Nadie sabe quién se quedó el Seat Toledo. Era uno de los premios que las marcas prometieron entonces a los que ganaran el oro en los Juegos, pero ese en concreto era complicado de dividir entre los 20 integrantes de la selección de fútbol que pusieron el broche final a la cosecha inigualada de medallas de Barcelona 92 . Así que los jugadores sospechan que se lo quedaría algún directivo de la Federación, organismo con el que vivieron aquel verano en conflicto permanente. Porque detrás de aquel triunfo agónico ante Polonia (3-2), con gol de Kiko en el último minuto, el único oro del fútbol español en una cita olímpica, una alegría superlativa, fiesta nacional, se lidió una incómoda y virulenta guerra civil, clandestina aunque también mediática, que tuvo al capitán de aquel equipo inolvidable, Roberto Solozábal (hoy 52 años y presidente de la asociación de jugadores del Atlético de Madrid), como actor principal. El defensa central llegó a echar a los dirigentes del vestuario a la voz de «fuera de aquí» cuando bajaban a compartir el entusiasmo del grupo tras una victoria. También del día antes de la final, que pretendían utilizar para hacer la foto oficial de la selección. El fútbol fue el único deporte nacional de aquella cita que no tuvo posado institucional para la posteridad. «Cuando llegamos al vestuario», explica 30 años después Solozábal, «en vez de ropa de entrenamiento, teníamos preparada la del día de partido. Le pregunto al utillero y me dice que hay foto de equipo. Entonces, salimos al campo y, efectivamente, vemos colocados unos banquillos, con la bandera de España, y dos o tres directivos con traje. Reúno a los jugadores y les digo ‘vamos a votar si queréis, pero ya aviso que yo no me voy a poner’. Decidimos que no. No quisieron hacerla antes en la Federación por los líos y porque tampoco creían en nosotros. ¿Para qué una foto si vamos a ser sextos? Era una vergüenza que después de toda la mierda que nos habían intentado meter, ahora que ya teníamos la plata asegurada, vinieran a posar». -¿En qué les habían echado estiércol? -Fue meses antes. Un tema entre Villar, el presidente de la Federación, y José María García. Nos llamaron a negociar las primas. Y nosotros pedimos unas cantidades de dinero que veíamos lógicas para lo que era el mundo del deporte y del fútbol, un fijo de dos millones de pesetas (120.000 euros) por participar y unos extras por objetivos. La Federación se cerró en banda y dijo que no tenían dinero y que solo nos iban a pagar dos millones. En vez de hacerlo de una manera bien, un planteamiento de primeras diciendo ‘esto es lo que hay, chicos’, nos llamaron a negociar para luego decirnos que no hay negociación. Lo vimos absurdo y nos negamos. Y luego, filtraron a la prensa una frase que dije yo en plan chiste («¿no tienen dinero?, pues vendan el edificio de la Federación») para echar mierda, sobre todo sobre mí. Todo muy burdo. Y todo venía porque el fútbol, como se consideraba profesional, no tenía plan ADO. -Pero al final se llevaron los dos millones y más premios. -Bueno, cuando ganamos el oro, nos pagaron los dos millones correspondientes a cada jugador. Y yo, como dije desde el principio que nos negábamos a cobrar, lo doné a las secciones inferiores del Atlético, que habían desaparecido y las rescató Esteban Alenda. Pascual también nos regaló leche para un año y se la doné a unas monjas de Boadilla. Y el mejor fue el premio de La Caixa, a cobrar cuando fuéramos cumpliendo 50 años. 100 millones de pesetas (600.000 euros) al que ganara un oro o 200 millones a repartir si era un triunfo de equipo. Hace poco lo cobramos. O 60.000 euros de golpe por jugador o renta vitalicia por el diez por ciento. Yo lo preferí. 