El joven Sebastian Deleon tenía solo 16 años cuando se enfrentó a una grave infección que pudo acabar con su vida. Su única imprudencia había sido bañarse en un estanque mientras disfrutaba con su familia de unas vacaciones en Orlando. Al aspirar accidentalmente agua por la nariz, una ameba comecerebros (Naegleria fowleri) un protozoo parásito que suele encontrarse en lagos, ríos o estanques a temperaturas elevadas, se introdujo en su organismo. Deleon pudo contarlo, pero más del 95% de los infectados por este protozoo han fallecido, algo parecido a lo que sucede con el parásito responsable de la malaria, que entra en el cuerpo humano tras la picadura de un mosquito. Los parásitos forman parte de nuestro mundo desde mucho antes que nosotros, y no todos ellos son organismos microscópicos. Gusanos, avispas, incluso peces se aprovechan de alguna debilidad de un potencial hospedador para introducirse en su organismo del que depende para sobrevivir. 

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