La marea está alta en la bahía de Delaware, y las cacerolas de las Molucas (Limulus polyphemus) se precipitan hacia la orilla para aparearse. Para este artrópodo escutiforme, los encuentros románticos suelen ser un asunto multitudinario: una hembra, un macho y un montón de pretendientes al acecho.

A veces las citas comienzan bajo el agua. El macho que busca ser padre usa el par de guantes de boxeo que tiene por patas delanteras para aferrarse al abdomen de la hembra y surcar las olas pegado a ella. Así situado, está listo para aportar su esperma en el instante en que ella comience a desovar sobre la arena. Sin embargo, «en la playa hay mucha competencia», dice Jordan Zimmerman, biólogo especializado en cacerolas de las Molucas que trabaja en la agencia de recursos naturales de Delaware. Por razones que todavía escapan a la ciencia, algunas hembras son tan atractivas que, pese a estar ya comprometidas, todos los machos las buscan.

Con los pretendientes congregados a su alrededor en un círculo de poliamor, la hembra suelta los huevos. El macho aferrado a ella deposita su esperma, y los mirones «se abalanzan» para dejar también el suyo, dice Zimmerman. Esta técnica de estar a la que salta puede ser muy eficaz: los tests de paternidad han demostrado que los advenedizos engendran a veces tantas crías como el macho aferrado a la hembra.

Sí, el apareamiento es una batalla. Una vez que han depositado sus gametos, las voraces aves marinas se disputan las nidadas de huevos fecundados. Y, sin embargo, 450 millones de años después, las cacerolas de las Molucas siguen aquí.

HÁBITAT/DISTRIBUCIÓN

La cacerola de las Molucas habita en la costa Este de Estados Unidos y en México. Aunque parece un cangrejo, está más emparentada con la araña y el escorpión. Se alimenta principalmente de gusanos y moluscos.

OTROS DATOS

El sector biomédico captura unos 500.000 ejemplares al año en EE. UU. para extraer parte de su sangre azul, sensible a las toxinas, para emplearla en ensayos de laboratorio, entre ellos los de las vacunas contra la COVID-19. La mayoría de los individuos se devuelven al mar, pero se calcula que entre un 15 y un 30 % no sobrevive. Aunque no lo parezca, estos animales son inofensivos. La cola les ayuda a moverse en el agua y a enderezarse cuando vuelcan. Si ve una del revés, dice Jordan Zimmerman, dele la vuelta.

Este artículo pertenece al número de Julio de 2022 de la revista National Geographic.

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