Experimentamos el mundo a través de los sentidos: el tacto, la vista, el oído, el olfato y el gusto.

Según nos confirma una creciente batería de estudios científicos, de los cinco, el tacto reviste especial importancia. En palabras de Cynthia Gorney, autora del artículo de portada de este mes: «Los humanos necesitan la presencia física de sus congéneres, el contacto reconfortante de los demás, para estar sanos».

En la Escuela para la Creatividad de Andria, en Italia, los alumnos aprenden esa lección desde muy pequeños. «La cultura del tacto es una constante en esta escuela –dice la veterana fotógrafa de National Geographic Lynn Johnson–. Es algo muy físico. Se pasan el día abrazándose y besándose». En la foto superior, los niños juegan a que un alumno se venda los ojos y trata de reconocer al compañero guiándose por el tacto. Johnson asegura que aciertan siempre.

Para cubrir este reportaje, Johnson debía comunicar con imágenes el poder del contacto físico. Para ello, me dijo, «me embarqué en una misión: buscar situaciones, personas, para las que el tacto es parte fundamental de su existencia: su supervivencia, su orientación en la vida».

Esta misión la llevó hasta Margaret Malarney y su familia, en Ohio. «Cuando la conocí, Margaret estaba prácticamente inconsciente», recuerda Johnson. Pero a lo largo de diversas visitas repartidas en siete meses, la fotógrafa fue testigo de «cómo su familia la devolvía a la vida a fuerza de cariño físico». No sabemos por qué, no tenemos explicación científica. Y sin embargo, añade, «podemos creer que el tacto tiene ese poder».

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Este artículo pertenece al número de Julio de 2022 de la revista National Geographic.

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