Charles Robert Darwin es una de esas figuras que cambiaron para siempre la forma en la que entendemos el mundo. Más conocido como Charles Darwin, la historia del que quizá sea el naturalista inglés más importante de todos los tiempos comienza en 1809 en Shrewsbury, un pequeño pueblo de Inglaterra, en una época en la una sociedad todavía profundamente religiosa miraba a la ciencia con recelo.

Procedente de una familia de médicos, Charles Darwin pasaría los primeros años de su vida influenciado por las astutas observaciones de su padre, el doctor Robert Waring Darwin, sin embargo, ya desde muy temprano, a los 8 años, mostró su predilección hacia temas como la historia natural. A los 9 años ingresaría en la escuela anglicana de Shrewsbury, donde ya desde una edad muy temprana mostraría su rechazo hacia el aprendizaje de memoria de los clásicos, modelo educativo de la época.

Considerado por su padre como un joven derrochador e interesado únicamente por los juegos de tiro, este le envió en el año 1825, junto a su hermano Erasmus, a estudiar medicina en la Universidad de Edimburgo, entonces famosa por impartirse en ella la mejor formación científica de la época. Una vez más, en esta ocasión, el joven Darwin volvió a mostrar su rechazo por la medicina.

Sin embargo, durante su estancia en la Universidad de Edimburgo aprovecharía también para profundizar en sus más hondas inquietudes. Así, durante este periodo aprendió a comprender la química del enfriamiento de las rocas en la Tierra primitiva; el arte de la taxidermia gracias a un esclavo negro liberado conocido como John Edmonstone; o a clasificar plantas según el entonces «sistema natural moderno», contribuyendo a los trabajos en las colecciones del museo de la universidad, uno de los mayores de la Europa en su tiempo. Pero pese a todo, quizá lo más influyente de este periodo en la vida de Darwin, fue entrar en contacto con las teorías de muchos librepensadores que acabaron en su misma universidad al serle prohibido graduarse en otras universidades anglicanas de la época, como Oxford o Cambridge. Fue así que Darwin conoció a su mentor, Robert Edmond Grant, un evolucionista radical y discípulo del biólogo francés Jean-Baptiste Lamarck, que le introdujo en el estudio del crecimiento y las relaciones de los invertebrados marinos primitivos, sobre los que Darwin publicaría algunos de sus primeros trabajos.

Charles Darwin, con 31 años, en un retrato en acuarela realizado por George Richmond hacia finales de 1830.

El joven Darwin aprendió mucho en el rico ambiente intelectual de Edimburgo, pero no medicina, motivo por el que su padre decidió que en el año 1828 fuera instruido como un caballero anglicano en el Christ’s College de Cambridge, en el que se licenció en Artes en 1831 y conoció al reverendo John Stevens Henslow, quien le sugirió embarcarse en un viaje a Tierra del Fuego a bordo del HMS Beagle, lo que Darwin, motivado por los relatos de Alexander von Humboldt aceptaría sin demasiadas reticencias.

Sus descubrimientos geológicos y zoológicos y etnográficos a lo largo de este viaje de 5 años, en los que escribió un diario de 770 páginas, tomó 1.750 páginas de notas y redactó 12 catálogos de sus 5.435 muestras de campo, resultaron en numerosas publicaciones importantes, y sentaron la base de sus teorías de la evolución.

Tras volver de su viaje Darwin pronto se haría famoso, sobre todo gracias a la publicación de su diario a modo de una revista de investigaciones sobre geología e historia natural de los diversos países visitados por HMS Beagle. Fue en estos años en los que Darwin empezó a dar forma a su teoría de la Evolución, que sin embargo mantuvo en secreto durante más de 20 años. Darwin redactó un esbozo de 35 páginas de su teoría de la selección natural en 1842 y lo amplió en 1844, pero no tuvo intención inmediata de publicarlo. Rara vez mencionaba su secreto. Cuando lo hizo, en particular al botánico Joseph Dalton Hooker, Darwin le dijo que creer en la evolución era “como confesar un asesinato”. Y tenía razón, pues no fue hasta la década de 1850 que la Inglaterra victoriana estuvo preparada para asimilar las teorías evolutivas de Darwin.

Charles Darwin

Darwin había terminado casi dado forma a su teoría Sobre el origen de las especies por selección natural el 18 de junio de 1858. Ese día recibió una carta de Alfred Russel Wallace, un socialista inglés y coleccionista de especímenes que trabajaba en el archipiélago malayo, esbozando una teoría de aspecto similar, por lo que temiendo perder la prioridad, publicó su libro el 1 de julio de 1858, tras lo que fue duramente criticado desde algunos ámbitos, pero que sin embargo que empujaron a la ciencia biológica hacia áreas que hasta entonces habían sido un completo tabú.

La década de 1860 fue para Darwin una época marcada por la enfermedad y un débil estado de salud, la constante revisión de su teoría y la reiterada contestación a sus críticos mediante cartas, artículos y nuevos libros. Sin embargo, la selección natural ya formaba parte del debate público. El gentil Darwin había suscitado una tremenda devoción a su alrededor se había formado un fuerte circulo protector.

Darwin escribió su autobiografía entre 1876 y 1881, pero más que para el mundo lo hizo para sus nietos. Fallecería un año después, de un infarto, el 19 de abril de 1882. Honrado y reconocido por muchos de sus colegas y personajes de la alta sociedad inglesa, su amigo, el explorador y antropólogo Francis Galton, medió para que a Royal Society solicitara el permiso de la familia para un entierro estatal, el cual fue celebrado en la Abadía de Westminster, donde fue sepultado próximo a John Herschel e Isaac Newton, convirtiéndose en uno de los cinco personajes del siglo XIX no pertenecientes a la realeza del Reino Unido honrado con funerales de Estado.

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