Me aparece la foto de un oso polar en la pantalla, está moribundo, extremadamente delgado. Levanto la vista. Es domingo y mañana tengo un examen, precisamente de ecología y biodiversidad. Apago el móvil y me concentro en el libro, “BIODIVERSIDAD: variedad de especies animales y vegetales en su medio ambiente”. Vuelvo a pensar en el oso polar, en que se muere y nadie va a salvarlo, en que no debe ser el único.

Llevo meses escuchando en la televisión y leyendo en los periódicos titulares que prácticamente anuncian el fin del mundo. Me agobia pensar que no puedo hacer nada; al fin y al cabo, solo tengo 16 años. Bajo al quiosco y como cada mes compro Vogue y National Geographic. Normalmente empiezo por Vogue. Esta vez no. Voy pasando las páginas y leo algún artículo sin demasiado interés. Veo unos elefantes que llevan cadenas, paso de largo, no me apetece agobiarme más. De repente me topo con unas letras grandes, “Concurso de Redacción Periodística para jóvenes”.

Para el 2050 muchas de las especies que conocemos hoy habrán desaparecido. Puede ser el caso del oso polar, y también del oso panda o del chimpancé común. Al margen de lo triste que resulta perder para siempre estas y otras especies, los seres humanos sufriremos las consecuencias de su extinción. Hay muchos factores tras la desaparición de la fauna y flora de nuestro planeta. La deforestación sin control, el vertido de substancias nocivas en lagos y ríos, las especies invasoras, la caza furtiva o, especialmente, el calentamiento global. En España la temperatura ha aumentado 1,5 grados en los últimos 100 años. Un estudio dirigido por la universidad de Stanford ha revelado que 5ºC de calentamiento serán suficientes para la extinción masiva de especies. Debemos afrontarlo cuanto antes, pues la situación aún es reversible.

Desde reciclar correctamente hasta crear reservas de animales, las acciones que podemos hacer para preservar la biodiversidad en nuestro planeta son muchas y diversas. Lo más importante es ser conscientes del problema y recordárselo a los que nos rodean, pues con las pequeñas acciones de unos y los grandes esfuerzos de otros podemos conseguir revertir el problema.

Termino la editorial y me levanto de la silla. Antes de mandar la redacción pienso de nuevo en el oso. Y pienso en la humanidad… somos también un oso moribundo, paradójicamente no a causa de una extrema delgadez, sino de nuestra voracidad desmedida. Quiero creer en el poder de los jóvenes. Nunca antes fuimos capaces de aprender tan rápido, nunca antes pudimos aprender tanto de los errores de quienes nos precedieron.

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