500 y pico al mes brutos hasta que me muera. -¿Por esa bronca de las primas echó a los dirigentes del vestuario? -Bueno, sí. Todo tiene su sentido. Con todos los problemas que habíamos tenido con la Federación, nos habían ninguneado, desterrado, que ganemos el primer partido 4-0 y se llene el vestuario con un montón de personas para hacerse la foto y tal… Pues sí, como nosotros teníamos una dinámica de hacer estiramientos después del partido, les invitamos a que nos dejaran seguir. Y se fueron, no sé si sin rechistar. -¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza con Barcelona 92? -Nada concreto. Como experiencia futbolística y humana fue de lo mejor que me ha pasado, porque acabó muy bien y porque estuvimos 30 o 40 días concentrados un grupo de gente de la misma edad, chavales de entre 20 y 22 años, con un ambiente complicado. No se tenían muchas expectativas con nosotros de que lo fuéramos a hacer bien, estábamos desplazados de lo que era el movimiento olímpico, en Valencia, pero fue como una fiesta que fue in crescendo hasta culminar con la medalla de oro. Entonces, no me viene nada concreto, me viene que fue largo, duro, intenso, pero emocionante y divertido a la vez. -¿Se sintieron más futbolistas profesionales o más olímpicos? -No hubo forma de sentirse olímpico. Si a que el fútbol no ha sido históricamente olímpico le añades que te sacan de la ciudad donde se celebra el evento… Estábamos en un hotel de tres estrellas en medio de Valencia, con un calor grandísimo. Jugamos el primer día en Mestalla con 7.000 espectadores. Parecía un torneo no de verano, de superverano. Y para más inri, empezamos antes de la inauguración de los propios Juegos. O sea, todo era para no sentirse olímpico. Recuerdo que habíamos ido a Barcelona, a la Villa Olímpica, diez días antes del primer partido, que fue el 24, a sacarnos las acreditaciones. Entramos como unos turistas, a ver la Villa, no había aún casi nadie. Así que nos hicieron las acreditaciones y de vuelta a nuestro reducto en ese hotel de Valencia. No, espíritu olímpico no había. Noticias Relacionadas estandar Si La ‘Operación Triunfo’ del tiro con arco español Emilio V. Escudero reportaje Si JUEGOS OLÍMPICOS Miriam Blasco y Almudena Muñoz: las judocas que cambiaron la historia del deporte español Lorena Gamarra -A la ceremonia inaugural sí fueron. -Tuvimos una ardua negociación con la Federación, como con todas las negociaciones que rodearon al equipo. Pero sí, al final convencimos al entrenador. Participar en unos Juegos, estar desplazados y ya no ir a la inauguración… Entonces los capitanes, Luis Enrique, Abelardo y yo, hablamos con el míster, Vicente Miera, que era reacio, lógicamente, pensando solo en fútbol. Jugamos el 24, la inauguración era el 25 y el siguiente partido lo teníamos el 27. Y al final fueron casi 18 horas de viaje, larguísimo. Otro fallo de la dirigencia… -También habría anécdotas divertidas. Las escapadas del hotel… -Claro, cuando te juntas un grupo tan joven pueden pasar muchas cosas divertidas. Para lo aburrida que fue la concentración lo pasamos bastante bien. Nos comíamos todos los días para ir a entrenar una hora y pico de atascos. Fue horroroso. Estábamos dentro de la ciudad y entrenábamos en Paterna. Había unos follones de tráfico que te pasas. Esos viajes, y los de después de los partidos, los pasábamos saltando y cantando con ‘Tengo un tractor amarillo’, de un grupo asturiano. Cosas de Luis Enrique y Abelardo. -¿Y escapadas nocturnas? -Yo sinceramente me escapaba todas las noches a darme un paseo con el psicólogo, que en paz descanse, Jesús García Barrero. Como me aburría tanto, después de cenar filosofábamos una hora y media