Uno de los más grandes poetas y ensayistas, Czeslaw Milosz, premio Nobel de Literatura en el año 1980, nació en la localidad lituana de Szetejnie, pero vivió su juventud en Vilnius. Su familia pertenecía a la clase alta polaca. Por aquel entonces, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en Lituania, el mayor de los países bálticos, se hablaban habitualmente cinco lenguas: polaco, ruso, bielorruso, yidis y el propio lituano, una lengua emparentada con el sánscrito. Este país siempre disfrutó de una naturaleza extraordinaria: bosques, playas con dunas inmensas, ríos, colinas escarpadas y el mar. En el poema Lituania, cincuenta y dos años después (Milosz dejó el servicio diplomático polaco a finales de los años cuarenta, y se refugió primero en París y luego en Estados Unidos, denunciando el totalitarismo soviético) escribe: “Te damos las gracias en nuestro nombre y en el de nuestros antepasados / Por los robles y por la áspera piel de su dignidad / Por los pinos cuyos troncos encandecen al sol / Por las nubes verde claro de los bosques de abedules en primavera / Y por los candeleros del bosque otoñal, del álamo temblor…”. El autor de Ciudad sin nombre (1969) continuaba refiriéndose a las innumerables especies de árboles frutales.

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