Un grupo internacional de investigadores ha redescubierto una especie que permanecía desaparecida desde hace más de 100 años y que podría estar amenazada. A diario vemos cómo se producen nuevos descubrimientos a lo largo y ancho del planeta que nos recuerdan la increíble diversidad que nos rodea. Pero, ¿qué ocurre con las especies una vez descubiertas?

En un enclave único del continente africano se encuentra Angola, un país tan fascinante como desconocido, donde nuevas especies se descubren prácticamente a diario. Castigada por un Guerra Civil que devastó el país hasta principios de 2002, y una histórica inestabilidad política y social, Angola es una de las naciones menos exploradas de la era postcolonial.

Sin embargo, la nueva situación política y social ha provocado que los descubrimientos se acumulen en el país, con más de 30 especies nuevas de reptiles y anfibios en la última década.

“Angola sigue siendo territorio por explorar, en el que los descubrimientos y redescubrimientos son prácticamente diarios”, narra Pedro Vaz Pinto, director de la Fundación Kissama, y uno de los partícipes en este descubrimiento. “Sin embargo, numerosas especies que fueron descritas en la época colonial siguen desaparecidas. Por lo tanto, saber si esas especies son válidas, realmente existen o si se han extinto, es uno de los mayores retos que nos encontramos hoy en día para entender la diversidad del país”.

“Angola es un país de sorpresas, nunca sabes lo que puedes encontrar y dónde. Empezamos a entender los patrones de distribución de las especies, pero continuamente nos llevamos sorpresas con descubrimientos que no esperábamos”, comenta Pedro.

DESCUBRIMIENTO GRACIAS A UN REDESCUBRIMIENTO

El lagarto armadillo angoleño (Cordylus angolensis) fue descrito en 1895 por el zoólogo portugués Jose Vicente du Bocage, uno de los investigadores más reconocidos de su época. Se basó únicamente en un solo espécimen de Caconda, una localidad en las recónditas montañas de la escarpa central angoleña.

En la descripción, Bocage hacía referencia a un patrón dorsal con dos líneas de puntos blancos desde la cabeza hasta la cola. No obstante, este desapareció junto a un ingente número de ejemplares en el trágico fuego que arrasó por completo el Museo du Bocage de Lisboa en 1978. Desde entonces, los únicos animales a priori identificados como Cordylus angolensis eran unos ejemplares colectados en dos localidades diferentes -Mombolo y Monte Verde- a más de 200 km al norte de la localidad original de Caconda. Sin embargo, todo este material histórico, carecía de evidencias genéticas.

“La genética es la única herramienta fiable que tenemos hoy en día para discernir entre especies morfológicamente similares”, comenta Vaz Pinto. Esto fue precisamente lo que motivó a los investigadores a comenzar una búsqueda exhaustiva de la localidad tipo (la localidad tipo es aquella de la cual proviene el ejemplar en el que se basa la descripción de una especie). “Encontrar esta localidad y los ejemplares que viven en ella, era la única solución para resolver el enigma”.

“El primer ejemplar lo encontró Afonso, mi hijo, que entonces tenía 12 años, mientras el resto del equipo habíamos tirado la toalla. Esto nos motivó a seguir buscando y visitar las otras localidades”, dice Vaz Pinto a National Geographic. Sin embargo, este descubrimiento fue doble al analizar el material genético de las dos localidades.

“Los resultados genéticos eran claros, teníamos dos especies bien diferenciadas. Nuestra sorpresa fue al ver que lo que se conocía como Cordylus angolensis tenía una distribución muy restringida, en unas montañas altamente impactadas por la actividad humana”.

Estos resultados desembocaron en la descripción de una segunda especie de lagarto armadillo endémica de Angola, Cordylus momboloensis, publicada en la revista Vertebrate Zoology.

LAS ‘HIGHLANDS’ DE LA GRAN ESCARPA ANGOLEÑA, UN CENTRO DE ESPECIACIÓN EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

La gran escarpa de Angola cruza de norte a sur del país, elevándose desde el nivel del mar hasta superar los 2.000 metros de altitud. Una inmensurable estructura geológica que incluye las montañas más altas del territorio angoleño, y las cuales albergan algunos de los pocos y mejor preservados bosques afromontanos de toda África. Además, esta región es de reconocido interés científico por los innumerables endemismos de reptiles, anfibios y aves.

“Y lo que falta por descubrir”, asegura Vaz Pinto. Sin embargo, estos pequeños bloques de bosque afromontano están desapareciendo a pasos agigantados como consecuencia de la actividad humana, donde la agricultura y la ganadería se abren camino como únicas herramientas para el sustento de estas poblaciones perdidas de la África austral.

Además, el rápido crecimiento de las poblaciones en esta región no solo trae un incremento de las actividades agrícolas y ganaderas, sino también un aumento exponencial sobre los recursos naturales del entorno. Por ejemplo, las lascas y rocas en las que viven esto lagartos endémicos son utilizadas para nuevas construcciones.

“En los últimos 5 años, hemos visto cómo el bosque afromontano en esta localidad se ha reducido significativamente”, apunta Vaz Pinto. “No sabemos cuánto más aguantará, pero parece inevitable que terminará desapareciendo”.

PARA CONSERVAR, PRIMERO HAY QUE CONOCER

Numerosos estudios científicos han apuntado al sesgo que hay en los proyectos de conservación entre las distintas regiones del mundo. Este se debe a que la mayoría de los fondos económicos se dirigen hacia los conocidos “hotspots”, o lugares de mayor diversidad biológica. Sin embargo, estos hotspots están significativamente sesgados por la intensidad de trabajo en las diferentes regiones, y esto es especialmente llamativo en el continente africano.

Por ejemplo, Angola nunca ha sido conocida por tener una inmensa riqueza de reptiles, en comparación con otras regiones del continente, como Tanzania o Sudáfrica. Sin embargo, en los últimos 5 años, los constantes descubrimientos, gracias a un significativo incremento de la expediciones y exploraciones, han hecho que hoy en día el país sea considerado como uno de los mayores centros de diversidad y endemismo en el oeste africano.

“La tendencia hoy en día en los proyectos de conservación va dirigida a proteger determinadas regiones de mundo, pero en muchos casos, no se sabe lo que realmente se está protegiendo. Desarrollar un proyecto de conservación en una región en concreto no sirve de nada si no conocemos la biodiversidad real de esa región», concluye Vaz Pinto.

 “Por lo tanto, es imposible que podamos desarrollar proyectos de conservación concretos y eficaces si se desconoce la diversidad real de una región o de un grupo en concreto. Esto hace que sea imperativo que las expediciones científicas y el trabajo de campo continúen para poder entender la biodiversidad que nos rodea”, apunta.

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