por las calles de Valencia. Pero, vamos, seguro que hubo escapadas más festivas. Pero no creo que fuera lo más destacable de esa concentración. -¿Quién mandaba, el entrenador o los jugadores? -Tácticamente no mandábamos. Aceptamos perfectamente el rol del entrenador. En lo táctico ni interveníamos. Lo que pasa es que luego, por la personalidad de los jugadores, dentro de tu faceta siempre puedes hacer cosas. Se hace siempre y se va a seguir haciendo. Pero mandaba Miera, éramos un grupo muy fácil para el entrenador, muy serio. Aunque había una bicefalia un poco rara. Porque Clemente era el seleccionador de la absoluta. Y es verdad que era chocante que después de todas las charlas tácticas de Miera, entraba un par de minutos Clemente y nos daba una arenga anímica. -Hicieron grupo. ¿Se siguen viendo? -Sí se hizo grupo. Bueno, cuando nos encontramos es como si no hubiéramos dejado de vernos nunca. Pero no tengo relación con todos. Tenemos un grupo de WhatsApp, en el que estamos algunos, y hay buena relación. Lo que pasa es que luego las vidas de cada uno se van hacia un lado. -Hay seleccionadores como Luis Enrique, agentes como López, técnicos como Guardiola, comunicadores como Kiko y hasta quien vive a sus cosas en su pueblo como Billabona. ¿Usted? -Yo no sé dónde. Me meto en el perfil de llevar una vida tranquila. Mi trabajo ahora mismo es gastar poco. Lo que más valoro, quitando la salud y todo eso, es tener tiempo. Tiempo para hacer las cosas que te gustan. Y en eso soy bueno. -¿Cómo recuerda la final? -La final es el summum. Un guion que parecía escrito, ganar en el último minuto, un Camp Nou lleno… En ese momento no eres capaz de disfrutar tanto como viéndolo con un poquito de tiempo. Ahí todo pasa muy rápido y lo recuerdo como unos días muy felices. Euforia en todos los aspectos. Pero me gustaría disfrutarlo en cámara lenta, porque te pierdes mil detalles. La última vez que vi el partido me di cuenta de que había acabado de una manera diferente. Yo creí que habíamos llegado a la prórroga. Tengo una memoria malísima. De lo que más me acuerdo es de una pancarta que ponía «José Vélez va con Polonia». Decían que era gafe. Me hizo gracia y se me quedó. Para que vea mi cabeza, me acuerdo de chorradas. -¿La medalla la conserva? -Sí, ahora está en el Museo del Atlético. La tuve mucho tiempo despistada en casa de mis padres, luego en la Federación y ahora aquí. También la camiseta de la final. Yo tengo muy poco apego a las cosas físicas. A mí lo que me moló fue ganarla. -¿Les cambió la vida? -A mí, no. En otros deportes, ganar una medalla olímpica puede suponer muchísimo económica y deportivamente, la gloria. En el fútbol, se valoran más otras competiciones. -Antes era un rebelde y ahora de la mano de los que mandan en el Atlético. -Sigo siendo un rebelde. Pero soy el presidente de la Asociación de Jugadores del Atlético de Madrid, que intentamos ayudar a compañeros que han tenido problemas. Desgraciadamente hay más casos de los que se piensa. Sobre todo de jugadores de antes del 82, cuando no había Seguridad Social. Llegas a los 65 años y, si por reveses de la vida, o menos preparación, no has podido conservar el dinero ganado, no tienes red ni medios. Es una vergüenza que el fútbol español no haya arreglado esta situación mucho antes. Desgraciadamente ya muchos se han muerto y algunos en la indigencia. -¿Qué le supuso más alegría, el doblete con el Atlético o el oro olímpico? -Yo lo tengo clarísimo, el doblete. Futbolísticamente es más, y además, en el equipo donde has querido jugar desde pequeño. Eso no quita que la medalla de oro no la valore. Para mí el doblete es lo máximo.

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