A lo largo de sus miles de años de evolución, el cerebro de los perros ha cambiado en tamaño y complejidad para adaptarse a las circunstancias de la convivencia con los humanos y a los distintos roles para los cuales han sido criados. El cerebro de los perros actuales difiere mucho del de los lobos, pero también del de los primeros perros.

Los expertos creen que estas diferencias se deben a los cambios en las necesidades que tienen como individuos y a las expectativas que los humanos han puesto en ellos a lo largo de miles de años de cría selectiva. El cerebro de los perros ha evolucionado específicamente para adaptarse al entorno social que supone la convivencia diaria con personas y a una interacción compleja con una especie tan distinta como la nuestra, que los ha criado para funciones muy distintas como animales de compañía, guardianes o cazadores.

De lobos a perros

Un estudio, realizado por la Universidad Eötvös Loránd de Hungría (ELTE) y publicado por la revista Evolution, ha investigado la evolución de los cerebros de los perros a lo largo de los milenios. Para ello se han realizado tomografías de 865 cráneos, que engloban 159 razas de perros así como 48 especímenes de lobos. A partir de estas se ha reconstruido el tamaño de los cerebros y se han observado dos cosas:

Comparativamente, los lobos tienen cerebros más grandes de los perros: el volumen medio del cerebro de los lobos es de unos 130 cm³, mientras que el de los perros del mismo tamaño es de 100 cm³.Sin embargo, la comparación entre las distintas razas de perros indica que el volumen de su cerebro en relación al tamaño del cuerpo es mayor cuanto más distantes son genéticamente de los lobos.

Es decir, aunque la transición de lobos a perros supuso en un primer momento una disminución del tamaño relativo del cerebro, la evolución de los perros como especie independiente ha ido acompañada de un crecimiento de este órgano. El estudio también señala que “aunque la domesticación de los perros empezó aproximadamente hace 25.000 años, durante los primeros 10.000 años los perros y los lobos tenían un aspecto parecido”.

Los retos de la evolución

Aunque estos dos resultados puedan parecer contradictorios, en realidad tienen mucho sentido. Por norma general, los cerebros de los animales domesticados tienden a ser más pequeños que los de sus ancestros salvajes (hasta un 20% menores) ya que su vida es más segura y pueden prescindir de muchos de los mecanismos que necesitarían para la supervivencia. Un cerebro grande proporciona ventajas, pero también implica un mayor gasto de energía y, por lo tanto, mayor demanda de alimento.

“En el entorno seguro proporcionado por los humanos, no hay que temer el ataque de los depredadores o cazar para obtener comida”, explica el estudio. “Por lo tanto, no hay necesidad de mantener un cerebro grande y energéticamente costoso, y esta energía que ahorran pueden dedicarla a otros propósitos como la reproducción, que es más importante en los animales domésticos”. Esto es especialmente cierto en el caso de animales depredadores, cuyas camadas suelen ser menos numerosas que las de sus parientes domésticos.

Los retos de la socialización

Así pues, ¿por qué a medida que los perros se alejan más de los lobos, su cerebro aumenta de tamaño? La respuesta es que el entorno social en el que viven estos animales – mucho más dependientes de la interacción humana que otras mascotas, como los gatos – supone nuevos retos que estimulan un desarrollo del cerebro.

“Las distintas razas de perros viven en niveles variables de complejidad social y llevan a cabo tareas complejas, que requieren una capacidad cerebral mayor”, señalan los investigadores. “Nuestra hipótesis es que la presión selectiva sobre el cerebro varía entre las distintas razas dependiendo de las tareas que realizan”.

A lo largo de la historia, la cría de perros se ha dirigido a propósitos específicos que les han hecho desarrollar habilidades muy distintas. Esto también explica por qué, en las pruebas de comportamiento para medir la inteligencia de las razas, muchas sacan resultados muy variables según el tipo de prueba; así como ciertas tendencias de comportamiento.

Diferencias entre razas

Las razas más antiguas y similares genéticamente a los lobos no tienen este “cerebro especializado” porque no necesitan las ventajas cognitivas que les proporcionaría y, generalmente, han sido criados como perros de trabajo o guardianes, por lo que se ha priorizado su fuerza y resistencia. Por ese motivo, suelen ser más independientes y menos hábiles a la hora de interpretar el lenguaje corporal y verbal de los humanos.

Por el contrario, las razas que se han criado con una función especializada (perros de pastoreo, de rastreo, de compañía, etc.) han desarrollado áreas cognitivas específicas, como la memoria o la obediencia, ya que sobre ellos recaen unas expectativas y los individuos que mejor las cumplen son seleccionados para criar a la siguiente generación.

Así, por ejemplo, los perros de compañía exhiben mejores habilidades de socialización y una gran comprensión del lenguaje corporal y verbal humano, mientras las que han sido seleccionadas para propósitos de trabajo demuestran una mejor memoria y capacidad de memorizar instrucciones.

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