su casa en Port Huron un pequeño laboratorio artesanal para experimentar con todo aquello que leía en los libros de ciencia.

Paralelamente, desarrollaba un carácter de lo más audaz y, con solo 12 años, se buscó un empleo como vendedor de periódicos en los trenes: la Guerra de Sucesión había estallado hacía poco y los estadounidenses estaban ansiosos por nuevas noticias. El pequeño Edison convenció entonces a los empleados de los ferrocarriles para que expusieran en los tablones los mejores titulares de cada día, acompañándolos de una nota que incitase a comprar el diario para conocer más información. Como resultado, su pequeño empleo le concedió más ganancias de las esperadas: los periódicos le volaban de las manos.

Incluso aprendió código morse y cómo telegrafiar. Esto le permitió dejar de vender periódicos y empezar a editar su propio diario: un noticiero humilde y de escaso éxito. Sin embargo, los conocimientos de telegrafía le aseguraron su primer contrato con 15 años como telegrafista. De hecho, en este periodo, desarrolló su primer invento, un repetidor automático que permitía transmitir señales de telégrafo entre estaciones sin necesidad de personal. Curiosamente, fue una idea que nunca llegó a patentar.

LOS PRIMEROS INVENTOS

Durante los siguientes años, Edison se dedicó a seguir adquiriendo conocimientos mientras trabajaba en diferentes oficinas como telegrafista y reparador de telégrafos. Sin embargo, la compra de un libro en específico le cambia la visión de futuro. Se trataba de un ejemplar de Experimental Researches in Electricity, de Michal Faraday, una obra que le permite, por primera vez, educarse en las bases de la innovación eléctrica del momento y contar con una base científica que complementar con su “don natural”.

En el año 1868 obtiene su primera patente con un invento que sufrió gran rechazo en su momento: un instrumento para el recuento de votos durante las elecciones. Desarrolló un mecanismo que se colocaba en la mesa de cada candidato y que contaba con dos botones: uno para votar a favor y otro para votar en contra. Sin embargo, los miembros del Congreso a los que les presentó la idea la detestaron al momento, afirmando que era un método que favorecía el fraude electoral.

Un año después, en 1869, Edison se instaló en Nueva York en los sótanos de una compañía de comunicaciones donde tenía algún conocido. En ese momento, se le presentó la oportunidad de arreglar un telégrafo que se había estropeado en las oficinas de esa empresa. Los amplios conocimientos de los que dotaba en ese ámbito impresionaron a los gerentes, los cuales se aseguraron un puesto en el mantenimiento técnico de la compañía. Fue una época en la que trabajó también como inventor y reparador en Western Union, lo cual le aseguró una moderada reputación.

Con un nombre ya algo sonado, Edison dio el gran paso que lo llevaría al estrellado en 1976. Reunió a un grupo de ayudantes, ingenieros y mecánicos interesados en la labor de inventar y desarrollar nuevos proyectos y se mudó a Menlo Park, a las afueras de Nueva Jersey, para fundar su propia “fábrica de inventos”.

EL LABORATORIO DE MENLO PARK

De esa forma, Edison buscó el lugar más adecuado para establecer su soñada instalación. Encontró una granja deshabilitada a las afueras de la ciudad, la cual reformó y en la que fundó un laboratorio, una biblioteca, diferentes talleres y un grupo de viviendas que le permitiera tanto a él como a sus empleados instalarse allí mismo. Fue justamente allí donde elaboró gran parte de sus inventos. Comenzó entonces desarrollando un transmisor telefónico pues, a su parecer, el patentado por Bell era insatisfactorio y no podía usarse para la vida cotidiana. Para ello, usó grafito para amplificar los sonidos débiles y, así, creó un micrófono de gránulos de carbón.

En el año 1977 le llegó el turno al fonógrafo, pero no fue una tarea difícil: un cilindro, una aguja, un diafragma y otros mecanismos más pequeños fueron más que suficientes para que, en tan solo un año, Edison desarrollara un dispositivo que permitía, bajo un mismo principio, la grabación y reproducción de sonidos. Luego pasó a ocuparse de la luz eléctrica, desarrollando un filamento que alcanzara la incandescencia sin fundirse, utilizando para ello bambú carbonatado y, de esa forma, perfeccionando la bombilla incandescente.

El 21 de octubre de 1879 conseguía, por primera vez en la historia, que una bombilla alumbrase durante 48 horas seguidas y, tan solo dos meses después, en Año Viejo, instalaba el primer sistema de alumbrado público: 53 focos radiantes que iluminaban las calles de Menlo Park. Durante los años siguientes, Edison mejoró su invento, tratando de acercarlo a la mayor cantidad de gente posible y trabajando en conseguir la mayor eficiencia energética. Fue un proceso que le llevó a descubrir un fenómeno puramente científico relacionado con la liberación de electrones en un electrodo al que se apodó Efecto Edison, en su honor.

MÁS DE MIL PATENTES

En el año 1887, Thomas Edison se muda de Menlo Park a la población de West Orange. Sin embargo, para ese momento, su “fábrica de inventos” ya gozaba con más de 400 patentes a su nombre. Como era evidente, en su nuevo hogar, Edison continuó con su trabajo como inventor, ahora más combinado con una faceta empresarial. Así, fundó un gran centro tecnológico al que llamó Edison Laboratory, compuesto de diferentes talleres que daban trabajo a casi 5.000 empleados.

La electricidad seguía ocupando gran parte de su tiempo, pues era el encargado de producirla y distribuirla a la zona. Sin embargo, durante esta época también se centró en otros sectores diferentes, como fue la producción de material de obra, de sustancias químicas, la fabricación de baterías o, incluso, de piezas específicas para vehículos. En total, su actividad como inventor se prolongó más de 80 años, hasta su fallecimiento en octubre de 1931. Edison dejó a su espalda un total de 1093 inventos patentados, alzándose con el título de uno de los grandes inventores de todos los tiempos.

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