Con apenas cuatro milímetros (más pequeña que una uña), T. dohrnii es una especie carnívora que suele alimentarse de zooplancton y que habita principalmente en algunas zonas del Mediterráneo y del mar de Japón. Aunque no es la única especie considerada como «inmortal» (la hidra es un invertebrado de agua dulce que puede regenerarse indefinidamente), sí es la única con la capacidad de rejuvenecer, pasando de un estado adulto capaz de reproducirse sexualmente a un estado anterior llamado pólipo, que se reproduce asexualmente.

Hay varios tipos de medusas tienen cierta capacidad para revertir el envejecimiento y regresar a su etapa larval, pero todas pierden esta capacidad una vez que alcanzada la madurez sexual. En ese sentido, Turritopsis dohrnii es una excepción, pues incluso después de haberse reproducido, regresan a su forma de pólipo una y otra vez. Teóricamente, este proceso puede realizarse indefinidamente, haciendo que la medusa sea biológicamente inmortal.

De ahí que cientos de investigadores de todo el mundo estudien los procesos biológicos de estas especies, ya no para encontrar «el secreto de la eterna juventud», sino porque en dichos procesos puede estar la clave de ciertos problemas médicos que afectan a los humanos.

A fin esclarecer cuáles son los secretos de este proceso único, investigadores de la Universidad de Oviedo mapearon y compararon el genoma de la T. dohrnii con un pariente genético muy próximo, la T. rubra, que carece de la la capacidad de rejuvenecer tras la reproducción sexual. Lo que descubrieron fue que T. dohrnii tenía el doble de genes asociados con la reparación y protección del ADN respecto a T. rubra. Y que también tenía mutaciones que permitían atrofiar la división celular y evitar que los extremos de los cromosomas, los llamados telómeros, se deterioraran.

¿Nueva vía hacia la inmortalidad?

En conjunto, estos resultados revelan mecanismos moleculares clave detrás del rejuvenecimiento de T. dohrnii. Sin embargo, la pregunta más interesante es, ¿hasta qué punto podemos aplicar este conocimiento a la salud humana? ¿Se pueden extrapolar los procesos biológicos de otras especies a nuestro propio organismo?

Se ha demostrado que la longitud de los telómeros se acorta con la edad tanto en humanos como en otras especies. Sin embargo, más allá de eso todavía estamos lejos de extrapolar los procesos y la funcionalidad de las proteínas que permiten a T. dohrnii escamotear a la muerte para aplicarlos a la especie humana. Con todo, los resultados de este estudio podrían allanar el camino para desarrollar tratamientos que puedan mejorar o retrasar enfermedades como el Parkinson o Alzhéimer.

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